Desempleo estructural

Por EQUIPO AICTS / 6 de abril de 2016


En España estamos acostumbrados a analizar con mucho detenimiento los datos del paro que regularmente se ofrecen desde el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, así como la Encuesta de Población Activa
(EPA). Desde que comenzó la crisis en 2008 y las cifras de desempleados se situaron por encima del 25% de la población activa, así como en más de cinco millones de parados en nuestro país en los momentos más duros de la misma, el paro en España se ha convertido en la principal preocupación de los españoles según los Barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Pero el desempleo siempre fue una de las cuestiones que más inquietud generaban en nuestra sociedad. España ha tenido crisis que supusieron un importante repunte del paro, como por ejemplo la de 1993, o la de los inicios de la década de 1980. En definitiva, no somos un país que se haya caracterizado por una gran generación de empleo o por consolidar un modelo productivo que no se desplome en las crisis. De hecho, todas las formaciones políticas han insistido en cambiarlo, pero nunca se ha podido avanzar en ese sentido.

La crisis sistémica que comenzó de 2008 destruyó millones de empleos en España, muchos de ellos surgidos de la "burbuja inmobiliaria", así como numerosísimos de todos los sectores. Parte del sector Secundario también se fue desplomando, precisamente trabajos que parecían seguros. Desde hace unos años asistimos a un descenso del desempleo en España, el paro ya se ha situado en poco más de cuatro millones de personas en marzo de 2016, tras la vacaciones de Semana Santa, un periodo donde se crea empleo en el Turismo fundamentalmente. Son meses y meses en los que se ha insistido en la recuperación de la economía española, avalada por los datos macroeconómicos.

Pero no, la verdad es que el desempleo está descendiendo, es un hecho, pero a cambio de una transformación del modelo productivo español precisamente en la dirección contraria a la que se ha pregonado siempre. Y es que asistimos a la creación de numerosos trabajos precarios, a tiempo parcial y en el sector Servicios no cualificados. Este hecho da lugar a unos trabajadores que se empobrecen, ya no basta con tener un empleo para no caer en la pobreza y en la exclusión social. Como hemos señalado en otras ocasiones, no es un fenómeno nuevo pero sí que se está recrudeciendo. Además, al ser trabajos precarios, su impacto en las cotizaciones a la Seguridad Social y en los impuestos es mucho menor, lo que reduce la recaudación pública, debilita al Estado de Bienestar y genera inquietud en el futuro de las pensiones de estos trabajadores y trabajadoras (habrán tenido cotizaciones muy bajas), así como en el conjunto de la sociedad.

Numerosos colectivos son las víctimas propiciatorias de esta situación, aunque es cierto que muy pocos se libran de la misma o del riesgo de caer en ella. Por ejemplo, los jóvenes es uno de los que tienen peor escenario, acceden tarde al mercado de trabajo y la cualificación ya no es una llave de entrada que evite la precarización. Además, comenzar como trabajador "precario" (¿recuerdan el mileurismo?) antes estaba institucionalizado socialmente como un peaje de entrada que se solucionaba en unos años, pero ahora ya no, la precarización se extiende. Otros colectivos, generalmente los más desfavorecidos, han sido prácticamente expulsados de los trabajos estables y se sostienen en la temporalidad y en la economía irregular o sumergida. Y otros grupos, como por ejemplo los parados mayores de cincuenta años, muchos de ellos provenientes de empleos seguros y estables en el sector Secundario, tendrán casi imposible volver a trabajar. El mercado de trabajo ha cerrado la puerta para ellos y ellas. De hecho, numerosos parados han dejado de buscar empleo.

En definitiva, hay que felicitarse por el descenso del desempleo, pero no hay que dejar de insistir en el tipo de trabajos que se están creando y en este mercado de trabajo que se va precarizando y desreguralizando. A veces da la impresión que o bien no se conoce la solución, o bien no se está buscando porque se ha tirado la toalla.