El impacto del barrio de residencia
Por EQUIPO AICTS / 08 de julio de 2024
No dejamos en el Blog de AICTS las cuestiones vinculadas a la vivienda y, especialmente, los lugares de residencia. Específicamente, cómo se articula la segregación espacial y su impacto en la calidad de vida y sus condiciones. Obviamente, no es una novedad, ni mucho menos. Pero, las investigaciones siguen mostrándonos cómo estas desigualdades siguen presentes y se incrementan incluso. Recientemente, un estudio en la ciudad de Sevilla, a cargo de la Oficina de Cooperación de la Universidad de Sevilla, que cuenta con algunos de los barrios con menor nivel de renta del país, ha mostrado cómo los residentes en estos pueden llegar a contar con una esperanza de vida de hasta nueve años menos que los que viven en los barrios ricos. Son diferentes variables las que incidirían en esta importante diferencia en la esperanza de vida, centradas todas ellas en las condiciones de vida, y vinculadas al acceso al mercado de trabajo, la situación de las propias viviendas, los niveles de estrés, estilos de vida, etc. En Ethic, otro reportaje remarcaba que esas diferencias entre barrios ricos y pobres, en este caso en la ciudad de Madrid, donde también se incidía en cuestiones como los desplazamientos diarios de los barrios periféricos a los centros de las ciudades para ir a trabajar, especialmente en el caso de trabajadores y trabajadoras vinculadas al sector servicios no cualificado.
Como decíamos, nada nuevo que no se haya reflejado a lo largo de décadas en otros estudios. Se podrá decir que, obviamente y menos mal, nos podríamos retrotaer a otras épocas donde se daban situaciones de vulnerabilidad residencial muy explícitos. Incluso, hasta no hace mucho tiempo, relativamente, eran frecuentes poblados chabolistas no muy alejados de los centros de las grandes ciudades. También se pueden recordar, y no es algo muy lejano, lo ocurrido en los barrios que iban absorviendo la población que procedía de la España rural y de otras ciudades a trabajar a las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, especialmente, pero que también se daba en el Gran Bilbao, Sevilla, Valencia, Zaragoza, etc. En no pocas ocasiones, fueron barrios que fueron surgiendo para ir acomodando a estos colectivos, que contaban con importantes carencias de servicios, incluso básicos, pero también educativos y sanitarios. En este sentido, fue clave el movimiento vecinal que, desde la década de los sesenta hasta prácticamente el comienzo de los ochenta del siglo XX. Tampoco deben olvidarse las soluciones dadas a todo este proceso, a través de barrios que configuraron el mapa de las ciudades y que, en no pocos casos, contaban con viviendas pequeñas y escasa calidad. La morfología de nuestras ciudades está compuesta en buena parte por esta clase de barrios que, a partir del siglo XXI, también han sido lugar de residencia de una buena parte de la población de origen extranjero, que encontró en los mismos viviendas a precios asequibles. Recordemos, como hemos hecho en otros casos, que una parte de los hijos e hijas de esos barrios se desplazaron a otros barrios nuevos, en ocasiones periféricos, como un signo de movilidad social.
Recapitulando, y volviendo a los indicadores tradicionales, acceso al mercado de trabajo y condiciones de las viviendas, siguen teniendo una elevada influencia en las trayectorias vitales. Son barrios que, cada vez en mayor medida, albergan a esos trabajadores y trabajadoras de sectores no cualificados que cuentan con salarios bajos. Además, y como hemos señalado anteriormente, no son pocos los casos, casi podríamos decir que son mayoría, los que tienen que realizar desplazamientos para acceder a sus puestos de trabajo, por encima incluso de una hora. Son cuestiones que inciden en la calidad de vida. De la misma forma, el estado de las viviendas es determinante, y puede tenerse en cuenta el hecho de contar con una vivienda que pueda tener una calefacción adecuada en invierno o que pueda afrontar las cada vez más frecuentes olas de calor en verano. Viviendas que, por otra parte, y debido al nivel económico de sus residentes, también cuentan con dificultades para su rehabilitación y adaptación. De la misma forma, también se hacía referencia a estilos de vida, pero habría que ver si estos no están marcados precisamente por las condiciones estructurales que marcan a esos barrios.
Finalmente, no debemos olvidar otro aspecto clave, como bien se apunta en el estudio referido a Madrid, como es el desconocimiento entre los propios barrios y realidades que las conforman. Para muchas personas de barrios de nivel medio - alto y alto, los otros barrios, y sus habitantes, no existen. Como ocurre en tantas otras cuestiones, no se tiene en consideración a los otros. Y, cuando se hace, en no pocas ocasiones se realiza desde una mirada paternalista.
No dejamos en el Blog de AICTS las cuestiones vinculadas a la vivienda y, especialmente, los lugares de residencia. Específicamente, cómo se articula la segregación espacial y su impacto en la calidad de vida y sus condiciones. Obviamente, no es una novedad, ni mucho menos. Pero, las investigaciones siguen mostrándonos cómo estas desigualdades siguen presentes y se incrementan incluso. Recientemente, un estudio en la ciudad de Sevilla, a cargo de la Oficina de Cooperación de la Universidad de Sevilla, que cuenta con algunos de los barrios con menor nivel de renta del país, ha mostrado cómo los residentes en estos pueden llegar a contar con una esperanza de vida de hasta nueve años menos que los que viven en los barrios ricos. Son diferentes variables las que incidirían en esta importante diferencia en la esperanza de vida, centradas todas ellas en las condiciones de vida, y vinculadas al acceso al mercado de trabajo, la situación de las propias viviendas, los niveles de estrés, estilos de vida, etc. En Ethic, otro reportaje remarcaba que esas diferencias entre barrios ricos y pobres, en este caso en la ciudad de Madrid, donde también se incidía en cuestiones como los desplazamientos diarios de los barrios periféricos a los centros de las ciudades para ir a trabajar, especialmente en el caso de trabajadores y trabajadoras vinculadas al sector servicios no cualificado.
Como decíamos, nada nuevo que no se haya reflejado a lo largo de décadas en otros estudios. Se podrá decir que, obviamente y menos mal, nos podríamos retrotaer a otras épocas donde se daban situaciones de vulnerabilidad residencial muy explícitos. Incluso, hasta no hace mucho tiempo, relativamente, eran frecuentes poblados chabolistas no muy alejados de los centros de las grandes ciudades. También se pueden recordar, y no es algo muy lejano, lo ocurrido en los barrios que iban absorviendo la población que procedía de la España rural y de otras ciudades a trabajar a las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, especialmente, pero que también se daba en el Gran Bilbao, Sevilla, Valencia, Zaragoza, etc. En no pocas ocasiones, fueron barrios que fueron surgiendo para ir acomodando a estos colectivos, que contaban con importantes carencias de servicios, incluso básicos, pero también educativos y sanitarios. En este sentido, fue clave el movimiento vecinal que, desde la década de los sesenta hasta prácticamente el comienzo de los ochenta del siglo XX. Tampoco deben olvidarse las soluciones dadas a todo este proceso, a través de barrios que configuraron el mapa de las ciudades y que, en no pocos casos, contaban con viviendas pequeñas y escasa calidad. La morfología de nuestras ciudades está compuesta en buena parte por esta clase de barrios que, a partir del siglo XXI, también han sido lugar de residencia de una buena parte de la población de origen extranjero, que encontró en los mismos viviendas a precios asequibles. Recordemos, como hemos hecho en otros casos, que una parte de los hijos e hijas de esos barrios se desplazaron a otros barrios nuevos, en ocasiones periféricos, como un signo de movilidad social.
Recapitulando, y volviendo a los indicadores tradicionales, acceso al mercado de trabajo y condiciones de las viviendas, siguen teniendo una elevada influencia en las trayectorias vitales. Son barrios que, cada vez en mayor medida, albergan a esos trabajadores y trabajadoras de sectores no cualificados que cuentan con salarios bajos. Además, y como hemos señalado anteriormente, no son pocos los casos, casi podríamos decir que son mayoría, los que tienen que realizar desplazamientos para acceder a sus puestos de trabajo, por encima incluso de una hora. Son cuestiones que inciden en la calidad de vida. De la misma forma, el estado de las viviendas es determinante, y puede tenerse en cuenta el hecho de contar con una vivienda que pueda tener una calefacción adecuada en invierno o que pueda afrontar las cada vez más frecuentes olas de calor en verano. Viviendas que, por otra parte, y debido al nivel económico de sus residentes, también cuentan con dificultades para su rehabilitación y adaptación. De la misma forma, también se hacía referencia a estilos de vida, pero habría que ver si estos no están marcados precisamente por las condiciones estructurales que marcan a esos barrios.
Finalmente, no debemos olvidar otro aspecto clave, como bien se apunta en el estudio referido a Madrid, como es el desconocimiento entre los propios barrios y realidades que las conforman. Para muchas personas de barrios de nivel medio - alto y alto, los otros barrios, y sus habitantes, no existen. Como ocurre en tantas otras cuestiones, no se tiene en consideración a los otros. Y, cuando se hace, en no pocas ocasiones se realiza desde una mirada paternalista.