La era TRUMP o el nuevo escenario

Por EQUIPO AICTS / 22 de enero de 2017


Ya es oficial, Donald Trump se ha convertido en el presidente número cuarenta y cinco de los Estados Unidos. Todas las alarmas se han disparado en lo que no deja de ser un indicador de la deriva de nuestro mundo. Por un lado, el avance de los populismos de derechas en toda Europa continental, fortaleciéndose por momentos en Francia y Alemania, en el primer caso muy consolidados. Por otro lado, el Brexit, todo un proceso que sin duda reconfigurará el marco de relaciones europeas. Y, finalmente, la victoria de Trump en las elecciones de noviembre de 2016 tras una carrera presidencial basada en un discurso populista, xenófobo y que supera lo “políticamente correcto”. Pero tampoco debemos dejarnos llevar por lecturas superficiales ni reduccionistas de la situación, al contrario, son mucho más complejas.

Que cada una de las situaciones obedece tanto a causas externas como internas es un hecho. Entre las primeras, los impactos de una globalización que ha puesto en jaque los sistemas de valores de Occidente, y con numerosos colectivos situados en el bando de los perdedores, precisamente aquellos que se pensaban en el de los ganadores. Pero esto tiene más lecturas, como bien explica Esteban Hernández en Los límites del deseo. Instrucciones de uso de capitalismo en el siglo XXI (Clave Intelectual, 2016), como son las derivadas de unas élites que se han quitado la “careta” y se muestran más voraces que nunca. Con la deriva de un capitalismo desregularizado y globalizado, estos colectivos se han impuesto y una de sus consecuencias más claras es el aumento constante e imparable de la desigualdad.

En clave interna, Trump ha articulado un discurso que contaba con estructuras de plausibilidad en una buena parte de la sociedad tan diversa como la norteamericana, y en donde el racismo y la xenofobia, junto a la desigualdad, están muy arraigados. Pero también otros colectivos, especialmente los trabajadores y las clases medias blancas, han sido en buena parte perdedoras de la globalización, con lo que su discurso ha calado fuerte. En este sentido, es muy interesante el completo análisis que realiza Marcos Reguera (Universidad del País Vasco) en Contexto y Acción (ctxt.es) y en el que aborda tanto el “American Dream” y el “American Way of Life”, entre numerosas cuestiones. Pero es fundamental comprender cómo encaja el eslogan de su campaña, “Make America Great Again” y cómo ha sido respaldado por una parte del electorado. Sí, ya sabemos que Hillary Clinton ganó el voto popular, pero el sistema electoral norteamericano no funciona así.

Salvando el hecho paradójico, no lo debatiremos aquí aunque es muy interesante, de cómo un representante tan claro del “establishment” se ha convertido en la voz del “pueblo”, así como el análisis de las personas que forman su equipo, el discurso de Trump ejemplifica cómo estamos en un proceso de regresión de un sistema de valores que se pretendía universalizar. Los populismos de derechas, Trump y el Brexit muestran lo peor de la identificación nacionalista y de culpabilización de “otro” que es visto como responsable en parte de las situaciones negativas contra las que estos movimientos se rebelan. El inmigrante, el extranjero, el diferente, se convierte de facto en el objetivo de los mismos. Con más de cuarenta millones de personas no nacidas en Estados Unidos residiendo en este país, Trump ha articulado parte de su argumentario en la “lucha” contra este colectivo, en parte señalado como “culpable” de la pérdida de empleos de los norteamericanos, junto con las empresas deslocalizadoras, y promete devolver “Norteamérica a los norteamericanos”. Nada nuevo, sólo que Trump cuenta entre sus medidas estrellas la contención de la inmigración y la construcción de un muro en la frontera mexicana. Además, Trump también ha dado paso a que esa parte de la sociedad de Estados Unidos que comulga con su discurso se vea legitimada para expresarlo.

¿Detendrán estas medidas, así como lo que está ocurriendo en Europa, a la inmigración?, rotundamente no. En un mundo más globalizado, más desigual y con menos oportunidades en buena parte del mismo, esas personas, familias y colectivos buscarán las formas, correrán todavía más riesgos, para alcanzar un destino que les aleje de la pobreza, el hambre, la violencia o la guerra. Lo estamos viendo en el Mediterráneo. Miles de personas se arriesgan para buscar nuevas y legítimas oportunidades y un futuro que se antoja imposible en sus lugares de origen. Por el camino, lamentablemente, muchos de ellos pierden la vida.

Y dentro de las cuestiones que abordamos en este Blog no debemos tampoco dejar de señalar cómo Trump ha indicado que retirará el “Obamacare”. La situación del Sistema de Salud en Estados Unidos, una cuestión pendiente, es uno de los principales factores de desigualdad social. El acceso a una cartera de servicios para los colectivos menos favorecidos, aunque lejos de sus objetivos iniciales, había sido un gran logro de la Administración Obama. Sin embargo, no es menos cierto que para parte del electorado ha pesado el coste del “Obamacare”, en un país donde la concepción de los servicios públicos es muy diferente. Los costes sanitarios, la imposibilidad de prevención y las dificultades de acceso de numerosos colectivos suponen un gran riesgo para una parte de la población. La derogación del “Obamacare” es, sin duda, una muy mala noticia y un indicador de lo que está por venir.

La victoria de Trump, de los populismos de derechas, del Brexit, etc., es el triunfo de los discursos menos solidarios  y de una visión de la sociedad cerrada en sí misma. Es un repliegue en busca de una seguridad perdida pero sobre unas bases que esconden esas nuevas formas de dominación y desigualdad, lo que seguramente dará lugar a más desigualdad. Los grandes grupos de poder van ganando ampliamente la partida, con unas lógicas y prácticas que ya estaban presentes y que se aceleraron a partir de la crisis sistémica de 2008. El neoliberalismo ya estaba imponiéndose antes pero ahora se muestra más seguro y fuerte. Y, mientras tanto, como señala Hernández, hay que buscar nuevas formas de resistencia ante un escenario diferente.