La inmigración

Por EQUIPO AICTS / 20 de mayo de 2024

La inmigración es una de esas cuestiones que siempre está presente porque la inmigración es tan antigua como el propio mundo. Siempre ha habido personas desplazándose por diversos motivos, el más importante es el de mejorar sus condiciones de vida y contar con un presente y futuro más factible que el que tienen en sus lugares de origen. Obviamente, en no pocas ocasiones es un hecho marcado porque la vida está en riesgo en sus propios países, bien sea por conflictos y guerras, bien por catástrofes naturales, o por la pobreza existente en los mismos. En definitiva, situaciones que siguen estando presentes y que marcan un proceso que seguirá aumentando. También han cambiado nuestras propias sociedades, receptoras de la inmigración, que tienen que enfrentarse a una serie de retos y desafíos vinculados a la inmigración. Sociedades que se constituyeron, como todas, a través una homogenización mediante la construcción de Estados - Nación y de identidades nacionales. En este contexto, también hay que tener en cuenta diversas situaciones como los países derivados de la propia inmigración, Estados Unidos por ejemplo, o los que contaban con sistemas coloniales a través de los cuales también se nutrían las metrópolis, Francia o Inglaterra. De esta forma, la asimilación de los inmigrantes, el adaptarse a la sociedad receptora, dejando de lado la de origen, caso de Estados Unidos; el ideal republicano de la integración pero con enormes dificultades derivadas de variables socioeconómicas especialmente, caso de Francia; o un tratamiento de la diversidad cultural basado en la separación y creación de compartimentos estanco, pero con bajas interrelaciones, ocurrido en Inglaterra, son algunos de los procesos clásicos para abordar la inmigración.

Sin embargo, y afortunadamente, la evolución hacia reconocimientos de la diversidad cultural y el valor del multiculturalismo, poniendo el foco en el reconocimiento de las culturas, con las teorías de Kymlicka entre otros como punto de partida, supusieron un cambio que intentaba avanzar hacia la interculturalidad, intentando dejar de lado escenarios más asimilacionistas, que también se encontraban escondidos en algunos planteamientos basados en la integración. La inmigración creció en Europa, y en el caso de España especialmente, con el inicio del siglo XXI. Además de la Globalización, sus consecuencias y la generación de una economía más interrelacionada; el incremento de la movilidad; las oportunidades en las sociedades occidentales; o escenarios producidos en relación a crisis derivadas de conflictos bélicos, Siria y Ucrania especialmente, derivaron en un aumento de la inmigración. Finalmente, y en relación con lo anterior, también se deriva la necesidad de trabajadores y trabajadoras en no pocos sectores. Y, finalmente, una crisis demográfica que afecta a las sociedades occidentales, envejecidas y con una baja natalidad. Estos dos últimos factores ponen el foco en una inmigración funcional, lo que también sitúa una cierta mirada instrumental en el colectivo de inmigrantes, considerándolos como una necesidad. Esta posición supondría repetir errores pasados a la hora de abordar su inclusión. 

Una de las consecuencias más indeseadas de la transformación de nuestras sociedades hacia una mayor diversidad cultural ha sido el incremento de discursos racistas y xenófobos. En el crecimiento de partidos y corrientes de ultraderecha ha estado presente, y así sigue, el discurso que va en contra de este proceso y colectivo. Miradas centradas en unas sociedades homogéneas y que ven a la inmigración como una amenaza, tanto en el sentido identitario como en el acceso a los servicios públicos. Se produce, de esta forma, la generación de un "chivo expiatorio" que cala en una parte de la sociedad. Es, sin duda alguna, uno de los escenarios más complejos a los que se enfrentan nuestras sociedades. 

Obviamente, también hay que tener en cuenta los retos que implica la creación de sociedades más diversas culturalmente, en todos los estadios de las mismas. Hay que partir de tres presupuestos principales. El primero, la dificultad del propio proceso. En no pocas ocasiones, no se ve, o no se quiere ver, la dificultad del mismo. Las teorías son más fáciles que la práctica, y este hecho se observa claramente en ámbitos como el educativo. Negar la complejidad del escenario generado es uno de los primeros y más graves errores que se cometen. En segundo lugar, el hecho de que generar una sociedad intercultural implica partir de unos presupuestos comunes, que deben ser asumidos por toda la comunidad. Tampoco se da en ocasiones, y esa base debe estar en los Derechos Humanos. Y, finalmente, la propia diversidad del colectivo inmigrante que, también generalmente, suele verse como un todo homogéneo. Al contrario, la diversidad del mismo es un elemento que les caracteriza, generándose un elevado número de escenarios. Por lo tanto, el reto de la diversida cultural en nuestras sociedades no se sencillo y es un proceso que tiene su tiempo y ritmos. Debemos dejar de mirar a la inmigración y a los inmigrantes, porque esto va de personas, no lo olvidemos, de forma instrumental y funcional y ser conscientes que son mucho más que los que vienen a llevar a cabo ciertos trabajos o los que van a ayudarnos a mantener nuestras estructuras demográficas.