Estudiantes vulnerables y éxito escolar
Por EQUIPO AICTS / 24 de junio de 2024
No dejamos en AICTS el ámbito educativo. Si en la anterior entrada hacíamos referencia a los colectivos que estudian y trabajan, en este caso nos vamos a centrar en los colectivos que proceden de colectivos vulnerables y de ámbitos en situación de exclusión social, o en riesgo, y que consiguen avanzar en el sistema educativo. El artículo de Ignacio Zafra en El País el pasado 22 de junio, y con título "Estudiantes que han tenido éxito este curso venciendo a la adversidad: 'Son supervivientes'", nos presenta historias que nos llevan a chicos y chicas en situaciones muy complicadas y que han logrado sacar sus estudios adelante. Hace unos años, este fenómeno contó con una calificación que se ha venido utilizando desde entonces, "estudiantes resilientes", tomando en consideración un concepto como el de la resiliencia que, desde hace mucho, se viene empleando para todo. Eran estudiantes que, partiendo de unas condiciones socioeconómicas muy complejas, conseguían seguir con sus estudios e incluso llegar a la Universidad. De esta forma, chicos y chicas de clases sociales muy humildes, en situaciones de pobreza o exclusión social, inmigrantes y personas de otras culturas, situaciones personales complicadas, etc., se incluían en ese grupo. Pero, como hemos señalado, es la variable socioeconómica la que determina el proceso.
La clase social importa, vaya si lo hace, y especialmente se ha dejado notar en mayor medida en las últimas décadas en el sistema educativo. Como hemos señalado en otras entradas, la universalidad de la Educación y la llegada de las clases trabajadoras, medias aspiracionales y medias a los estudios superiores puede considerarse uno de los grandes logros de sociedades como las nuestras, especialmente las vinculadas al Estado del Bienestar y a la cohesión social. El camino no fue fácil y se mantenían barreras que eran difíciles de superar. Había, por ejemplo, una clara vinculación de ciertos estudios, los de Formación Profesional, con las clases más populares. El fracaso y abandono escolar también era mayor en estas. Por el otro lado, la gratuidad de los estudios obligatorios y las ayudas y becas para acceder a la Universidad, junto con los esfuerzos familiares y de los propios implicados, hicieron que importantes colectivos llegasen a la Universidad, como decíamos anteriormente, siendo los primeros de sus familias en la mayor parte de los casos. La Educación, por lo tanto, se convertía en la herramienta que manejaba el ascensor social, y se veía ese acceso a estudios superiores como un paso determinante para la movilidad de clase. La evolución de los sistemas educativos hacia modelos comprensivos, basados en la inclusión, fue un paso más en este proceso.
Sin embargo, la crisis de 2008 puso de manifiesto que el ascensor social se había roto y que la Educación no iba a ser el mecanismo para permitirla. De hecho, aunque se produjesen avances en la inclusión, el origen socioeconómico iba a marcar en mayor medida el avance en el sistema educativo. También pasaba antes, no podemos ser ingenuos, pero se daban situaciones como un descenso de los presupuestos y la inversión educativa en los años de la crisis, recuperada años después, así como las evidencias de escenarios de desigualdad como la concentración de determinados colectivos, especialmente los más vulnerables, en determinados centros educativos, de difícil desempeño, condicionados por el lugar de residencia. Nada nuevo tampoco. Igualmente, en estos años también surgieron discursos que cuestionaban el concepto de meritocracia. De nuevo, no hay que ser ingenuos. La meritocracia, el pensar que todo depende del esfuerzo de uno, no existía, o no lo hacía de forma pura, pero también se lanzaban mensajes sobre el hecho de que todas las cartas estaban marcadas y que, en definitiva, los destinos estarían definidos. En algunas de las investigaciones realizadas por integrantes de AICTS sobre estas cuestiones, no hemos encontrado personas que creyesen a pies juntillas en la meritocracia, mostrando que conocían el impacto del origen socioeconómico y que no podrían acceder a algunas recursos o acciones (tipo de extraescolares, posibilidad de apoyar en los estudios, estudios universitarios, cambiar de ciudad para estudiar, etc.) que otros colectivos sí podían hacer, debido precisamente a ese origen socioeconómico. Igualmente, también se incidía en que la escuela no estaba pensada para ciertos colectivos, identificando la institución escolar con la Burguesía, inicialmente, y con las clases medias posteriormente. Este hecho se ha dado pero, de nuevo, no encontramos apenas colectivos que respondan a esta situación.
Los estudiantes denominados resilientes, que superan esas posiciones de partida, no son tampoco una novedad, han existido siempre. Ciertamente, habría que analizar qué hace que una persona sea resiliente, no creemos que alguien nazca resiliente. En algunas de las investigaciones comentadas, observamos cómo estos colectivos habían contado con un fuerte apoyo familiar, en el sentido de dar valor a la Educación, así como que se daba en mayor medida en el caso de las chicas que los chicos. Eran también personas que habían adquirido responsabilidades desde muy jóvenes, como por ejemplo cuidar a hermanos pequeños o realizar tareas de la casa. Además, junto a las acciones individuales y familiares, también señalaban el valor otorgado al propio sistema educativo, a las ayudas que habían recibido desde el mismo, así como al papel de determinados docentes, que les habían apoyado e impulsado. No, no se negaban situaciones negativas, al contrario, pero la visión sobre la Educación era positiva, aunque reconocían que, a medida que avanzaban en el sistema educativo, el origen socioeconómico se hacía más manifiesto. En definitiva, una mirada hacia colectivos que consiguen avanzar en la Educación a pesar de su procedencia social, lo que también demuestra que hay cosas que funcionan, sin negar las que no.
No dejamos en AICTS el ámbito educativo. Si en la anterior entrada hacíamos referencia a los colectivos que estudian y trabajan, en este caso nos vamos a centrar en los colectivos que proceden de colectivos vulnerables y de ámbitos en situación de exclusión social, o en riesgo, y que consiguen avanzar en el sistema educativo. El artículo de Ignacio Zafra en El País el pasado 22 de junio, y con título "Estudiantes que han tenido éxito este curso venciendo a la adversidad: 'Son supervivientes'", nos presenta historias que nos llevan a chicos y chicas en situaciones muy complicadas y que han logrado sacar sus estudios adelante. Hace unos años, este fenómeno contó con una calificación que se ha venido utilizando desde entonces, "estudiantes resilientes", tomando en consideración un concepto como el de la resiliencia que, desde hace mucho, se viene empleando para todo. Eran estudiantes que, partiendo de unas condiciones socioeconómicas muy complejas, conseguían seguir con sus estudios e incluso llegar a la Universidad. De esta forma, chicos y chicas de clases sociales muy humildes, en situaciones de pobreza o exclusión social, inmigrantes y personas de otras culturas, situaciones personales complicadas, etc., se incluían en ese grupo. Pero, como hemos señalado, es la variable socioeconómica la que determina el proceso.
La clase social importa, vaya si lo hace, y especialmente se ha dejado notar en mayor medida en las últimas décadas en el sistema educativo. Como hemos señalado en otras entradas, la universalidad de la Educación y la llegada de las clases trabajadoras, medias aspiracionales y medias a los estudios superiores puede considerarse uno de los grandes logros de sociedades como las nuestras, especialmente las vinculadas al Estado del Bienestar y a la cohesión social. El camino no fue fácil y se mantenían barreras que eran difíciles de superar. Había, por ejemplo, una clara vinculación de ciertos estudios, los de Formación Profesional, con las clases más populares. El fracaso y abandono escolar también era mayor en estas. Por el otro lado, la gratuidad de los estudios obligatorios y las ayudas y becas para acceder a la Universidad, junto con los esfuerzos familiares y de los propios implicados, hicieron que importantes colectivos llegasen a la Universidad, como decíamos anteriormente, siendo los primeros de sus familias en la mayor parte de los casos. La Educación, por lo tanto, se convertía en la herramienta que manejaba el ascensor social, y se veía ese acceso a estudios superiores como un paso determinante para la movilidad de clase. La evolución de los sistemas educativos hacia modelos comprensivos, basados en la inclusión, fue un paso más en este proceso.
Sin embargo, la crisis de 2008 puso de manifiesto que el ascensor social se había roto y que la Educación no iba a ser el mecanismo para permitirla. De hecho, aunque se produjesen avances en la inclusión, el origen socioeconómico iba a marcar en mayor medida el avance en el sistema educativo. También pasaba antes, no podemos ser ingenuos, pero se daban situaciones como un descenso de los presupuestos y la inversión educativa en los años de la crisis, recuperada años después, así como las evidencias de escenarios de desigualdad como la concentración de determinados colectivos, especialmente los más vulnerables, en determinados centros educativos, de difícil desempeño, condicionados por el lugar de residencia. Nada nuevo tampoco. Igualmente, en estos años también surgieron discursos que cuestionaban el concepto de meritocracia. De nuevo, no hay que ser ingenuos. La meritocracia, el pensar que todo depende del esfuerzo de uno, no existía, o no lo hacía de forma pura, pero también se lanzaban mensajes sobre el hecho de que todas las cartas estaban marcadas y que, en definitiva, los destinos estarían definidos. En algunas de las investigaciones realizadas por integrantes de AICTS sobre estas cuestiones, no hemos encontrado personas que creyesen a pies juntillas en la meritocracia, mostrando que conocían el impacto del origen socioeconómico y que no podrían acceder a algunas recursos o acciones (tipo de extraescolares, posibilidad de apoyar en los estudios, estudios universitarios, cambiar de ciudad para estudiar, etc.) que otros colectivos sí podían hacer, debido precisamente a ese origen socioeconómico. Igualmente, también se incidía en que la escuela no estaba pensada para ciertos colectivos, identificando la institución escolar con la Burguesía, inicialmente, y con las clases medias posteriormente. Este hecho se ha dado pero, de nuevo, no encontramos apenas colectivos que respondan a esta situación.
Los estudiantes denominados resilientes, que superan esas posiciones de partida, no son tampoco una novedad, han existido siempre. Ciertamente, habría que analizar qué hace que una persona sea resiliente, no creemos que alguien nazca resiliente. En algunas de las investigaciones comentadas, observamos cómo estos colectivos habían contado con un fuerte apoyo familiar, en el sentido de dar valor a la Educación, así como que se daba en mayor medida en el caso de las chicas que los chicos. Eran también personas que habían adquirido responsabilidades desde muy jóvenes, como por ejemplo cuidar a hermanos pequeños o realizar tareas de la casa. Además, junto a las acciones individuales y familiares, también señalaban el valor otorgado al propio sistema educativo, a las ayudas que habían recibido desde el mismo, así como al papel de determinados docentes, que les habían apoyado e impulsado. No, no se negaban situaciones negativas, al contrario, pero la visión sobre la Educación era positiva, aunque reconocían que, a medida que avanzaban en el sistema educativo, el origen socioeconómico se hacía más manifiesto. En definitiva, una mirada hacia colectivos que consiguen avanzar en la Educación a pesar de su procedencia social, lo que también demuestra que hay cosas que funcionan, sin negar las que no.