¿Cómo salir de esta dinámica?

Por EQUIPO AICTS / 19 de mayo de 2025

pensandoLa pregunta no es nueva y es una cuestión que no es tampoco novedosa en las reflexiones que escribimos el equipo de AICTS en este Blog. Al contrario, es algo que está muy presente a lo largo de estos años. Además, es una dinámica que se repite. La cuestión es que, una vez más, los datos macroeconómicos de nuestro país muestran un crecimiento positivo, con previsiones todavía más al alza, en el Producto Interior Bruto (PIB), en empleo, etc. Pero, una vez más, este proceso no se refleja en las economías de buena parte de las personas y familias. La precarización del empleo es un hecho y el aumento del nivel de vida, del coste de la misma, también. Este escenario viene siendo reflejado continuamente, en artículos de prensa, en reportajes y en análisis. Y, obviamente, también lo vemos y lo vivimos. Seguramente habrá personas que puedan tacharnos de ingenuos e ingenuas porque, como veremos posteriormente, el crecimiento económico puede también basarse en la precarización del mundo del trabajo. Pero, hay más factores y cuestiones a considerar. Y es que, generalmente, la Historia nos mostraba cómo el crecimiento económico aparejaba un aumento de las condiciones de vida y una mejora del mundo del trabajo. Sí, ya sabemos que tendríamos mucho que debatir y cuestionar sobre los conceptos de crecimiento económico, lo que lo marca, e incluso del progreso. Pero, la relación causa - efecto, durante un periodo de tiempo, aquel que coincide con la constitución de sociedades basadas en el Estado de Bienestar, la socialdemocracia, la cohesión social y otras cuestiones clave, con sus contradicciones y cuestionamientos también, nos habían llevado a ese escenario. 

Volvemos, no podía ser de otra manera, a la crisis de 2008, el cambio de paradigma y el inicio de la transformación de nuestro sistema económico, social y podríamos decir que incluso político. En 2008, el sistema económico neoliberal llevó a cabo una aceleración sin precedentes, en un contexto de crisis, que supuso la ruptura de muchas convicciones que dábamos por supuestas. La base de la misma, ya estaba sembrada anteriormente, pero en 2008 se intensificó el declinar de un modelo que, insistiendo en sus contradicciones y limitaciones, había sido positivo y un modelo a seguir. Pero, dicho hundimiento y lo que vendría después, iba a condicionar también las respuestas en los diferentes ámbitos. La recuperación de la crisis nos ofreció una disonancia importante. Se crecía económicamente, la recuperación macroeconómica era una realidad, pero la precarización del empleo y el deterioro de las condiciones de vida seguían dándose, no había una correspondencia. El escenario era duro. La realidad es que, en parte, ese crecimiento también se basaba precisamente en el deterioro de las condiciones laborales. La apuesta y especialización de nuestro sistema productivo en determinados sectores no cualificados era una realidad. Cuando nos dijeron que íbamos a cambiar el modelo productivo, y de eso han pasado dos décadas, no pensábamos que iba a ser en esta dirección.

Luego llegó la pandemia del Covid-19, la respuesta institucional diferente, al menos aquí se observó que se había aprendido algo, pero cinco años después, hemos vuelto al mismo camino. Crecemos, vamos muy bien, nuestras sociedades son dinámicas, hay mucha actividad... pero... pero el nivel de vida sigue precarizándose, los jóvenes tienen enormes dificultades para emanciparse porque no pueden acceder a empleos de calidad hasta pasados más años que nunca, y la crisis de la vivienda es una realidad secular. Seguimos en la misma pregunta, con las mismas respuestas. Y, lo que no mejora empeora. Obviamente, cambios estructurales precisan de tiempo, de la noche a la mañana no vamos a cambiar de modelo. Tenemos una sociedad que cuenta con un importante contingente de población formada y cualificada. Tenemos oportunidades, también a través de esos sectores muchas veces menospreciados, que debemos aprovechar. Pero, seguimos por la senda que sabemos equivocada. Una vez más. 
















 


































































 

 

 


 



 

 
















El legado de los y las mayores

Por EQUIPO AICTS / 12 de mayo de 2025

mayoresEl envejecimiento de la población es una de las cuestiones de las que más escribimos en el Blog de AICTS. Tras casi una década en la que el equipo que conforma la entidad viene reflexionando sobre diferentes cuestiones, tanto de actualidad como las que afectan a los objetos de estudio y de investigación de sus integrantes, es muy seguro que las personas mayores ocupen un lugar prioritario en nuestras reflexiones. Por un lado, el proceso de envejecimiento que hemos señalado en el inicio de este artículo. Una realidad que suele verse de forma negativa, por sus implicaciones en la estructura social y demográfica, pero que precisa de interpretaciones más amplias que permitan ver la dimensión del escenario. Por un lado, porque este envejcimiento de la población viene marcado por el otro lado de la balanza, el hecho de que no se produzcan los nacimientos suficientes, lo que da lugar a que nuestras estructuras demográfica lleven a contar con crecimientos vegetativos incluso negativos, siendo mitigados por la inmigración. Este fenómeno es el que permite el incremento de la población. Por otro lado, el envejecimiento de la población también nos muestra cómo se ha producido un avance de la calidad de vida ya que, en definitiva, más personas consiguen llegar a vivir más años. La esperanza de vida ha crecido y aunque, obviamente, hay una enorme diversidad y heterogeneidad de situaciones y escenarios, en función de la forma de llegar a edades avanzadas, no es menos cierto que debemos ver este proceso de forma positiva. Sin embargo, esta situación también implica importantes retos y desafíos, los cuales están vinculados a la forma de atender a estos colectivos, especialmente en situaciones en las que se producen altas dependencias, discapacidades o todo lo vinculado a enfermedades como el Alzheimer o las demencias. Estas cuestiones las hemos tratado en numerosos artículos, especialmente durante las últimas entradas en relación a la situación de los cuidados, del personal de las residencias y de los centros de día, así como de los y las cuidadoras informales, las cuales son mayoritariamente mujeres. En definitiva, un escenario de gran complejidad que supone que los mecanismos del Estado de Bienestar y las políticas públicas, tan cuestionadas y vulnerables en las últimas décadas, deban ser cada vez más prioritarias. Además, se da la circunstancia de que en el caso español, es precisamente los Servicios Sociales, que se encargan de este ámbito, el pilar del Estado de Bienestar menos desarrollado. A pesar de los avances logrados, insistimos, el reto es complejísimo. 

Por otra parte, no es menos cierto que nuestras sociedades han sacralizado la juventud. Este es un hecho indiscutible y vinculado a una evolución de nuestros sistemas de valores que, en definitiva, ponen por delante de todo una juventud que, además, se ha expandido y uno no sabe ya cuál es la frontera entre ser joven o no serlo. Claro que la juventud es muy importante, y ya hemos escrito en numerosas ocasiones sobre su situación, pero la sacralización de la juventud es una situación que implica que todo el mundo es joven porque se siente joven. Y aquí tendríamos que diferenciar entre el ser y el sentir, pero esa es otra cuestión. En un contexto como el actual, en el que prima lo joven como ideal, y que se vincula no al ser sino al sentirse, las personas mayores se encuentran en una situación de desventaja. El edadismo es una realidad muy presente, sin olvidar también un adadanismo que, cada vez, es más difícil de sobrellevar, la verdad. 

De esta forma, estamos muy de acuerdo con el artículo publicado en ETHIC por Rafael Fernández bajo el título de "La generación que nos enseña a cerrar el círculo". En el mismo, el autor defiende el papel de las personas mayores como depositarios de una sabiduría y de una experiencia que no debemos dejar de tener en cuenta. Obviamente, no hay que negar la mayor, en el sentido que no todo ese legado puede ser de utilidad pero, en definitiva, no es menos cierto que las personas mayores cuentan con la experiencia y el haber vivido situaciones que, en no pocos casos, también nos vamos a encontrar. Otras, obviamente no, por la evolución y los cambios de las sociedades, pero muchas sí. Se habla, se escribe y se menciona continuamente, incluso con programas y actuaciones, del papel de los mayores, de no perder ese legado. Sin embargo, en muchas ocasiones, y con la vida tan rápida que llevamos todavía más, se queda en una intención loable. Por lo tanto, menos edadismo y menos adanismo, más ser consciente de que hay un colectivo de personas que nos pueden dar muchas enseñanzas sobre cómo desenvolvermos en contextos como los actuales, porque ellos y ellas lo vivieron antes. Por lo menos, debemos tenerlos en cuenta. 
















 


































































 

 

 


 



 

 
















Docentes

Por EQUIPO AICTS / 5 de mayo de 2025

docentesLa profesión docente lleva sometida durante mucho tiempo a numerosas tensiones y presiones. Habrá parte de la sociedad que señalará que no se pueden quejar de mucho, teniendo en cuenta las visiones e imágenes generales que están institucionalizadas: jornadas laborales que son cómodas, estabilidad en el empleo (especialmente si se es funcionario en el sistema educativo público), salarios por encima de la media y vacaciones (este es, sin duda alguna, uno de los principales mantras que están interiorizados). Sin embargo, la realidad es mucho más complicada, aunque haya personas que se acercan a la profesión docente con estas premisas y piensan que dedicarse a enseñar consiste en estos puntos. Luego, la realidad, es muy diferente. También hay que señalar que, como en todos los ámbitos de la vida, hay de todo. Pero, eso es otra cuestión. La realidad es que la profesión docente lleva sometida durante mucho tiempo sometida a tensiones y presiones, como decíamos al inicio del presente párrafo. Por un lado, los cambios sociales que se han producido y que afectan transversalmente a esta labor de enseñar y educar. Nuestras sociedades están pasando por diferentes cambios en todos los niveles y lo hacen de forma acelerada. Cambios en la estructura social, en los hogares, tecnológicos, culturales, demográficos, etc. Toda una amalgama de escenarios que son los que vivimos en el día a día pero que, en el ámbito educativo, cuentan con otras implicaciones por las funciones sociales de la Educación. También hay que considerar los cambios que se vienen produciendo en relación a la posición del sistema educativo y de sus profesionales, especialmente los docentes, que han visto cómo la misma ha variado. Y este hecho se ve claramente en las relaciones que se establecen tanto con el alumnado como con sus familias. Finalmente, pero no menos importante, si cabe más, hay que indicar que al sistema educativo y a la Educación, y a sus agentes, se les pide que sean una parte central en las respuestas a los cambios acelerados que se están produciendo en nuestras sociedades. De hecho, en no pocas ocasiones, se presenta un solucionismo educativo que genera una enorme tensión al sistema. Por mucho que quiera, la Educación no puede llegar a dar la solución a todos los problemas. Primero, porque no estaban entre sus funciones muchas de las que ha tenido que ir asumiendo, por esos cambios sociales. Segundo, porque le faltan los medios. Tercero, además, todo el mundo sabe de Educación, todo el mundo opina. 

En este contexto, la posición de los docentes es complicada y está sometida a debate. Hace tiempo que se vienen observando dos grandes tendencias en relación a la misma, vinculadas a postulados pedagógicos y didácticos que incluso van más allá, centrándose en el papel de la propia Educación. La primera corriente, centrada en movimientos pedagógicos que se definen como más innovadores y que se presentan como más centrados en el alumno. La segunda corriente, que incide en que estos procesos han ido demasiado lejos y que es necesario recuperar el foco en el aprendizaje de contenidos, así como en algunas de las funciones seculares de la Educación. El debate está muy enconado y no parece que haya un punto de encuentro en este sentido. Más allá de esta cuestión, que es significativa, recientes estudios han mostrado la situación de los docentes en nuestro país. Una encuesta a más de 1.000 profesores y profesoras encargada por Comisiones Obreras ha dado como resultado que la mitad de los mismos tiene un desgaste emocional en su trabajo. Igualmente, también se incide en la necesidad de reforzar la formación inicial del profesorado y el que, en los centros complejos, las retribuciones económicas sean mayores. A pesar de las dificultades, tres de cada cuatro docentes estarían satisfechos con su trabajo y únicamente un 7% piensan en abandonar esta profesión. En el otro lado de la balanza, y teniendo en cuenta el aumento de las bajas laborales por salud mental, que han crecido un 72% desde la pandemia y la tendencia sigue en alza, son precisamente donde más han crecido. Las causas que se señalan, desde determinados agentes educativos, son el aumento de la burocracia, la mayor diversidad y complejidad de los centros y la retroalimentación precisamente con los problemas de salud mental de los y las adolescentes. 

Los debates sobre la profesión docente, las implicaciones de las transformaciones que se están dando, y los impactos de las mismas, seguirán estando presentes. No cabe duda de que la Educación y la profesión docente tienen que ir adaptándose a las mismas. Pero, de nuevo, tampoco se le puede pedir al sistema educativo que vaya a ser la solución de todo. Es preciso encontrar un punto intermedio que pasa por tener en cuenta que el trabajo burocrático se ha incrementado exponencialmente, que la formación docente puede y debe mejorarse y que, en un contexto de reducción del alumnado por la baja natalidad, pueden darse nuevas fórmulas para mejorar el trabajo docente, aunque tampoco se deba caer en el determinismo marcado por el descenso de las ratios. 
















 


































































 

 

 


 



 

 
















Los cuidados

Por EQUIPO AICTS / 28 de abril de 2025

persona mayorRetornamos a otro de los principales temas que hemos abordado en estos años y que, en el último periodo, se había quedado en un segundo. Es la cuestión de los cuidados y de la situación de las personas que cumplen esa función. Hay que diferenciar a las personas cuidadoras formales y las informales. Las primeras, han crecido a lo largo de las últimas décadas debido al incremento de las personas mayores en situación de dependencia. De esta cuestión, hemos escrito recientemente en el sentido de la necesidad de poner en valor a estos trabajadores y trabajadoras, la mayoría mujeres y una parte muy relevante de este colectivo personas de origen extranjero, en residencias y centros de día, así como aquellas que llevan a cabo su labor en la atención a domicilio. En definitiva, es preciso seguir reivindicando la mejora de las condiciones de trabajo de estos trabajadores y trabajadoras.La cuestión de las personas cuidadoras informales es también compleja. La Ley de la Dependencia, que va a cumplir veinte años en breve, puso de relieve el papel de estas personas que, en su gran mayoría, eran mujeres que habían sacrificado sus vidas y trayectorias para cuidar a las personas dependientes de sus familias. Y, además, en el pasado, la red de centros de días y de residencias no estaba tan desarrollada, ni mucho menos. Desde entonces, se ha mejorado su situación con medidas y actuaciones que hacen referencia no solo a contar con más plazas y posibilidades en residencias y centros de día, sino también a las posibilidades de respiros.

Sin embargo, el escenario sigue siendo complicado, como hemos señalado. El País se hacía eco de diversos estudios sobre la situación de los cuidadores y cuidadoras en el artículo "'Burnout' o síndrome del cuidador quemado: qué es y cómo se padece", firmado por Juanjo Villalba. En el mismo, se recogen datos de Cruz Roja que muestran cómo más del 16% de los hogares españoles viven con una persona dependiente y el 80% de las personas que se ocupan de sus cuidados son mujeres. Igualmente, se hace referencia al hecho de que estos cuidadores y cuidadoras, reiteremos que son mayoría, cuentan con síntomas de "burnout" o estar quemado, incidiéndose en que son muestras de que han llegado al límite. De hecho, otras investigaciones, inciden en estos aspectos y se señala la necesidad de dotar de redes de cuidados para estas personas ya que, de no producirse las mismas, nos encontraremos con colectivos importantes que van a encontrarse en situación de vulnerabilidad, de riesgo de estrés y malestar emocional, depresiones y síntomas físicos como problemas estomacales, dolores de cabeza, etc. Un escenario que puede agravarse en el futuro ante el envejecimiento de la población ya que más personas llegarán a edades más elevadas y una parte importante de las mismas lo hará con dependencias.

La atención a la dependencia ha evolucionado positivamente en nuestro país en las dos últimas décadas, de eso no cabe duda. Pero, como hemos señalado a lo largo de los párrafos anteriores, se encuentra lejos de ser una cuestión solventada favorablemente, o todo lo que podría. Hay numerosas casuísticas, obviamente. En primer lugar, la diversidad de la dependencia y la heterogeneidad de situaciones. En segundo lugar, las posibilidades económicas de las familias, lo que implica que en no pocas ocasiones haya personas que no puedan plantearse que el/la dependiente que tienen a su cargo pueda ir a una residencia o un centro de día por no poder afrontar dicha situación. Han crecido las plazas, las ayudas, y las formas de abordarlas, pero no cabe duda de que todavía hay una barrera en este sentido. Y, finalmente, el hecho de que hay personas que quieren seguir manteniendo a las personas dependientes en su hogar, con ellos y ellas, proporcionándoles los cuidados y la atención que precisan, hasta que incluso ya no pueden más.

Prestar atención a las personas que cuidan a dependientes, tanto formal como informalmente, es una necesidad y debería estar más presente en el conjunto de los Servicios Sociales. Son colectivos que se encuentran en una posición compleja por el tipo de trabajo que desarrollan, los primeros, y por la situación en la que se encuentran los segundos, que en ocasiones incluso no están localizados. Es muy importante el papel de entidades y asociaciones que atienden y trabajan con este colectivo, que sirven de sustento y apoyo, que permiten también el otorgarles de herramientas para abordar las complicadas situaciones que tienen que vivir. Sin embargo, como decíamos, la asignatura no está superada del todo. 













 


































































 

 

 


 



 

 
















El cuidado de nuestros mayores

Por EQUIPO AICTS / 14 de abril de 2025

junior reis R1H2Y7T7m3I unsplashEl envejecimiento de la población se presenta como uno de los grandes retos y desafíos de nuestras sociedades. Es una realidad que nos muestra los avances de las mismas, en el sentido de que cada vez más personas llegan a edades más avanzadas. Las mejoras en las condiciones de vida y en la salud han sido un hecho y se observa en el aumento de la esperanza de vida. Además, no hay que olvidar el hecho de que es un colectivo muy heterogéneo que presenta situaciones diferentes, en función del estado en que se encuentre. Este hecho nos lleva a considerar la situación de su salud, su grado de dependencia en caso de contar con el mismo, y las condiciones socioeconómicas en las que se encuentran, entre otras variables. Una de las cuestiones clave es todo lo relacionado con un sistema de cuidados y de atención a este colectivo, relacionado con los Servicios Sociales como uno de los pilares básicos de nuestro Estado de Bienestar. Bien es cierto que, en el caso de España, es precisamente este aspecto el que ha sido menos desarrollado en el inicio del Estado de Bienestar, pero no es menos cierto también que los avances han sido importnates desde el comienzo del siglo XXI, especialmente con la Ley de Dependencia. Sin embargo, y ante las necesidades crecientes de este colectivo, y su incremento, todavía queda mucho camino por recorrer. 

Uno de los servicios clave para la atención y el cuidado de las personas mayores es la red de residencias y centros de día que cumplen una función clave y determinante. Sin embargo, el sistema se está mostrando insuficiente y cuenta con muchas dificultades a la hora de poder dar salida a una enorme demanda y creciente de personas que precisan una residencia y centros de día. Existe, por un lado, una carencia de plazas en residencias públicas, lo que también condiciona el acceso en función de la variable socioeconómica, a pesar de todo un sistema de conciertos con residencias privadas. Por otro lado, está la cuestión de las condiciones laborales de las personas que trabajan en las residencias y centros de día de las personas mayores, que también precisan de una revisión y de una puesta en mayor valor. Sobre esta cuestión, El Confidencial publicó el pasado mes de marzo un interesante reportaje. Con el título de "La vida secreta de quienes cuidan a tu padre: inmigrantes por 1.100 euros al mes y sin titulación", el mismo abordaba precisamente esas condiciones laborales y establecía un perfil de los trabajadores y trabajadores de estas residencias y centros de día. Obviamente, nos encontramos ante un escenario heterogéneo, pero no es menos cierto que es una situación generalizada la situación de precariedad que viven estos trabajadores y trabajadoras en no pocos casos, realizando una labor vital.

El reportaje de El Confidencial, firmado por Alfredo Herrera Sánchez, mostraba algunas cuestiones centrales en las condiciones laborales de este colectivo, centrándose especialmente en las residencias privadas. De esta forma, se había producido un aumento de la demanda de estos servicios, lo que implicaba una mayor necesidad de trabajadores y trabajadoras. Pero, también recogiéndose la voz de responsables de residencias, se señalaba la dificultad para encontrar personal cualificado y la elevada rotación del mismo. En el lado de trabajadores y trabajadoras, el perfil responde a personas de origen extranjero en su mayoria, que no cuentan con la titulación o cualificación para este tipo de trabajos en no pocos casos, así como con unos salarios bajos, incluso un poco superiores al SMI, así como con unas horarios complicados y amplios. Es un trabajo durísimo, tanto física como psicológicamente, que precisa de una puesta en valor mayor y de unas condiciones salariales y laborales más dignas. De este hecho también se hace eco el reportaje, recogiendo declaraciones de plataformas que lo reivindican.

La atención a las personas mayores, gerocultores y gerocultoras y otros profesionales, precisa de un reconocimiento mayor. Es necesario que el sector se dignifique todavía más, mejorando las condiciones laborales de este personal, así como su formación. Igualmente, es un hecho que se necesitan más plazas en residencias y que, con la estructura demográfica de España, la demanda será todavía mayor. No podemos permitirnos como sociedad, y por dignidad y reconocimiento tanto a trabajadores y trabajadoras como a las propias personas mayores, un sector tan precarizado y con unas condiciones de trabajo que, en no pocos casos, apenas llegan a los mínimos. Son comprensibles las dificultades para encontrar trabajadores y trabajadoras para las residencias y centros de día, pero seguramente una de las soluciones a las mismas, que no la única, será la mejora de esas condiciones laborales. 










 


































































 

 

 


 



 

 
















La transformación de la estructura de los hogares

Por EQUIPO AICTS / 07 de abril de 2025

viviendas espaaA lo largo de estos años, en el Blog de AICTS se han ido analizando los cambios que se están produciendo en nuestras sociedades. Muchos de ellos podemos considerarlos estructurales y dan lugar a unas transformaciones que implican que estas ya no responden a parámetros anteriores. Muchos de estos cambios son positivos, suponen una evolución de la sociedad. Otros, implican retos y desafíos que deben ser tenidos en cuenta para abordar los mismos. Y, finalmente, existen otras situaciones que tienen consecuencias muy claras en esa estructura social y de forma compleja. Algunos son muy explícitos, como la transformación del mundo del trabajo, generándose una situación que estamos analizando continuamente. También hay que destacar el escenario de la vivienda, la dificultad para acceder a la misma, en compra o en alquiler, para cada vez más capas de la población. El descenso de la natalidad, vinculado a las condiciones socioeconómicas, y todas sus consecuencias. Precisamente, en relación a la población abordamos un cambio que se viene produciendo en la estructura de los hogares, también relacionado con la situación de la vivienda y la evolución de las ciudades y municipios. La estructura de los hogares, las personas que conforman los mismos, es un indicador determinante para observar los cambios que se están produciendo en nuestras sociedades. Y los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) son bastante explícitos. El Confidencial publicó hace unas semanas el artículo "Retrato de la España que vive sola: más masculina, más joven y cada vez con más gastos"

La evolución de estos indicadores muestran cómo, en los últimos años, los hogares unipersonales son los que más están creciendo, con una serie de características y aspectos que reflejan precisamente la evolución de la sociedad. Si hace unas décadas, los hogares unipersonales se vinculaban a cuestiones como la emancipación, pero se vinculaba esta en mayor medida a formar una familia, y a las personas mayores que se habían quedado solas por el fallecimiento de uno de los dos cónyuges, en la actualidad los escenarios son en parte diferentes. De esta forma, en 2024, el 11,1% de la población vive en hogares unipersonales. La estimación, si siguen las tendencias actuales, es que en 2039, uno de cada tres hogares será unipersonal, lo que implica que se convierta en la categoría de hogares más frecuente. El artículo también muestra una serie de características sociodemográficas y económicas de estos hogares y de las personas que viven en los mismos. Se observa un incremento de hombres solos, de personas de 30 a 65 años, cuando antes estos hogares se encontraban más conformados por mujeres mayores de 65 años. Además, también se incide en que es en las grandes ciudades y en los municipios rurales donde se produce una mayor presencia de hogares unipersonales. Y, uno de los indicadores más relevantes, es el hecho de que en estos hogares se produce un incremento de gastos, lo que también limita a las personas que pueden vivir solos. De hecho, es muy reducido el número de personas que viven solas y que cuentan con menos de 30 años aunque quisieran, obviamente, ya que no pueden acceder a una vivienda ante la imposibilidad de poder costearla, sea en propiedad o en alquiler. Igualmente, también se observa la diferencia entre el hecho de que vivir solo sea una elección o una situación obligada, por ejemplo separaciones, divorcios o viudedad. 

Como hemos indicado anteriormente, estos datos nos muestran una serie de cambios de nuestras sociedades, donde se combinan factores que lo explican que van desde lo económico a los sociales. La situación de la vivienda, esa crisis estructural que parece no tiene solución, explica que muchas personas no puedan acceder a una vivienda para vivir solos, si quieren. Pero, también, los cambios derivados de los procesos que están ocurriendo en las estructuras familiares, con un incremento de separaciones y divorcios, con hogares unipersonales que ya no responden a esos criterios más clásicos. Son cambios que deben ser seguidos y analizados porque nos muestran transformaciones de las sociedades, y también nuevos retos y desafíos para dar respuesra a las consecuencias de los mismos. 






 


































































 

 

 


 



 

 
















El coste de tener hijos

Por EQUIPO AICTS / 31 de marzo de 2025

familiasLa situación de la natalidad en España se encuentra en el momento más bajo que se recuerda. En la actualidad, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índide de Fecundidad, número de hijos por mujer, se ha situado en 1,16, muy lejos de la Tasa de Reemplazo que es 2,1. Este escenario es una realidad desde hace décadas y las soluciones que se postulan no han dado resultado. Partiendo de la base de la transformación del sistema de valores de nuestras sociedades, superando el hecho de que la elección de tener hijos es eso, una elección, y no una "obligación" y que, por decisiones de proyectos de vida, hay personas que no van a tener hijos, y es legítimo, no es menos cierto que muchas personas que quieren tenerlos o tener más, no pueden hacerlo por las condiciones socioeconómicas. También hay que recordar que nuestra visión de la natalidad pasa, mayoritariamente, por la planificación, por decidir en qué momentos de nuestras vidas queremos tenerlos, y estos suelen estar vinculados con la consolidación laboral y profesional, con contar con una vivienda, y con una base que permita tener y criar hijos con una estabilidad y seguridad vital. Se ha llamado a este proceso "hijos de calidad", hecho que es contestado desde determinadas voces que indican que antes se tenían hijos sin considerar los escenarios económicos o de estabilidad, o que hay colectivos que sí que los tienen con independencia de si pueden o no. Pero, no cabe duda de que este proceso es un avance lógico, en el sentido de que padres y madres quieren darles a sus hijos e hijas toda la seguridad y estabilidad posibles, y más. Cuestionar que no se tengan hijos por motivos socioeconómicos tiene poca base. Más adelante volveremos sobre la cuestión.

Sobre transiciones y procesos demográficos se ha escrito y explicado todo de forma constante. Hay unanimidad en el diagnóstico, nuestras sociedades han evolucionado en relación a la transformación de los sistemas de valores y, como hemos señalado anteriormente, lo que era una "obligación", tener hijos, es una opción. Junto a ello, cuestiones centrales y clave como la emancipación de la mujer, los métodos anticonceptivos, etc. Tras el "baby boom" de las décadas de los 50 a finales de los 70 del siglo XX, que en España fue un poco más tardío, la Natalidad comenzó a caer paulatinamente en un descenso constante. Por ejemplo, en el caso español, ya en la década de los 80 del siglo XX se observa claramente, intensificándose en las décadas del siglo XXI. De hecho, si España ha conseguido que su población aumente significativamente en varios millones de personas desde finales del siglo XX es por la inmigración. La situación de la Natalidad ha dado lugar a un Crecimiento Vegetativo en no pocas ocasiones negativo. El aumento de la edad del primer hijo, ya por encima de los 30 años en el caso de las mujeres, también es un indicador de este escenario, lo que limita la posibilidad de un segundo hijo. Además, aunque los colectivos que son de origen extranjero, muy heterogéneos también en sus estrategias en relación a tener hijos, tienen fecundidades más elevadas, no es menos cierto que tampoco superan la Tasa de Reemplazo y que, a medida que se van consolidando las segundas y terceras generaciones, también se observa un descenso del Índice de Fecundidad.

Pero, de nuevo, debe insistirse que es la variable económica la que determina el hecho de que muchas personas que manifiestan que quieren tener hijos, o quieren tener más de los que tienen, no pueden. Este hecho queda claramente visibilizado en un estudio reciente de Save the Children que aborda estos aspectos y que muestra una situación compleja. A través de fuentes secundarias, basadas en las rentas de los hogares, en 2024, criar un hijo o hija en España tenía un coste de media de 758 euros. Y esta cifra había crecido un 13% con respecto a 2022 debido a la inflación. Además, el coste de la crianza es todavía mayor en la adolescencia. De esta forma, y siguiendo los resultados del informe, "1 de cada 2 familias con hijos o hijas en España debe destinar más de la mitad de su renta a los gastos de crianza, que cada vez ocupa una porción mayor de las rentas del hogar". Save the Children detalla y específica cada partida de gasto, incluyendo todos aquellos conceptos que están vinculados a la crianza, y también indica la evolución de los mismos, aumentando la gran mayoría de ellos, aunque alguno desciende como el transporte. Además, también señala algunas soluciones a esta situación como sería institucionalizar una prestación para la crianza, entre otras. Igualmente, se incide en el hecho de que este coste influye en el riesgo de pobreza y en la vulnerabilidad de niños y adolescentes. 

Los datos e indicadores que nos muestran este interesante informe no son una novedad, lamentablemente. Sin embargo, sí que nos permiten ver claramente, y poner cifras, a criar a hijos en España. Obviamente, son medias, hay importantes diferencias en función de las rentas disponibles de las familias y de la variable territorial. Pero, no cabe duda de que hay un incremento del coste de la crianza, a la vez que se ha producido una precarización del mundo del trabajo. Y, en este sentido, cobra también especial importancia el hecho de que muchas familias precisan de ayudas de sus padres y madres para estos gastos, como señalábamos en artículos anteriores. Las soluciones, si se quiere abordar este escenario en serio, pasan primero por una cuestión tan estructural, y que no puede ser en el corto plazo, como es el contar con mejores salarios y condiciones laborales. Esto, como decimos, no es inmediato. Mientras tanto, las Administraciones Públicas deben seguir trabajando en cuestiones como la conciliación, las ayudas e incluso la prestación que propone Save the Children. Sin embargo, no parece que ni a corto ni a medio plazo el escenario vaya a cambiar a un ascenso de la Natalidad. Más bien al contrario. 






 


































































 

 

 


 



 

 
















La ayuda familiar

Por EQUIPO AICTS / 24 de marzo de 2025

viviendasNo dejamos de abordar en el Blog de AICTS los escenarios a los que se enfrenta buena parte de la sociedad en relación al acceso a la vivienda, como un indicador de las transformaciones a las que nos estamos enfrentando aunque, realmente, podemos considerar que son estructurales. Y, en este caso, nos centramos a cómo las familias, padres y madres, tienen que apoyar a sus hijos e hijas, nietos y nietas incluso, para acceder a la vivienda. Pero, no solo eso, sino que también en otros ámbitos de la vida y de las inversiones y gastos que tienen que llevar a cabo. Y, este hecho ocurre ya no solo en los momentos en los que se emancipan las personas, que es en este caso, por ejemplo, cuando se produciriría una ayuda, sino también a lo largo de sus trayectorias vitales. La ayuda familiar, especialmente en modelos de sociedad como los nuestros, basadas en unas concepciones familistas del Estado de Bienestar, ha sido determinante. No solo cubriendo las etapas vitales, lo que puede ser por ejemplo la ayuda en los estudios, sino en esos pasos vinculados a la adquisición de la vivienda. Las generaciones que pasaron de clases trabajadoras y del éxodo rural a las clases medias aportaron a sus hijos e hijas capitales para la emancipación, obviamente aquellas que pudieron. Luego, estas mismas generaciones también asumieron labores de cuidado de nietos y nietas. Y, por supuesto, el impacto de la crisis sistémica de 2008 habría sido todavía más amplia de no ser por el apoyo familiar, cuando muchas personas se vieron en el desempleo, o en una elevada precarización de sus condiciones de vida, y fueron las familias las que acudieron en su ayuda, viviendo situaciones muy complejas. Este hecho, lógicamente, tuvo sus consecuencias en las propias familias, que vivieron una pérdida de rentas y sufrieron importantes procesos de estrés. Además, estas generaciones habían conseguido contar con recursos y ahorros, cosa que las siguientes no, lo que implicará que no puedan ayudar a sus hijos e hijas de la misma forma. 

Sin embargo, la ayuda familiar ha quedado fijada como una necesidad en no pocos casos para los proyectos de vida. Y no se trata únicamente de que padres y madres ayuden a sus familiares en caso de necesidad, por ejemplo cuando ocurre un problema o viene un gasto imprevisto, hecho que es cada vez más frecuente al existir más familias y personas que viven en un día a día permanente, como consecuencia de la precarización del empleo y del incremento del coste de la vida. No, es algo que se ha convertido en estructural, y que afecta transversalmente a la sociedad. En un artículo reciente de Esteban Hernández en El Confidencial, bajo el título "Por qué cada vez más gente que vive en Madrid es ayudada por sus padres", el escenario es dibujado de forma precisa. Hernández parte de un hecho que puede considerarse específico. Son personas que viven en Madrid, una gran ciudad que ha visto complicarse el acceso a la vivienda, como todas. Y afecta a muchas personas que también vienen de otras ciudades a trabajar y vivir en Madrid porque es en este tipo de localidades donde se concentran en mayor medida las oportunidades. Hablamos también de personas de clases medias y medias altas, cuyo proyecto de vida pasa por estos pasos. Hernández traza la línea que va de este fenómeno a una generalidad cada vez más amplia, señalando acertadamente que el nivel de vida serían los padres y que, en no pocos casos, se produce un adelanto de lo que sería la futura herencia para esos costes derivados de los proyectos de vida o incluso, como hemos señalado anteriormente, para vivir en el día a día.

En la misma dirección, pero centrándose en la cuestión de la vivienda, El País publicaba el reportaje "Emancipados a medias: 'Trabajar, compartir piso y necesitar ayuda de tus padres es surrealista'", firmado por Luis Paz Villa. Como en otras ocasiones, el artículo se basa también en testimonios de jóvenes, y no tanto, que se encuentran en esa situación. De nuevo, aunque sea un proceso que afecta en mayor medida a las grandes ciudades, es una realidad cada vez más extendida. La emancipación a edades tempranas se ha ido convirtiendo en una especie de quimera debido a las dificultades del mercado laboral y de la precarización de la vida, junto con el incremento de los precios de las viviendas, tanto en propiedad como en alquiler. Compartir casa era visto como una etapa de la vida, correspondiente a los momentos de estudiar o de una primera emancipación, como una fase, pero se ha extendido en muchos casos. La ayuda familiar acude al rescate incluso en situaciones de precariedad. Y, estas situaciones van a provocar también un impacto psicológico y en la identidad de las personas.

Por lo tanto, la ayuda familiar en nuestras sociedades sigue siendo una realidad determinante. Hernández señalaba en su artículo que habíamos pasado de una situación en la que eran los hjos los que ayudaban a sus padres a otra donde es lo contrario. Y es así cómo está ocurriendo. Podemos focalizarlo, porque es un hecho clave, en la cuestión de la vivienda, especialmente en el caso de las grandes ciudades pero no únicamente. Pero, afecta a numerosos más ámbitos, como cuando ocurre un gasto imprevisto. Al final, y siguiendo las tesis planteadas por Hernández, estamos ante un desclasamiento cada vez más evidente, generándose disonancias muy significativas entre la clase social a la que uno cree pertenecer y en la que realmente se encuentra. 





 


































































 

 

 


 



 

 
















Adolescencia

Por EQUIPO AICTS / 17 de marzo de 2025

pokemon pokemon go phone game 159395Todas las etapas de la vida tienen sus situaciones y especificidades, sus retos y desafíos. Vivimos en un periodo en el que, en no pocas ocasiones, ritos de las diferentes etapas se han trastocado y, además, también se han producido transformaciones en los tiempos que podían durar las mismas. Es evidente que algunas de ellas, especialmente las iniciales y las finales, tienen unas fronteras más definidas, especialmente por cuestiones biológicas, pero otras no. De hecho, no faltan visiones que señalan que, por ejemplo, ser joven no depende de la edad sino de cómo uno se sienta y se tome la vida. Pero, no cabe duda de que si hay una etapa que está siendo trastocada especialmente en nuestro tiempo es la de la adolescencia y la primera juventud. Una etapa de la vida que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que va de los 10 a los 19 años, lo que también nos muestra una elevada diversidad de situaciones, porque no es lo mismo de 10 a 15 años que de 16 en adelante, a los 16 se ha podido dejar de estudiar y comenzar a trabajar. Es una etapa que fija buena parte de los aspectos de nuestra identidad, una etapa que tiene unas consecuencias que pueden ser determinantes en muchos aspectos. La adolescencia, por tanto, es una época de cambio, de transformación, de búsqueda, de encuentro, pero también de dudas e incertidumbres. Nuestra época es fascinante para ser adolescente, seguramente todas lo han sido, pero no es menos cierto que sus condiciones también implican un aumento de esas dudas, incertidumbres y desafíos en comparación con las anteriores. Además, también contamos con un enorme volumen de información sobre la misma, sometida a un continuo escrutinio. Pero, a pesar de ello, también existe incomprensión y cuestionamiento de unas generaciones, como siempre ha ocurrido. 

ETHIC publicó un interesante artículo, firmado por Patricia Fernández Martín, bajo el título "¿Cómo es ser adolescente hoy en día?". En el mismo, se identifican algunas de las cuestiones que afectan a este colectivo, como por ejemplo la soledad no deseada, la precariedad laboral y la conexión digital. Para abordar estos complejos escenarios, se incide en el papel del apoyo familiar, así como la prevención a través de programas comunitarios, que sirvan de prevención y apoyo a situaciones que se pueden generar vinculadas a esta soledad o a determinadas adicciones, cobrando especial atención la cuestión de las tecnologías. No cabe duda de que, una de las cuestiones centrales a la hora de abordar la situación de los y las adolescentes es el papel de las citadas tecnologías. Este cambio, en los últimos 25 años, es un proceso estructural, que afecta a todos los ámbitos de la vida y a todos los colectivos. Pero, en el caso de los y las adolescentes es todavía más amplio. Las tecnologías son omnipresentes y, en mayor medida, en este grupo. Buena parte de sus interacciones pasan por el papel de las Redes Sociales, por ejemplo, fundamental las más visuales y basadas en la imagen, como son Instagram y TikTok. Una sociedad que también se basa en exponerse públicamente a través de estos canales. Pero, este hecho no afecta únicamente a adolescentes y jóvenes, por mucho que habitualmente se incida en ello. Pero, obviamente, en unos colectivos de esas edadas, tan sensibles y en un periodo de construcción de su identidad, la exposición a las Redes Sociales y las pantallas puede tener consecuencias muy graves. La prevención y gestión de estos procesos, por ejemplo con cuestiones como la soledad no deseada, paradójica en un tiempo de tanta conectividad pero real, es clave. Pero, la digitalización es una realidad estructural, como decíamos, y llega a todos los niveles. La consecuencia más dura son los casos en los que se produce una adicción a las pantallas, y este hecho también ocurre a otros grupos de edad y no es exclusivo de estos colectivos, y para ello insistimos en la necesidad de la prevención y la gestión. Paradójica una época en la que decimos que esta situación es un problema pero, por otra parte, toda nuestra vida se basa en las tecnologías.

Otra cuestión clave que aborda el artículo de Fernández Martín es el acceso al empleo. Es un tema que, en el Blog de AICTS, hemos señalado en numerosas ocasiones para los jóvenes. En el caso de las personas que con 16 años entran en el mercado laboral, la situación se complejiza mucho más. Por un lado, hay que tener en cuenta que son colectivos que han dejado los estudios por lo que su cualificación será, en el mejor de los casos, el graduado de Secundaria. Es decir, la limitación de trabajos y su tipo es alta, enfrentándose a una precariedad que puede ser el primer paso de la misma y alargarse, o bien es una estación más en ese camino porque su origen socioeconómico va a determinarlo. Por otra parte, hay personas que a partir de los 16 años se ponen a trabajar por necesidad, aunque sigan estudiando, o por entrar en el mercado laboral y contar con unos ingresos para sus gastos. En ambos casos, y con el esfuerzo que supone, la situación es similar a la anterior, y es encontrarse en un mercado laboral con precariedad. Sí, sabemos que antes la situación no era muy diferente, pero ha ido claramente a peor, sin entrar en idealizaciones del pasado.

Por lo tanto, situaciones complejas para los y las adolescentes. Sí, como siempre ha sido, y es obvio que hubo épocas en las que ser adolescente era mucho peor, como todo. Pero, en la actualidad, este colectivo se enfrenta a retos y desafíos que nos afectan a todos porque, por un lado, debemos tener en cuenta la responsabilidad intergeneracional y, por otra parte, que son las personas que van a definir y protagonizar la sociedad del mañana. 



 


































































 

 

 


 



 

 
















El impacto del descenso de la natalidad en el sistema educativo

Por EQUIPO AICTS / 10 de marzo de 2025

El debate sobre el impacto del descenso de la natalidad en el sistema educativo está encima de la mesa hace tiempo. Sin embargo, ante el proceso que estamos viviendo, el escenario está presentándose ya como urgente. El pasado 28 de febrero, Ignacio Zafra publicaba en El País un extenso reportaje que abordaba la situación, con diferentes visiones sobre la situación en relación a las medidas a tomar. Bajo el título "'En clase de mi hija son 10': empiezan a morir colegios por falta de niños en las ciudades", se mostraban casos en los que había centros educativos que estaban ya en un claro retroceso en las matriculaciones de niños y niñas en Educación Infantil. Estos testimonios se completaban con la visión de distintos expertos sobre las medidas a abordar ante este escenario que es estructural. Partiendo de la base de la medida que ha comenzado a articular el Gobierno Vasco para fusionar centros educativos, se presentaban las visiones de reconocidos expertos como Lucas Gortazar, de EsadeEcPol, que incidía en que esta solución sería la que tendría que ir dándose en el resto de España, además de incidir en que se cerrarán centros educativos. El mismo escenario, en relación a la fusión de centros, señala la Fundació Bofill. Pero, por otro lado, diferentes visiones desde el ámbito de las administraciones educativos relativizaban la situación, presentándose como una oportunidad para la bajada de ratios. Otros de los debates que se recogían en este artículo era la situación de los cierres en relación a la titularidad de los centros, públicos o privados concertados, así como en el caso del empleo. De esta forma, el cierre de centros afectaría al empleo, especialmente en los segundos, ya que en los primeros su impacto sería más relativo, debido a la condición de funcionarios, pero sí que tendría consecuencias en las interinidades y en las futuras contrataciones. En el caso de los concertados, ya hay casos de fusiones de centros en los que ha habido un impacto en el empleo.

El escenario, por lo tanto, es complejo y precisa de una planificación ante esta situación. Como hemos señalado anteriormente, no está siendo algo inesperado ni imprevisto. Al contrario, la situación de la bajada de la natalidad viene dándose desde hace décadas y, a pesar de mitigaciones vinculadas al impacto de la inmigración y a que las últimas generaciones del "baby boom" tuvieron sus hijos tardíamente, alrededor de los 30 años, en los años 2008-2010, la situación es complicada. La natalidad ha seguido descendiendo y cada vez se observan más dificultades para tener hijos en parejas que tienen como parte de su proyecto de vida el tener hijos e hijas. El retraso de la edad del primer hijo sigue aumentando y la precarización del empleo y de las condiciones de vida, el acceso a la vivienda, y el hecho de que la estabilización laboral y profesional se alargue en el tiempo, condicionan claramente esta situación. De esta forma, con unos índices de fecundidad que apenas superan el hijo por mujer, con desequilibrios territoriales pero con un escenario negativo en todas las regiones, el dato es concluyente: en una década, España ha perdido casi medio millón de alumnos y alumnas. 

Hay que recordar que, a pesar de sus debilidades y disfuncionalidades, la evolución del sistema educativo español, con las competencias transferidas a las Comunidades Autónomas, ha sido uno de los grandes cambios de la sociedad española en las últimas tres décadas. A lo largo de los últimos años, uno de los debates más recurrentes ha sido también el del descenso de las ratios, para garantizar una mejor calidad y una atención más personalizada de la educación. Además, también los debates han contado con el escenario de la oferta educativa, en un país en el que la libertad de elección de centro es un derecho. El aumento de la oferta de la educación privada concertada, también con importantes desequilibrios regionales, ha estado en el debate. Sin embargo, no es menos cierto que, a pesar de estos escenarios, no se han producido grandes cierres de centros. De hecho, aunque se han dado también en ciudades, la mayor parte de los mismos se han producido en entornos rurales afectados por procesos de despoblación. Y sin olvidar que las ratios para mantener una escuela abierta en no pocas Comunidades Autónomas son cinco estudiantes por escuela, dándose el caso de situaciones en las que hay colegios con tres o cuatro niños y niñas.

El escenario está ahí y la fusión de centros es una realidad que ya se está dando en algunos lugares. También se están produciendo situaciones en centros concertados en los que se da ese proceso, con su impacto en el empleo. Por otra parte, el debate sobre la reducción de las ratios puede tener un límite, ¿hasta qué cifra se puede llegar? Además, la cuestión del aumento de la oferta educativa tanto en el caso de la pública como de la concertada es relevante, cuando se observa que, en la actualidad, sobran plazas. Un debate, por lo tanto, muy importante porque afecta a uno de los derechos básicos como es la Educación y precisa de planificación y estrategia no solo al corto plazo, sino al medio y largo plazo, aunque las proyecciones de población indiquen que, en la próxima década, pueden darse leves repuntes a medida que diferentes grupos de edad vayan llegando a la natalidad. Pero, obviamente, eso no será una solución a un escenario como el actual. 



 


































































 

 

 


 



 

 
















A vueltas con la vivienda (y sin solución)

Por EQUIPO AICTS / 03 de marzo de 2025

En el Blog de AICTS, son numerosas las entradas que hemos dedicado en estos años a la cuestión de la vivienda, su situación y la accesibilidad. Las últimas, no hace mucho tiempo. Y es que, una vez más, debemos incidir en el escenario del mercado de la vivienda y de cómo se está produciendo una exclusión del mismo para numerosos colectivos. La vivienda digna es un derecho pero, como pasaba hace dos décadas y media y durante buena parte de la primera década del siglo XXI, este derecho es papel mojado. Las noticias que van surgiendo sobre la vivienda muestran nuevos datos e indicadores sobre las enormes dificultades para buena parte de la población para acceder a la misma. Y el escenario no va a mejor, al contrario, a peor. No se atisban soluciones de carácter político que puedan regular un mercado que se ha descontrolado a lo largo de estos últimos años.

Hay que partir de la base, como hemos planteado en otros artículos, que la cuestión de la vivienda en España tiene unas características estructurales y específicas. Somos una sociedad que valora especialmente la vivienda en propiedad, como un mecanismo de seguridad de "tener algo tuyo". Esta mentalidad, muy interiorizada por generaciones y generaciones, que sigue estando presente, ha sido parte de nuestra socialización y se relacionada con un proceso de movilidad social y de construcción de unas clases medias. Es decir, la vivienda en propiedad era un símbolo de estatus. La vivienda en alquiler, por el contrario, se entendía como algo provisional, como un paso previo, o como una muestra de la imposibilidad de poder acceder a una vivienda en propiedad. Muchas generaciones recordamos el mantra que era lugar común: "un piso en alquiler, es tirar el dinero". Sin embargo, durante parte de este periodo, acceder al mercado del alquiler era más factible y viable que al de la propiedad. Es decir, había un stock de viviendas en alquiler que eran accesibles y que permitía otras acciones dentro del proyecto de vida. Te podrían estigmatizar, pero se podían pagar los alquileres.

También hemos señalado en no pocas ocasiones todo lo ocurrido en aquellos años de la "burbuja inmobiliaria", un periodo terrible para la cuestión de la vivienda en el que el mercado se desató a través de varios factores. Además de los sociológicos y culturales, era una época de expansión económica, con no pocas personas de las generaciones del "baby boom", es sus estertores, accediendo a la vivienda en propiedad. Había factores como el hecho de que parte de estas generaciones habían retrasado su edad de emancipación, por estudios y precisamente por conseguir una vivienda en propiedad, lo que les había permitido contar con ahorros gracias a haber vivido en casa de sus padres. Además, sus familias, en caso de ser posible, también les iban a apoyar con ayudas para entradas, por ejemplo. Finalmente, el sistema bancario iba a facilitar el crédito, lo que también empujó a un mercado de la vivienda a niveles desconocidos. Nuestras ciudades cambiaron radicalmente, surgieron nuevos barrios en todas ellas. Compraban las viviendas las personas que accedían a la misma por primera vez, sí, pero también sus padres y madres que, muchos de ellos procedentes de las clases trabajadoras, dejaban sus barrios en los centros de las ciudades para irse a estas nuevas zonas. De nuevo, una cuestión de movilidad y de estatus, pero especialmente de mejora de sus condiciones de vida. El incremento del precio de la vivienda en propiedad, no el del alquiler, generó una situación en la que personas y familias se hipotecaban para 30 o 40 años. Lo que vino después, con el estallido de la "burbuja inmobiliaria", todo el mundo lo recuerda: crisis estructural de un sector, desempleo, desahucios... Y el error de pensar que esto no podría volver a ocurrir, pero está pasando de nuevo.

Hoy, la crisis del acceso a la vivienda tiene otras connotaciones. Afecta por igual al precio de la vivienda en propiedad y al alquiler. Es decir, no se salva ya ningún ámbito. La transformación de las ciudades, la turistificación, la presión sobre el mercado, son factores determinantes que han dado lugar a la situación ya descrita en otras entradas del Blog. Esta semana, dos artículos y noticias han incidido en la cuestión. En ETHIC, Raquel C. Pico analizaba el escenario en un interesante trabajo bajo el explícito título "La expulsión inmobiliaria". Los datos, no por conocidos, son elocuentes. Las enormes diferencias entre el aumento del precio de la vivienda, insistimos que tanto en propiedad como en alquiler, y el de los salarios; la precarización y la imposibilidad de comprar un piso para una parte de la población. Pico termina el artículo indicando que "Algunos análisis ya advierten que la brecha del mañana para la población millennial será entre quienes hereden casa de sus padres y quienes no". Y aquí aparece un elemento clave como es, una vez más, la importancia del origen familiar y su nivel económico. La herencia será una vivienda en propiedad, está claro. Esta cuestión, el peso de la familia en el acceso al mercado de la vivienda, o en contar con una, se relaciona con la noticia que publicaba El País titulaba "Las familias donan más dinero que nunca a los hijos para ayudarles a comprar una vivienda", señalando que, en 2024, los notarios habían registrado más de 200.000 cesiones de dinero a familiares para la compra de vivienda. Es la cifra más elevada en la historia de España en este indicador. De nuevo, como en tantas ocasiones, la ayuda de la familia es determinante y puede condicionar el acceso a la vivienda. 

En definitiva, un escenario dantesco que nos muestra que no aprendimos mucho, o nada, del pasado. Que está volviendo a pasar, aunque de forma incluso más exagerada. Que las políticas públicas están fracasando en este sentido, no observándose una dirección clara en relación a cuestiones como la gestión del suelo, la vivienda de protección oficial (¿recuerdan aquellos sorteos?), o la vivienda y el alquiler social. Son parches que no cubren el grueso del problema.