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La visión sobre los jóvenes
Por EQUIPO AICTS / 18 de noviembre de 2024
En las últimas semanas, integrantes de AICTS participamos en diferentes actividades organizadas por la Cátedra Monarquía Parlamentaria de la Universidad de Burgos, que dirige Juan José Laborda. En primer lugar, se impartió un seminario sobre la situación de los jóvenes a estudiantes de Ciencias Políticas. En segundo lugar, tuvo lugar la conferencia "Jóvenes: proyectos vitales, retos y desafíos" en el ciclo de conferencias Los jóvenes en la actual sociedad de la incertidumbre. Agradeciendo la oportunidad de las dos actividades, las mismas sirvieron para analizar la situación de la juventud en España, así como sus perspectivas de futuro, enfocadas a sus proyectos vitales, así como las acciones y medidas que se toman para abordar su situación. En primer lugar, hay que agrader a la Cátedra Monarquía Parlamentaria la invitación a estas actividades. Las dos intervinciones se centraron, inicialmente, en considerar la heterogeneidad del colectivo de los jóvenes, personas de 15 a 29 años, aunque no cabe duda de la juventud se amplía a los 35 y 40 años en cuestiones como el acceso a la vivienda, por las ayudas, y en el caso de los jóvenes agricultores y ganaderos por el descenso del relevo generacional. Igualmente, también se partió del hecho de que, en general, en España la juventud siempre había estado en una situación de desventaja, aunque no tanto como para estas generaciones, como consecuencia de las transformaciones sociales, económicas y políticas de la última década y media. Además, las respuestas institucionales no funcionan debido a que, debido a la situación de la estructura productiva y del mercado de trabajo, las posiciones que ocupan los jóvenes suelen ser más precarias. Este hecho, junto a los retrasos en el acceso a la vivienda y a la emancipación, así como una mayor presión formativa en un contexto más competitivo, en el que contar con un Grado universitario ya no es diferente, sitúan a los jóvenes, en su conjunto, en una posición más vulnerable y con proyectos de vida que se van retrasando cuando no proscastinando. Es un proceso que no tiene visos de detenerse y, además, nos devuelve a otras épocas con un elevado peso del origen socioeconómico y de los diferentes capitales familiares acumulados, desde el económico al cultural y social, siguiendo las teorías de Bourdieu y compañía, para las oportunidades que puedan desarrollarse. Es decir, regresamos de nuevo a lo que comentábamos hace unas líneas, al hecho de que el colectivo de jóvenes es heterogéneo y que, en definitiva, hay personas que por su posición en la estructura social lo van a tener más sencillo. La ruptura de la movilidad social y el que estas generaciones jóvenes tengan más dificultades para desarrollar sus proyectos de vida, implica también un fallo del sistema, un impacto en su legitimidad y en la cohesión social. Este es un elemento, sin duda alguna, clave al analizar el escenario en el que nos desenvolvemos.
Sobre los jóvenes también se dan numerosas generalizaciones y prejuicios. Estereotipos, algunos de los cuales pueden responder a realidades, pero nunca generalizables. Se achaca a los jóvenes su falta de compromiso, a que no cuentan con algunos de los valores que confluyeron en nuestra visión de la sociedad y en los que, otras generaciones, nos socializamos. Ciertamente, en relación a algunos aspectos como el trabajo, hay diferencias, pero no creemos que sean achacables a los jóvenes. Por un lado, algunos son positivos, nuestras generaciones desarrollamos con el trabajo una relación curiosa, otros autores dirían que más tóxica. Pero, por otra parte, no es menos cierto que, en función del escenario en el que nos encontramos, muchos jóvenes, y no tan jóvenes, apuesta por el "carpe diem" y el vivir el día a día. Además, esta situación se ha acelerado en estos últimos años con un individualismo y consumismo creciente. También se achaca a los jóvenes que no se movilizan, que no son reivindicativos, ante la situación en la que se encuentran. Esta visión suele estar sustentada en la comparación con un pasado que no se sostiene. Las generaciones que fuimos jóvenes en los noventa y dosmil tampoco nos caracterizamos por una elevadísima movilización y reivindicación. Especialmente las primeras, tuvieron unas condiciones más favorables, sin negar que no fuimos precisamente un país para jóvenes. Estos jóvenes, buena parte de los mismos aunque no todos, ni mucho, con las necesidades básicas cubiertas (alimentación, vivienda, estudios), tampoco encuentran motivación en unas reivindicaciones que, lamentablemente, no suelen dar resultado.
Finalmente, y esto es fundamental, también tienen su visión y sus expectativas. En no pocas ocasiones, además de caer en los prejuicios y estereotipos señalados, contamos con una mirada muy paternalista y simplificadora que no ayuda, para nada. Son jóvenes que, como nos comentaban en la Universidad de Burgos algunos de ellos en el debate que mantuvimos, tenían una percepción de que había pocas oportunidades y que, en definitiva, los esfuerzos que se realizaban por estudiar no iban a tener resultados. Una visión que nos tiene que llevar a la reflexión como sociedad y como sistema político porque, de lo contrario, lo que hemos señalado anteriormente: la cohesión social y la legitimidad se resienten. La juventud es un colectivo heterogéneo, con diversidad de situaciones y escenarios que vienen marcados, en buena medida, por su origen socioeconómico y su posición en la estructura social, aunque no solamente. La solución pasa por la mejora de las oportunidades laborales, las posibilidades de emancipación y que las promesas que se hacen a la juventud no caigan en saco roto, así como que las políticas sobre juventud no se conviertan en parches.