La precarización institucionalizada

Por EQUIPO AICTS / 02 de junio de 2016


Hace unos días se publicó la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente a 2015. Durante esa semana, los medios de comunicación se han hecho eco una vez más de la situación de los salarios, los ingresos y las propias condiciones de vida de la sociedad española. Hemos podido leer artículos y noticias sobre la cronificación del riesgo de pobreza y exclusión social así como testimonios de precariedad de familias, especialmente las que cuentan con una situación más vulnerable, sobre las que hemos escrito en numerosas ocasiones en este Blog.

La encuesta no nos descubre nada nuevo. La renta media por hogar sigue disminuyendo, situándose en 2015 en 26.092 euros, cuando en 2009 era de 30.045. Es decir, el descenso del 13,16% nos muestra de nuevo las condiciones del empleo que se está generando en este periodo que, desde no pocos ámbitos, se señala como “de recuperación”. Como también se cronifica el riesgo de pobreza, en 2015 en el 22,1% y en el 2014 en el 22,2%. Son personas y familias que difícilmente podrán salir de este escenario debido a que o bien no van a poder acceder al mercado de trabajo o bien lo conseguirán en empleos precarios, temporales y a tiempo parcial. Y con respecto a las carencias materiales, se observa un descenso de las personas que no podían irse al menos una semana al año de vacaciones, 41,5% en 2015 frente al 46,4% de 2014. Pero la variación es menor en el caso de no poder comer pollo, pescado o carne al menos cada dos días (2,6%); no poder mantener la vivienda a una temperatura adecuada (10,6%); no tener capacidad para afrontar gastos imprevistos (39,8%); retrasos en los gastos relacionados con la vivienda habitual (11%); no disponer de un automóvil (5,8%); o no poder contar con un ordenador personal (7,1%). Los descensos son muy reducidos, lo cual indica que hay una buena parte de la sociedad que estaría casi al límite de poder formar parte de los colectivos vulnerables, especialmente en un contexto de precarización del empleo. En ese sentido, es muy alarmante el porcentaje de encuestados que no tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos, uno de cada tres.

Y otro aspecto a destacar de los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida es la mejora relativa de la situación de los pensionistas, de la que se hacía eco El Confidencial. No, no quiere decir que estén cobrando mucho más sino que, en la situación actual de la renta disponible, este colectivo ha ido mejorando su posición con respecto a otros grupos sociales. Ya hace unos años, debido a la reducción de los ingresos de los hogares, también se produjo un descenso del umbral de pobreza, dando lugar a que muchos pensionistas lo superasen. En la actualidad, la renta media de un pensionista es de 15.917 euros y la de una persona ocupada con el alquiler imputado es de 13.620. La gran mayoría de los pensionistas cuentan con su vivienda pagada por lo que fue el grupo de edad con un menor riesgo de pobreza con el 6,3%.

En definitiva, indicadores de la transformación de la estructura social donde se dejan sentir las consecuencias de una crisis que sigue existiendo. Como hemos venido manteniendo en otros artículos, puede que haya una recuperación de las variables macroeconómicas pero en la vida cotidiana, en los empleos, en los salarios, está lejos de notarse. Que los pensionistas se estén convirtiendo en el colectivo con menos riesgo de pobreza dice mucho de la situación en la que nos encontramos. Además, muchos y muchas de ellas han tenido que ayudar a sus hijos/as y nietos/as para afrontar los duros momentos provocados por el desempleo, el empeoramiento de las condiciones laborales, la reducción de prestaciones del Estado de Bienestar, etc. Los datos no son sólo indicadores fríos sino que también reflejan una realidad que en no pocas ocasiones no se quiere ver.