Necesidades educativas
Por EQUIPO AICTS / 15 de abril de 2024
Si la semana pasada regresábamos a la vivienda, como una de las problemáticas clave de nuestras sociedades, toca hacerlo en esta ocasión a la situación de las necesidades educativas. Durante la última década y media, se han producido numerosos cambios en nuestros sistemas educativos que se han mostrado mucho más sensibles a las mismas. Es una evolución muy positiva que se ha venido dando desde un escenario en el que se producían exclusiones y segregaciones en los sistemas educativos, a una situación como la actual que va camino de la inclusión, como paradigma central, aunque todavía queda camino por recorrer. El tránsito en este proceso no ha sido sencillo, dándose pasos que han ido generando sistemas educativos basados en la comprensividad. Es decir, teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades de cada alumno y alumna. Inicialmente, la resolución de las diferentes problemáticas se centraba en la compensación, entendiendo las necesidades como unas carencias que tenían estos colectivos. El segundo paso fue el de la integración, generando medidas de adaptación de los sistemas educativos. Finalmente, la inclusión, teniendo también en consideración el marco de la atención a la diversidad, es una visión mucho más holística y global, que implica una mirada que hace hincapié en el "para todos y todas y con todos y todas". Sin embargo, estos pasos también precisan de cambios, de formación y de recursos, especialmente de recursos y medios.
Las estadísticas de la Educación del Ministerio de Educación y Formación Profesional del Gobierno de España muestran cómo, en el curso 2021/22, un 2,6% de los estudiantes en las Enseñanzas del Régimen General contaban con "Necesidades de Apoyo Educativo", sin contrar en esta estadística el alumnado en Educación Especial. Destaca la presencia de un 7,1% de estudiantes con estas necesidades en Formación Profesional Básica. Estos estudiantes, matriculados en centros ordinarios, contaban con diferentes discapacidades, destacando la auditiva (95,4%). Además, un 84,1% contaban con Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) y un 98,3 con Trastornos Graves de Conducta. Por su parte, más de 500.000 estudiantes de estas enseñanzas contaban en el mismo curso con "Necesidades de Apoyo Educativo". Las mismas provenían, para más de 230.000 alumnos y alumnas, de Trastornos del Aprendizaje, mientras que en 139.278 casos, el escenario era derivado de una situación de vulnerabilidad socioeducativa.
Por lo tanto, no cabe duda de que estamos hablando de un elevado contingente de estudiantes que se encuentran en esta situación, y es un número que va en aumento, prestando también especial atención a las cuestiones derivadas del bienestar emocional y de la salud mental. Este incremento viene motivado por dos motivos, especialmente. Por un lado, por los cambios acelerados en nuestras sociedades, que también tienen su impacto en estas necesidades. Y, por otro lado, en el aumento de la sensibilidad de los sistemas educativos hacia la inclusión, así como en una mayor capacidad de detección de estas circunstancias. Este hecho es, sin ninguna duda, un importante avance. También es cierto que, a lo largo de estos años, se han ido incrementando los recursos humanos y el personal destinado a atender y trabajar con estos colectivos. Desde los equipos de Orientación de las Administraciones Públicas y de los centros, pasando por figuras como los vinculados a la Pedagogía Terapéutica (P.T.), los educadores sociales, etc., se han vuelto comunes en los centros. Además, se incide en la necesidad de una mayor relación entre el sistema educativo y los Servicios Sociales dando una mayor presencia a los trabajadores y trabajadoras sociales en este ámbito.
Sin embargo, a pesar de los avances señalados, todavía queda camino por recorrer, como hemos indicado en los párrafos anteriores. Para que se produzca una inclusión educativa más efectiva, son precisos cambios metodológicos y conceptuales, pero también incidir en los recursos y en el personal. La inclusión educativa se basa en parte en una atención más individualizada pero, para ello, el personal y los recursos deben incrementarse, facilitando así una mejor inclusión de estos colectivos en las aulas y en el sistema educativo. La inclusión no solo debe ser teoría sino también práctica. Hemos avanzado mucho, lo dicho, pero hay necesidades que todavía precisan de más apoyos y recursos.