El acceso a los estudios superiores
Por EQUIPO AICTS / 29 de abril de 2024
En nuestra sociedad, nos hemos acostumbrado, afortunadamente, a que el acceso a los estudios universitarios sea una realidad para muchas personas y familias. Las personas que tenemos ya una edad, hemos pasado por varios estadios en ese sentido. Al ser de las generaciones en las que se expandió la llegada de estudiantes de las clases trabajadoras y medias aspiracionales a las universidades, incluso cambiando de ciudad para estudiar, nuestra visión se ve marcada por dos procesos. El primero, el propio acceso. Recordamos cómo, en los años 80 y 90, cuando parte de los que formamos el equipo de AICTS, estábamos cursando el Bachillerato, la llegada a la Universidad era una realidad factible. Es decir, estaba institucionalizado dicho camino. Eso no quiere decir que, obviamente, no se diesen numerosos casos, eran mayoría, en el lado contrario. Estudiantes que dejaban los estudios, antes de la LOGSE la edad en la que se permitía era los 14 años; que iban por la Formación Profesional, una vía muy estigmatizada especialmente en aquellos momentos ya que, en su conjunto, se valoraba a la Formación Profesional como unos estudios "de segunda", hecho que ha tardado mucho en ser subvertido, y no del todo; y, en tercer lugar, personas que no conseguían terminar sus estudios en el Bachillerato. También estaban aquellos y aquellas estudiantes que, habiendo finalizado, no podían acceder a las universidades por motivos socioeconómicos. Sin embargo, si en tu entorno había más personas que sí lo hacían, si en las familias se daban estrategias que iban encaminadas hacia los estudios universitarios, era la "realidad" en la que te desenvolvías. Además, y dentro de las transformaciones de la sociedad española, la contrucción de un Estado de Bienestar también afectaba al acceso a la Educación Superior, con el incremento de becas y ayudas y el aumento de nuevas universidades. Este último factor, ridiculizado en no pocas ocasiones señalándose que el sistema universitario español cuenta con más centros de los que precisa, no ha sido suficientemente puesto en valor, desempeñando las universidades públicas una función social en ese sentido. ¿Cuántas personas que, habiendo querido estudiar en la Universidad, lo han logrado gracias que en sus ciudades y regiones se institucionalizaron estos centros? Sin olvidar los ya señalados que pudieron ir a otros lugares gracias a las becas. Por lo tanto, había personas que estudiaban en la Universidad, iban creciendo y lo hacían en buena medida gracias a un Estado de Bienestar pero también a los esfuerzos de las familias. Sin embargo, eran más las que no alcazaban estos estudios, y la variable socioeconómica estaba presente entre las causas.
El segundo factor está implícito en los argumentos señalados anteriormente. La mayor parte de los padres y madres, de los abuelos y abuelas, de esos chicos y chicas que, en las dos décadas finales del siglo XX llegaron a la Universidad desde las clases trabajadoras y medias, la veían como algo lejano e imposible. Como una aspiración para sus descendientes. Pero, en aquellas décadas, la Universidad era un espacio prácticamente cerrado para estos grupos sociales. Las brechas de clase social eran casi insalvables y, las personas que procedían de esos entornos que llegaban a la Universidad, eran muy pocas. Por lo tanto, esa meta aspiracional de las clases trabajadoras y medias, que no habían ido a la Universidad, de que sus hijos e hijas fueran a la Universidad, era un motor que fue inculcado dentro de las siguientes generaciones. Obviamente, aquí se produjeron también algunas consecuencias no queridas, por ejemplo una asunción acrítica de la meritocracia, o el dar por sentado que este era un "camino natural". Aunque, no es menos cierto que se era consciente de las diferencias sociales y de que no era tan fácil.
Esta larga introducción viene al hilo de un reciente e interesante estudio que ha publicado el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades que lleva por título El perfil socioeconómico del estudiantado universitario en España. Nos encontramos ante un trabajo necesario que nos permite ver una radiografía de este numeroso colectivo, casi un millón de estudiantes en el curso 2017-18, que es el que sirve de base del estudio. Las variables que fueron empleadas para dicho trabajo fueron el nivel de ocupación y el nivel de estudios de los padres y madres de los universitarios. De esta forma, los datos recabados confirman cuestiones de sobra conocida como son el hecho de que, a mayor nivel de renta y de estudios de los progenitores, se eligen en mayor medida universidades privadas que públicas, así como más estudios vinculados a las Ciencias que a las Letras y/o las Ciencias Sociales. Además, el nivel de ocupación y de estudios, determinante en el nivel de renta, también marca el que las familias puedan enviar a sus hijos e hijas a estudiar a universidades en otras ciudades o regiones.
Como hemos comentado, nada nuevo bajo el sol. Se demuestra, una vez más, que el origen socioeconómico sigue siendo determinante en las trayectorias educativas y en su desarrollo. Puede que, en comparación con otras décadas, no sea tan importante en el caso del acceso, pero sí a qué estudios y universidades pueden llegar. De esta forma, variables como el capital social y cultural, en términos de Pierre Bourdieu, la información a la que acceden las familias, los recursos (incluido el tiempo) que pueden dedicar a analizar y planificar estas decisiones y, obviamente, el nivel económico, están presentes y cada vez más. Todo ello se sucede a lo largo de la Educación, en todas las etapas y niveles pero, cuando se llega a la Universidad, los que lo hacen, estas variables adquieren una dimensión todavía mayor, apoyándose en las tomadas en etapas anteriores como un efecto dominó. Además, las ayudas y becas a los estudios superiores han crecido en número de beneficiarios, pero cubren menos gastos ya que han crecido las tasas y el nivel de vida. Sumergirse en los datos de este trabajo nos muestra la imagen de la sociedad en la que nos encontramos y la que se está configurando. Hay personas y colectivos, de forma interesada, que inciden en que hay muchas universidades y universitarios, que los niveles de empleabilidad no son altos para muchas carreras, etc. Pero, con todos los fallos y defectos del sistema universitario, muchos, precisamente estos no son achacables al mismo. Al contrario.
En nuestra sociedad, nos hemos acostumbrado, afortunadamente, a que el acceso a los estudios universitarios sea una realidad para muchas personas y familias. Las personas que tenemos ya una edad, hemos pasado por varios estadios en ese sentido. Al ser de las generaciones en las que se expandió la llegada de estudiantes de las clases trabajadoras y medias aspiracionales a las universidades, incluso cambiando de ciudad para estudiar, nuestra visión se ve marcada por dos procesos. El primero, el propio acceso. Recordamos cómo, en los años 80 y 90, cuando parte de los que formamos el equipo de AICTS, estábamos cursando el Bachillerato, la llegada a la Universidad era una realidad factible. Es decir, estaba institucionalizado dicho camino. Eso no quiere decir que, obviamente, no se diesen numerosos casos, eran mayoría, en el lado contrario. Estudiantes que dejaban los estudios, antes de la LOGSE la edad en la que se permitía era los 14 años; que iban por la Formación Profesional, una vía muy estigmatizada especialmente en aquellos momentos ya que, en su conjunto, se valoraba a la Formación Profesional como unos estudios "de segunda", hecho que ha tardado mucho en ser subvertido, y no del todo; y, en tercer lugar, personas que no conseguían terminar sus estudios en el Bachillerato. También estaban aquellos y aquellas estudiantes que, habiendo finalizado, no podían acceder a las universidades por motivos socioeconómicos. Sin embargo, si en tu entorno había más personas que sí lo hacían, si en las familias se daban estrategias que iban encaminadas hacia los estudios universitarios, era la "realidad" en la que te desenvolvías. Además, y dentro de las transformaciones de la sociedad española, la contrucción de un Estado de Bienestar también afectaba al acceso a la Educación Superior, con el incremento de becas y ayudas y el aumento de nuevas universidades. Este último factor, ridiculizado en no pocas ocasiones señalándose que el sistema universitario español cuenta con más centros de los que precisa, no ha sido suficientemente puesto en valor, desempeñando las universidades públicas una función social en ese sentido. ¿Cuántas personas que, habiendo querido estudiar en la Universidad, lo han logrado gracias que en sus ciudades y regiones se institucionalizaron estos centros? Sin olvidar los ya señalados que pudieron ir a otros lugares gracias a las becas. Por lo tanto, había personas que estudiaban en la Universidad, iban creciendo y lo hacían en buena medida gracias a un Estado de Bienestar pero también a los esfuerzos de las familias. Sin embargo, eran más las que no alcazaban estos estudios, y la variable socioeconómica estaba presente entre las causas.
El segundo factor está implícito en los argumentos señalados anteriormente. La mayor parte de los padres y madres, de los abuelos y abuelas, de esos chicos y chicas que, en las dos décadas finales del siglo XX llegaron a la Universidad desde las clases trabajadoras y medias, la veían como algo lejano e imposible. Como una aspiración para sus descendientes. Pero, en aquellas décadas, la Universidad era un espacio prácticamente cerrado para estos grupos sociales. Las brechas de clase social eran casi insalvables y, las personas que procedían de esos entornos que llegaban a la Universidad, eran muy pocas. Por lo tanto, esa meta aspiracional de las clases trabajadoras y medias, que no habían ido a la Universidad, de que sus hijos e hijas fueran a la Universidad, era un motor que fue inculcado dentro de las siguientes generaciones. Obviamente, aquí se produjeron también algunas consecuencias no queridas, por ejemplo una asunción acrítica de la meritocracia, o el dar por sentado que este era un "camino natural". Aunque, no es menos cierto que se era consciente de las diferencias sociales y de que no era tan fácil.
Esta larga introducción viene al hilo de un reciente e interesante estudio que ha publicado el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades que lleva por título El perfil socioeconómico del estudiantado universitario en España. Nos encontramos ante un trabajo necesario que nos permite ver una radiografía de este numeroso colectivo, casi un millón de estudiantes en el curso 2017-18, que es el que sirve de base del estudio. Las variables que fueron empleadas para dicho trabajo fueron el nivel de ocupación y el nivel de estudios de los padres y madres de los universitarios. De esta forma, los datos recabados confirman cuestiones de sobra conocida como son el hecho de que, a mayor nivel de renta y de estudios de los progenitores, se eligen en mayor medida universidades privadas que públicas, así como más estudios vinculados a las Ciencias que a las Letras y/o las Ciencias Sociales. Además, el nivel de ocupación y de estudios, determinante en el nivel de renta, también marca el que las familias puedan enviar a sus hijos e hijas a estudiar a universidades en otras ciudades o regiones.
Como hemos comentado, nada nuevo bajo el sol. Se demuestra, una vez más, que el origen socioeconómico sigue siendo determinante en las trayectorias educativas y en su desarrollo. Puede que, en comparación con otras décadas, no sea tan importante en el caso del acceso, pero sí a qué estudios y universidades pueden llegar. De esta forma, variables como el capital social y cultural, en términos de Pierre Bourdieu, la información a la que acceden las familias, los recursos (incluido el tiempo) que pueden dedicar a analizar y planificar estas decisiones y, obviamente, el nivel económico, están presentes y cada vez más. Todo ello se sucede a lo largo de la Educación, en todas las etapas y niveles pero, cuando se llega a la Universidad, los que lo hacen, estas variables adquieren una dimensión todavía mayor, apoyándose en las tomadas en etapas anteriores como un efecto dominó. Además, las ayudas y becas a los estudios superiores han crecido en número de beneficiarios, pero cubren menos gastos ya que han crecido las tasas y el nivel de vida. Sumergirse en los datos de este trabajo nos muestra la imagen de la sociedad en la que nos encontramos y la que se está configurando. Hay personas y colectivos, de forma interesada, que inciden en que hay muchas universidades y universitarios, que los niveles de empleabilidad no son altos para muchas carreras, etc. Pero, con todos los fallos y defectos del sistema universitario, muchos, precisamente estos no son achacables al mismo. Al contrario.