Las generaciones que vivirán peor que sus padres
Por EQUIPO AICTS / 2 de septiembre de 2024
Comienzo de curso 2024/25 y nuevas entradas semanales en el Blog de AICTS. No sabemos qué nos traerá el mismo, qué escenarios se desarrollarán a lo largo de estos meses, cómo afectarán a la estructura social, a los individuos, a las condiciones de vida y a las desigualdades. Si las tendencias son similares a las actuales, no cabe duda de que la situación irá a peor, aunque se insista en la mejora de los niveles macroeconómicos que, de la misma forma, también es consecuencia de un mercado de trabajo en el que los salarios son bajos y las condiciones laborales no son las mejores posibles. Sin embargo, nuestras miradas tienen que ser también de esperanza hacia los tiempos que están por venir. Y no lo decimos desde una perspectiva ilusoria sino pragmática. Como hemos señalado en otras entradas del Blog, desde esa visión se pueden dar avances, aunque sin dejar de ser conscientes de las realidades en las que nos desenvolvemos y de que el tablero ha cambiado, incluso la partida, y que las recetas anteriores no sirven en no pocas ocasiones. De la misma forma, es un tiempo abonado a las soluciones extremas y polarizantes, discursos emocionales a un lado y a otro de un espectro ideológico también confuso, y recetas sencillas que tampoco dan resultado. Al contrario, al soler basarse en extremismos polarizantes, llevan a la sociedad a otros escenarios. En fin, un tiempo complejo pero, ¿cuál no lo ha sido?
En ese contexto, nos detenemos de nuevo en las perspectivas de futuro y en las expectativas de la sociedad sobre el mismo. Este es un hecho relevante para nuestras sociedades ya que, uno de los diagnósticos más comunes, es que la sociedad ha perdido la esperanza en un futuro mejor, en un concepto de progreso, otro día podríamos debatir sobre esta cuestión, que lleva a la mejora de las condiciones de vida. Esa falta de perspectiva se resume en un mundo en el que han cambiado los sistemas de valores, como también señalamos en otras entradas del Blog a lo largo del año. Solo hay que ver la evolución de las dos últimas décadas para observar como el nihilismo y el individualismo, un carpe diem continuado, ha ido institucionalizándose, especialmente en el último lustro. Y no se trata de juzgar a los individuos, sino de poner el foco en un sistema que no está funcionando, o no lo está haciendo en la medida que se podría identificar como una sociedad más justa, cohesionada y corresponsable. Entran en juego, por lo tanto, visiones nostálgicas pero, de nuevo, habría que diferenciar el grano de la paja. Porque, no es lo mismo una mirada sobre el pasado que ponga en valor los logros conseguidos, los avances en numerosos ámbitos, que una nostalgia que se fundamenta en ciertos aspectos o posiciones de unos determinados colectivos.
A finales de julio, El Confidencial publicó un artículo, firmado por Marta Ley, bajo el título "Así te sientes si has nacido después del 82: tus padres vivían mejor (pero eso puede cambiar)". A través de los resultados de diferentes encuestas, realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), entre otros, junto con el análisis de expertos, se observa cómo un porcentaje importante de la población joven señala que vivirá peor de lo que lo han hecho sus padres. Sin duda, este es un escenario que tiene sus visos de realidad, en tanto en cuanto está vinculado a esa cuestión que indicábamos en párrafos anteriores de ruptura de la esperanza de futuro o de una perspectiva de mejora. Son impresiones que, además, se han venido repitiendo ya desde comienzos del siglo XXI, y que se amplificaron con la crisis sistémica de 2008. Además, los estudios muestran cómo una parte de ese descontento decide votar posiciones políticas de extrema derecha. En relación al proceso, existe una realidad en cuestiones vinculadas fundamentalmente a las condiciones materiales, y no se dan de la misma forma para todas las personas y colectivos. Así, los jóvenes tienen más difícil el acceso a un mercado de trabajo de calidad y su estabilidad en un empleo tarda mucho más que en el pasado en llegar. Sus condiciones laborales son claramente mejorables y cuestiones como la vivienda son determinantes. En estos aspectos, es cierto que generaciones anteriores, o parte de las mismas, porque hay que insistir en la diversidad de escenarios, lo tuvieron mejor. Sin embargo, en otras cuestiones, como los avances en derechos, respeto a la diversidad, así como el acceso a determinados niveles educativos, culturales y de ocio, etc., se han dado grandes transformaciones. Pero, la percepción de una parte significativa de los jóvenes es que vivirán peor que sus padres y ese hecho se basa en las cuestiones materiales señaladas anteriormente.
No cabe duda de que esta es una de las principales encrucijadas en las que nos encontramos como sociedad y que, en definitiva, ha ido dando lugar a una pérdida de legitimidad del sistema, que no parece tener mayoritariamente estas cuestiones como prioritarias. Bien porque no son capaces de dar con la tecla de la solución, que seguramente, bien porque no están interesado en ellas. Estudios y encuestas también nos muestran cómo, la mayor parte de la ciudadanía, estima que vive en un buen tiempo y que, de poder elegir uno en el que vivir, lo haría en este. Sin embargo, como hemos señalado en otras muchas ocasiones, la cuestión es no perder todo lo que se ha ido ganando y seguir avanzando.
Comienzo de curso 2024/25 y nuevas entradas semanales en el Blog de AICTS. No sabemos qué nos traerá el mismo, qué escenarios se desarrollarán a lo largo de estos meses, cómo afectarán a la estructura social, a los individuos, a las condiciones de vida y a las desigualdades. Si las tendencias son similares a las actuales, no cabe duda de que la situación irá a peor, aunque se insista en la mejora de los niveles macroeconómicos que, de la misma forma, también es consecuencia de un mercado de trabajo en el que los salarios son bajos y las condiciones laborales no son las mejores posibles. Sin embargo, nuestras miradas tienen que ser también de esperanza hacia los tiempos que están por venir. Y no lo decimos desde una perspectiva ilusoria sino pragmática. Como hemos señalado en otras entradas del Blog, desde esa visión se pueden dar avances, aunque sin dejar de ser conscientes de las realidades en las que nos desenvolvemos y de que el tablero ha cambiado, incluso la partida, y que las recetas anteriores no sirven en no pocas ocasiones. De la misma forma, es un tiempo abonado a las soluciones extremas y polarizantes, discursos emocionales a un lado y a otro de un espectro ideológico también confuso, y recetas sencillas que tampoco dan resultado. Al contrario, al soler basarse en extremismos polarizantes, llevan a la sociedad a otros escenarios. En fin, un tiempo complejo pero, ¿cuál no lo ha sido?
En ese contexto, nos detenemos de nuevo en las perspectivas de futuro y en las expectativas de la sociedad sobre el mismo. Este es un hecho relevante para nuestras sociedades ya que, uno de los diagnósticos más comunes, es que la sociedad ha perdido la esperanza en un futuro mejor, en un concepto de progreso, otro día podríamos debatir sobre esta cuestión, que lleva a la mejora de las condiciones de vida. Esa falta de perspectiva se resume en un mundo en el que han cambiado los sistemas de valores, como también señalamos en otras entradas del Blog a lo largo del año. Solo hay que ver la evolución de las dos últimas décadas para observar como el nihilismo y el individualismo, un carpe diem continuado, ha ido institucionalizándose, especialmente en el último lustro. Y no se trata de juzgar a los individuos, sino de poner el foco en un sistema que no está funcionando, o no lo está haciendo en la medida que se podría identificar como una sociedad más justa, cohesionada y corresponsable. Entran en juego, por lo tanto, visiones nostálgicas pero, de nuevo, habría que diferenciar el grano de la paja. Porque, no es lo mismo una mirada sobre el pasado que ponga en valor los logros conseguidos, los avances en numerosos ámbitos, que una nostalgia que se fundamenta en ciertos aspectos o posiciones de unos determinados colectivos.
A finales de julio, El Confidencial publicó un artículo, firmado por Marta Ley, bajo el título "Así te sientes si has nacido después del 82: tus padres vivían mejor (pero eso puede cambiar)". A través de los resultados de diferentes encuestas, realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), entre otros, junto con el análisis de expertos, se observa cómo un porcentaje importante de la población joven señala que vivirá peor de lo que lo han hecho sus padres. Sin duda, este es un escenario que tiene sus visos de realidad, en tanto en cuanto está vinculado a esa cuestión que indicábamos en párrafos anteriores de ruptura de la esperanza de futuro o de una perspectiva de mejora. Son impresiones que, además, se han venido repitiendo ya desde comienzos del siglo XXI, y que se amplificaron con la crisis sistémica de 2008. Además, los estudios muestran cómo una parte de ese descontento decide votar posiciones políticas de extrema derecha. En relación al proceso, existe una realidad en cuestiones vinculadas fundamentalmente a las condiciones materiales, y no se dan de la misma forma para todas las personas y colectivos. Así, los jóvenes tienen más difícil el acceso a un mercado de trabajo de calidad y su estabilidad en un empleo tarda mucho más que en el pasado en llegar. Sus condiciones laborales son claramente mejorables y cuestiones como la vivienda son determinantes. En estos aspectos, es cierto que generaciones anteriores, o parte de las mismas, porque hay que insistir en la diversidad de escenarios, lo tuvieron mejor. Sin embargo, en otras cuestiones, como los avances en derechos, respeto a la diversidad, así como el acceso a determinados niveles educativos, culturales y de ocio, etc., se han dado grandes transformaciones. Pero, la percepción de una parte significativa de los jóvenes es que vivirán peor que sus padres y ese hecho se basa en las cuestiones materiales señaladas anteriormente.
No cabe duda de que esta es una de las principales encrucijadas en las que nos encontramos como sociedad y que, en definitiva, ha ido dando lugar a una pérdida de legitimidad del sistema, que no parece tener mayoritariamente estas cuestiones como prioritarias. Bien porque no son capaces de dar con la tecla de la solución, que seguramente, bien porque no están interesado en ellas. Estudios y encuestas también nos muestran cómo, la mayor parte de la ciudadanía, estima que vive en un buen tiempo y que, de poder elegir uno en el que vivir, lo haría en este. Sin embargo, como hemos señalado en otras muchas ocasiones, la cuestión es no perder todo lo que se ha ido ganando y seguir avanzando.