Territorios
Por EQUIPO AICTS / 16 de septiembre de 2024
La variable territorial se ha convertido, en los últimos años, en una de las más relevantes a la hora de analizar las desigualdades, así como sus consecuencias económicas, políticas y socialees. No es que la misma no fuese clave, que lo ha sido siempre, y solo hay que observar lo ocurrido a nivel global, sino que en esta década y media esta variable territorial se ha convertido en capital en el mundo occidental como consecuencia de las transformaciones de la Globalización. A lo largo de estos años, el concepto de cohesión territorial, vinculada sin duda alguna al social, ha adquirido una presencia constante en las políticas y las agendas públicas. Si en el pasado, y en un contexto occidental, estas medidas y políticas territoriales se habían centrado en la cuestión del medio rural, en los últimos años también abordan aspectos relacionados con regiones que se han quedado en un segundo o tercer plano en el proceso de la Globalización. Estos fenómenos, vinculados a las desindustrializaciones y deslocalizaciones, también sirven para analizar las derivas políticas y el ascenso de determinados populismos, especialmente los de extrema derecha y nacionalistas, que son los que intentan en mayor medida capitalizar el desconteto, aunque sin ofrecer soluciones.
Hemos analizado en numerosas ocasiones este escenario, y es una línea de investigación y trabajo de parte de los integrantes de AICTS. La Globalización es protagonizada por las grandes ciudades, metrópolis globales que son las que concentran recursos, oportunidades, etc. Por el camino, numerosas zonas intermedias y periféricas, que lograron en buena medida su fortaleza gracias a los procesos de industrialización, han perdido el músculo con las deslocalizaciones y la pérdida del sector secundario, junto con un sector primario que tampoco atraviesa su mejor momento. Además, las elites económicas locales, regionales y nacionales se han ido desvinculando de su territorio, hecho que era consustancial a tiempos pasados, y ahora son elites globales que no se relacionan con el mismo. Además, no pocas de ellas han ido desapareciendo incluso, absorbidas por los modelos de concentración propios del capitalismo neoliberal actual. En definitiva, una concatenación de factores y procesos que da lugar a territorios que, dentro de su heterogeneidad y diversidad, a conservar escenarios de riqueza incluso, se encuentran con la percepción de que han perdido la esperanza de futuro y de progreso. Una situación que, igualmente, nos recuerda a la estructura social y a la ruptura de la movilidad social.
Estos territorios "compraron", y se ajustaron, al marco que se les ofrecía, generalmente de forma acrítica. Sectores secundario y primario fueron sustituidos por una terciarización que, en un primer momento, parecía funcionar. En el caso de España, la construcción a la par de un Estado de Bienestar y de un Estado de las Autonomías provocó un aumento del empleo público. También se dio el caso de la permanencia en sus territorios de numerosas personas y profesionales que podían desarrollar su trabajo en el sector terciario. Internet alumbró una promesa, incumplida en buena medida, de que no hacía falta estar en las grandes ciudades para hacer cualquier cosa. Sin embargo, el modelo se mostró hueco, especialmente a partir de la crisis de 2008. Territorios envejecidos, jóvenes que emigran, servicios públicos que son los principales empleadores, promesa de recuperación (de nuevo inviable) con la pandemia de la Covid-19, y salto sin red en la apuesta por el turismo, con las consecuencias que se están viendo en no pocos casos.
Este escenario nos muestra una realidad de nuestro tiempo y cómo la variable territorial va a tener un mayor peso en diferentes aspectos, desde el político al social. Recientemente, un interesante concepto sobre esta cuestión, "trampa del desarrollo", ha sido planteado por diferentes investigadores e investigadoras. El mismo aborda cómo diferentes zonas y territorios que han contado con importantes niveles de desarrollo se han ido quedando anquilosados, junto con otros que ya venían de situaciones más complejas. Es un indicador que mide en buena medida cómo se entra en riesgo de no poder mantener los mismos. El escenario es más complejo en amplias zonas de Francia e Italia, mientras que en España Segovia, León, La Rioja, Lleida, Girona, Valencia y Teruel serían las provincias que estarían en mayor riesgo de caer en dicha trampa. El concepto es complejo, se puede debatir sobre el mismo, pero es un nuevo e interesante indicador que, además, nos presenta escenariosd de futuro y tendencias de una cuestión clave. Sin embargo, no parece que haya visos de dar respuesta a la misma, en tanto en cuanto la cohesión territorial y social precisa de una mirada de conjunto y global. Esto, lamentablemente, no se está dando ni a nivel nacional ni europeo. Así nos va.
La variable territorial se ha convertido, en los últimos años, en una de las más relevantes a la hora de analizar las desigualdades, así como sus consecuencias económicas, políticas y socialees. No es que la misma no fuese clave, que lo ha sido siempre, y solo hay que observar lo ocurrido a nivel global, sino que en esta década y media esta variable territorial se ha convertido en capital en el mundo occidental como consecuencia de las transformaciones de la Globalización. A lo largo de estos años, el concepto de cohesión territorial, vinculada sin duda alguna al social, ha adquirido una presencia constante en las políticas y las agendas públicas. Si en el pasado, y en un contexto occidental, estas medidas y políticas territoriales se habían centrado en la cuestión del medio rural, en los últimos años también abordan aspectos relacionados con regiones que se han quedado en un segundo o tercer plano en el proceso de la Globalización. Estos fenómenos, vinculados a las desindustrializaciones y deslocalizaciones, también sirven para analizar las derivas políticas y el ascenso de determinados populismos, especialmente los de extrema derecha y nacionalistas, que son los que intentan en mayor medida capitalizar el desconteto, aunque sin ofrecer soluciones.
Hemos analizado en numerosas ocasiones este escenario, y es una línea de investigación y trabajo de parte de los integrantes de AICTS. La Globalización es protagonizada por las grandes ciudades, metrópolis globales que son las que concentran recursos, oportunidades, etc. Por el camino, numerosas zonas intermedias y periféricas, que lograron en buena medida su fortaleza gracias a los procesos de industrialización, han perdido el músculo con las deslocalizaciones y la pérdida del sector secundario, junto con un sector primario que tampoco atraviesa su mejor momento. Además, las elites económicas locales, regionales y nacionales se han ido desvinculando de su territorio, hecho que era consustancial a tiempos pasados, y ahora son elites globales que no se relacionan con el mismo. Además, no pocas de ellas han ido desapareciendo incluso, absorbidas por los modelos de concentración propios del capitalismo neoliberal actual. En definitiva, una concatenación de factores y procesos que da lugar a territorios que, dentro de su heterogeneidad y diversidad, a conservar escenarios de riqueza incluso, se encuentran con la percepción de que han perdido la esperanza de futuro y de progreso. Una situación que, igualmente, nos recuerda a la estructura social y a la ruptura de la movilidad social.
Estos territorios "compraron", y se ajustaron, al marco que se les ofrecía, generalmente de forma acrítica. Sectores secundario y primario fueron sustituidos por una terciarización que, en un primer momento, parecía funcionar. En el caso de España, la construcción a la par de un Estado de Bienestar y de un Estado de las Autonomías provocó un aumento del empleo público. También se dio el caso de la permanencia en sus territorios de numerosas personas y profesionales que podían desarrollar su trabajo en el sector terciario. Internet alumbró una promesa, incumplida en buena medida, de que no hacía falta estar en las grandes ciudades para hacer cualquier cosa. Sin embargo, el modelo se mostró hueco, especialmente a partir de la crisis de 2008. Territorios envejecidos, jóvenes que emigran, servicios públicos que son los principales empleadores, promesa de recuperación (de nuevo inviable) con la pandemia de la Covid-19, y salto sin red en la apuesta por el turismo, con las consecuencias que se están viendo en no pocos casos.
Este escenario nos muestra una realidad de nuestro tiempo y cómo la variable territorial va a tener un mayor peso en diferentes aspectos, desde el político al social. Recientemente, un interesante concepto sobre esta cuestión, "trampa del desarrollo", ha sido planteado por diferentes investigadores e investigadoras. El mismo aborda cómo diferentes zonas y territorios que han contado con importantes niveles de desarrollo se han ido quedando anquilosados, junto con otros que ya venían de situaciones más complejas. Es un indicador que mide en buena medida cómo se entra en riesgo de no poder mantener los mismos. El escenario es más complejo en amplias zonas de Francia e Italia, mientras que en España Segovia, León, La Rioja, Lleida, Girona, Valencia y Teruel serían las provincias que estarían en mayor riesgo de caer en dicha trampa. El concepto es complejo, se puede debatir sobre el mismo, pero es un nuevo e interesante indicador que, además, nos presenta escenariosd de futuro y tendencias de una cuestión clave. Sin embargo, no parece que haya visos de dar respuesta a la misma, en tanto en cuanto la cohesión territorial y social precisa de una mirada de conjunto y global. Esto, lamentablemente, no se está dando ni a nivel nacional ni europeo. Así nos va.