Las ruinas del sistema

Por EQUIPO AICTS / 27 de mayo de 2024

El día 25 de mayo de 2024, El País publicaba un extenso artículo bajo el título "El modelo neoliberal se somete a revisión: así se está cocinando el nuevo orden económico mundial", firmado por Alicia González. Sin duda alguna, constituía un análisis muy interesante de la deriva del mismo y de las transformaciones que se estaban produciendo en relación al sistema económico que se ha institucionalizado en estas décadas y que, como se viene observando en el día a día, no está funcionando. El sistema económico basado en el capitalismo neoliberal de la Globalización, sustentando como un elemento determinante en las tecnologías, ha dado lugar a un incremento de la desigualdad en no pocos ámbitos, así como a unas tensiones que están afectando al ámbito político. Hemos comprado un modelo, contra el que tampoco había una gran capacidad de resistencia, que se ha demostrado que contaba con las bases de su autodestrucción. Esto no quiere decir, como en otras ocasiones, que se abogue por una vuelta al pasado, ni que nos lleve el análisis a la nostalgia o la melancolía. No, se trata de ver qué funciona y qué no. Y, obviamente, el escenario es muy complicado.

Venimos de donde venimos y hay que ser conscientes de estos mimbres. El modelo neoliberal comenzó a desarrollarse en los años setenta del siglo XX, auspiciado por unos mantras basados en las bondades del libre mercado, de la necesidade de evitar la intervención estatal, de la ineficiencia de los servicios públicos gestionados por las Administraciones Públicas, junto con el crecimiento de un sistema de valores centrados en un individualismo y consumismo que alcanzaría su máxima expresión décadas después. El contexto en el que estos principios comenzaban a institucionalizarse se sustentaba, paradójicamente, en unas sociedades que habían crecido y alcanzado niveles de bienestar, igualdad y movilidad nunca vistos gracias, en buena medida, al Estado de Bienestar, al Estado Social y de Derecho, y a unos principios de regulación estatal, junto con un desarrollo de los servicios públicos. Es una paradoja, como decimos, pero también es una cuestión que debemos observar con mirada crítica y autocrítica. Thatcher primero, en Reino Unido, y Reagan después, en Estados Unidos, fueron perfeccionando el modelo que, en la década de los noventa sería también asumido por la izquierda socialdemócrata. El neoliberalismo económico parecía un lugar de destino, recordemos el final del comunismo, y podría ser un precio asumible a pagar a cambio de avanzar en Derechos Sociales. La ortodoxia neoliberal se fue imponiendo y, por el camino, las cuestiones materiales dejaron de ser centrales en las reividincaciones políticas, también en la mayor parte de la izquierda no socialdemócrata, incluyendo la que vendría después.

Pero quedaba otro paso determinante. Si en los ochenta y noventa del siglo XX habíamos asistido a un avance en este proceso en ocasiones sutil, en el siglo XXI la Globalización lo aceleró hacia su siguiente estadio. Las deslocalizaciones y desmantelaciones industriales de los ochenta y noventa encajaban con un relato. Un progreso hacia una nueva sociedad que, como había pasado de la agricultura y ganadería a la industria, ahora lo hacía al Sector Servicios, a la cualificación, a la innovación (no olviden esta palabra). Las necesidades materiales estaban cubiertas, la formación aumentaba exponencialmente y el libre comercio iba a permitir que, a través de las interacciones e interdependencias, llegasen los bienes y servicios. Las fábricas del mundo estarían en China y en otros muchos lugares. El error estratégico de Occidente, como ha sido denominado en no pocas ocasiones. El siglo XXI, como decíamos, aceleró ese proceso pero las costuras del modelo ya dejaron ver de forma explícita y directa con la crisis sistémica de 2008. Aquello puso encima de la mesa la realidad. El sistema no funcionaba. Las clases medias retornaron al pasado y los colectivos más vulnerables acabaron todavía más indefensos.

Como la receta para salir de la crisis se basó en más neoliberalismo y ortodoxia, como no se podía cambiar de caballo para cruzar el río, las consecuencias todavía serían peores. La macroeconomía crecía tras superar el enorme susto de la crisis. Además, el sistema de valores intensificaría cuestiones como la culpabilidad, individual (esas personas que habían comprado más de la cuenta) y territorial (esos países que se basaban en valores hedonistas), o la falta de adaptación a los nuevos tiempos y oportunidades. Colectivos, regiones, sectores que eran también presentados como no innovadores, anclados en el pasado, etc. Ahí ya se fue configurando un escenario en el que no había diferencias ideológicas en ocasiones y las contradicciones se intensificaban. Además, los "perdedores de la Globalización" se iban escorando hacia la extrema derecha, aunque esta tampoco iba a dar soluciones. En el lado de la izquierda, las cuestiones materiales quedaban de nuevo en un segundo plano y las guerras culturales se convertirían en el centro del debate. De esta forma, las desigualdades se manifestarían en diversos ámbitos, pero también se verían diferentes visiones y mundos. 

¿Dónde estamos? Entre un mundo que no acaba de morir y otro que no acaba de nacer, recurriendo a la conocida frase de Gramsci. Ahí nos encontramos. El modelo cuenta con numerosas fallas y no funciona. Mirar al pasado puede ser útil para aprender lo que se hizo bien, pero no para seguir repitiendo los mismos errores. En el otro lado, seguir con el camino actual, que es lo que está presente en no pocas visiones y decisiones políticas. La autorregulación del mercado y del sistema, la interdependencia, las bondades del libre mercado, etc., no han funcionado. No volveremos a lo que hubo antes, nos toca construir un nuevo sistema que tenga como bases la cohesión social y territorial, el que las condiciones materiales estén aseguradas, como los Derechos Sociales, el que haya una perspectiva de futuro. En lo que estamos, no es eso, aunque nos lo vistan con grandes palabras y conceptos. No, no es eso. Es lo contrario.