Los cambios de las ciudades
Por EQUIPO AICTS / 03 de junio de 2024
Si en la entrada anterior del Blog señalábamos las transformaciones que se estaban produciendo en el sistema en el que nos encontramos, y que dicho proceso nos lleva a otro escenario, que todavía se está vislumbrando, en esta ocasión vamos a centrar esta cuestión en la evolución de las ciudades. Es una cuestión que está centrando un elevado número de análisis, tanto en publicaciones como en artículos de prensa, reportajes, etc. Es un hecho evidente que, las transformaciones del sistema que comentábamos en la entrada anterior, han dado lugar a una serie de cambios estructurales en las dinámicas urbanas, tanto desde un punto de vista de articulación como internos. Y si los primeros han contribuido a una nueva configuración territorial, los segundos comenzaron en las grandes ciudades y se han ampliado a no pocas medianas y pequeñas. De esta forma, las piezas en el tablero se han movido, dando lugar a un nuevo espacio. En este sentido, el periodista de El Confidencial Esteban Hernández, es uno de los principales referentes a la hora de analizar esta evolución y el 2 de junio publicaba un interesante y atinado artículo bajo el título "Taylor Swift, Florentino y Pola de Siero: la clave de la política contemporánea", en la que presentaba las tendencias globales y sus consecuencias en las ciudades y territorios, con la pugna entre dos visiones que no se definen claramente políticamente y que se agruparían entre las apuestas por el comercio y el turismo, con un enfoque global, frente a otro modelo compuesto por los resortes de sectores más tradicionales, lo que queda de la industria y de los comercios y hostelería más centrada en el barrio, y las clases trabajadoras, simplificando los dos modelos.
Que la Globalización ha sido protagonizada por las grandes ciudades o metrópolis globales es un hecho indiscutible. Este escenario ha dado lugar a unos desequilibrios territoriales, con una especie de "efecto Mateo territorial" que ya hemos comentado en otras ocasiones. Fue Isabel Díaz Ayuso, Presidenta de la Comunidad de Madrid, la que señaló hace unos años que ella competía con Londres. No le faltaba razón. En la evolución que se ha dado en estas dos décadas, estas grandes ciudades no han dejado de ganar población y de concentrar actividades productivas. Recordemos que, allá por los noventa y primera década del siglo XXI, se nos decía que podríamos vivir en cualquier lugar y trabajar de lo que quisiéramos. Ya no era necesario estar en el lugar donde se ubicaba la empresa. Este mantra se ha intensificado desde la pandemia del Covid-19. Y, si bien es cierto que hay personas que han podido hacerlo, no es la mayoría. Al contrario, la concentración en las grandes ciudades es mayor. Una vez más, convertimos la anécdota en categoría.
Por el camino, estas grandes ciudades se han centrando también en el turismo. En la actualidad, este sector, tan paradójico, se ha convertido en un fin en sí mismo. Las grandes ciudades han ido convirtiendo sus centros urbanos en una especie de parque temático homogeneizado. Es decir, en todas ellas se repiten las mismas tiendas y franquicias, lo que hace reconocible al turista la experiencia, y se potencian formas de ocio que van desde la gastronomía y las zonas de bares a los grandes eventos. Los conciertos de Taylor Swift son un ejemplo, pero son cada vez más innacesibles para buena parte de la población que no puede pagar las entradas o el desplazamiento y alojamiento, ya no decimos si sumanos todo. Los centros de las ciudades han ido perdiendo sus habitantes y lo que antes eran viviendas, e incluso zonas de oficinas, han dado lugar a alojamientos turísticos. Trabajadores y trabajadoras de sectores de Servicios, indispensables para el turismo como la restauración, la hostelería o el comercio, pero también de otros ámbitos, incluso cualificados, residen en barrios periféricos, incluso en otras ciudades periféricas de estas grandes urbes, ante la imposibilidad de poder adquirir una vivienda en el centro o cerca del mismo, dando lugar a grandes desplazamientos diarios para poder ir a trabajar. Esta tendencia aparece en todas las grandes ciudades y su evolución la ha explicado bien Jorge Dioni López en obras como El malestar de las ciudades.
En el otro lado, las ciudades medias y pequeñas, situadas generalmente en regiones que han ido quedando en segundo plano con la Globalización. Caracterizadas por una elevada diversidad de escenarios, comparten la sensación de retroceso, a pesar de que sus niveles de vida y estándares de calidad de la misma suelen ser más elevados que las grandes ciudades. Pero, no son pocas de ellas las que han perdido sus industrias en las décadas pasadas, que cuentan con las Administraciones Públicas como las entidades con más trabajadores, y que ven cómo parte de sus generaciones más jóvenes se van a estas grandes ciudades en busca de mejores oportunidades. A pesar de sus bondades y a pesar de las posibilidades de las TIC, su futuro no se presenta muy optimista. Además, están reproduciendo en mayor o menor medida el modelo de las grandes ciudades, con apuestas por el comercio y el turismo, como señalaba Estaban Hernández en su artículo ya referido anteriormente. No son pocas las localidades de estas características que se han lanzado, especialmente tras la pandemia, a potenciar ese turismo de fin de semana que ha ido acabando también con los cascos antiguos, así como con el comercio de estas zonas, tensionando a sus habitantes. E, igualmente, el aumento de los precios de la vivienda es una constante, junto con el desarrollo de los pisos y alojamientos turísticos. Escenario, a otra escala obviamente, similar a lo que señalábamos de las grandes ciudades.
Como hemos visto, el modelo funciona en una doble dirección, la estructural y la específica en el caso de las ciudades, replicándose las acciones que se llevan a cabo a nivel global y que, en su conjunto, han contribuido a los desequilibrios territoriales. Pero, el modelo ha sido asumido e institucionalizado por no pocos agentes, en todos los ámbitos, dando lugar a una especie de huida hacia adelante. Consecuencia, un amplio impacto en la cohesión social, un aumento de las desigualdades. Sí, hay un crecimiento económico, pero no está redistribuido y, en parte, se basa también en la precarización de las condiciones laborales. Y, de la misma forma, la pregunta más importante que debemos hacernos es si es este el modelo que queremos, ¿qué queremos ser?
Si en la entrada anterior del Blog señalábamos las transformaciones que se estaban produciendo en el sistema en el que nos encontramos, y que dicho proceso nos lleva a otro escenario, que todavía se está vislumbrando, en esta ocasión vamos a centrar esta cuestión en la evolución de las ciudades. Es una cuestión que está centrando un elevado número de análisis, tanto en publicaciones como en artículos de prensa, reportajes, etc. Es un hecho evidente que, las transformaciones del sistema que comentábamos en la entrada anterior, han dado lugar a una serie de cambios estructurales en las dinámicas urbanas, tanto desde un punto de vista de articulación como internos. Y si los primeros han contribuido a una nueva configuración territorial, los segundos comenzaron en las grandes ciudades y se han ampliado a no pocas medianas y pequeñas. De esta forma, las piezas en el tablero se han movido, dando lugar a un nuevo espacio. En este sentido, el periodista de El Confidencial Esteban Hernández, es uno de los principales referentes a la hora de analizar esta evolución y el 2 de junio publicaba un interesante y atinado artículo bajo el título "Taylor Swift, Florentino y Pola de Siero: la clave de la política contemporánea", en la que presentaba las tendencias globales y sus consecuencias en las ciudades y territorios, con la pugna entre dos visiones que no se definen claramente políticamente y que se agruparían entre las apuestas por el comercio y el turismo, con un enfoque global, frente a otro modelo compuesto por los resortes de sectores más tradicionales, lo que queda de la industria y de los comercios y hostelería más centrada en el barrio, y las clases trabajadoras, simplificando los dos modelos.
Que la Globalización ha sido protagonizada por las grandes ciudades o metrópolis globales es un hecho indiscutible. Este escenario ha dado lugar a unos desequilibrios territoriales, con una especie de "efecto Mateo territorial" que ya hemos comentado en otras ocasiones. Fue Isabel Díaz Ayuso, Presidenta de la Comunidad de Madrid, la que señaló hace unos años que ella competía con Londres. No le faltaba razón. En la evolución que se ha dado en estas dos décadas, estas grandes ciudades no han dejado de ganar población y de concentrar actividades productivas. Recordemos que, allá por los noventa y primera década del siglo XXI, se nos decía que podríamos vivir en cualquier lugar y trabajar de lo que quisiéramos. Ya no era necesario estar en el lugar donde se ubicaba la empresa. Este mantra se ha intensificado desde la pandemia del Covid-19. Y, si bien es cierto que hay personas que han podido hacerlo, no es la mayoría. Al contrario, la concentración en las grandes ciudades es mayor. Una vez más, convertimos la anécdota en categoría.
Por el camino, estas grandes ciudades se han centrando también en el turismo. En la actualidad, este sector, tan paradójico, se ha convertido en un fin en sí mismo. Las grandes ciudades han ido convirtiendo sus centros urbanos en una especie de parque temático homogeneizado. Es decir, en todas ellas se repiten las mismas tiendas y franquicias, lo que hace reconocible al turista la experiencia, y se potencian formas de ocio que van desde la gastronomía y las zonas de bares a los grandes eventos. Los conciertos de Taylor Swift son un ejemplo, pero son cada vez más innacesibles para buena parte de la población que no puede pagar las entradas o el desplazamiento y alojamiento, ya no decimos si sumanos todo. Los centros de las ciudades han ido perdiendo sus habitantes y lo que antes eran viviendas, e incluso zonas de oficinas, han dado lugar a alojamientos turísticos. Trabajadores y trabajadoras de sectores de Servicios, indispensables para el turismo como la restauración, la hostelería o el comercio, pero también de otros ámbitos, incluso cualificados, residen en barrios periféricos, incluso en otras ciudades periféricas de estas grandes urbes, ante la imposibilidad de poder adquirir una vivienda en el centro o cerca del mismo, dando lugar a grandes desplazamientos diarios para poder ir a trabajar. Esta tendencia aparece en todas las grandes ciudades y su evolución la ha explicado bien Jorge Dioni López en obras como El malestar de las ciudades.
En el otro lado, las ciudades medias y pequeñas, situadas generalmente en regiones que han ido quedando en segundo plano con la Globalización. Caracterizadas por una elevada diversidad de escenarios, comparten la sensación de retroceso, a pesar de que sus niveles de vida y estándares de calidad de la misma suelen ser más elevados que las grandes ciudades. Pero, no son pocas de ellas las que han perdido sus industrias en las décadas pasadas, que cuentan con las Administraciones Públicas como las entidades con más trabajadores, y que ven cómo parte de sus generaciones más jóvenes se van a estas grandes ciudades en busca de mejores oportunidades. A pesar de sus bondades y a pesar de las posibilidades de las TIC, su futuro no se presenta muy optimista. Además, están reproduciendo en mayor o menor medida el modelo de las grandes ciudades, con apuestas por el comercio y el turismo, como señalaba Estaban Hernández en su artículo ya referido anteriormente. No son pocas las localidades de estas características que se han lanzado, especialmente tras la pandemia, a potenciar ese turismo de fin de semana que ha ido acabando también con los cascos antiguos, así como con el comercio de estas zonas, tensionando a sus habitantes. E, igualmente, el aumento de los precios de la vivienda es una constante, junto con el desarrollo de los pisos y alojamientos turísticos. Escenario, a otra escala obviamente, similar a lo que señalábamos de las grandes ciudades.
Como hemos visto, el modelo funciona en una doble dirección, la estructural y la específica en el caso de las ciudades, replicándose las acciones que se llevan a cabo a nivel global y que, en su conjunto, han contribuido a los desequilibrios territoriales. Pero, el modelo ha sido asumido e institucionalizado por no pocos agentes, en todos los ámbitos, dando lugar a una especie de huida hacia adelante. Consecuencia, un amplio impacto en la cohesión social, un aumento de las desigualdades. Sí, hay un crecimiento económico, pero no está redistribuido y, en parte, se basa también en la precarización de las condiciones laborales. Y, de la misma forma, la pregunta más importante que debemos hacernos es si es este el modelo que queremos, ¿qué queremos ser?