La inevitable correlación entre pobreza y salud mental
Por EQUIPO AICTS / 23 de septiembre de 2024
La salud mental ha ocupado un espacio en medios de comunicación y agendas públicas con el que, hasta hace relativamente poco tiempo, apenas contaba. Veníamos de épocas en las que las depresiones, ansiedades, ir consultas de Psicología y Psiquiatría, etc., eran un tabú que se escondía socialmente. Se identificaban estas situaciones como un síntoma de debilidad, de no haber sabido afrontar las circunstancias de la vida, siendo también una cuestión relativa ya que, aunque en no pocos casos, hay causas objetivas, también es cierto que depende de cómo cada uno y cada una aborde un hecho o un suceso. Afortunadamente, como decíamos, se han dado cambios en este sentido y la salud mental ocupa un lugar relevante en la agenda pública. También hay una correlación con el tiempo que nos ha tocado vivir, que se ha mostrado como pernicioso para la salud mental debido a las incertidumbres, visibilidades públicas a través de las Redes Sociales, etc. Obivamente, no es que las épocas anteriores no contasen con elevados grados de presión e incertidumbre. Al contrario, vaya si había incertidumbres e inestabilidades, elevados riesgos, etc. Pero, como decíamos anteriormente, esta época, con sus características, y especialmente en ciertos colectivos, cuenta con sus consecuencias en ese sentido.
Y una de las cuestiones claves que se está vislumbrando en relación a la salud mental, el contar con depresión y ansiedad, es la correlación con situaciones de pobreza, de vulnerabilidad social, etc. No es nuevo, nos podrán decir, y así es. El hecho de no poder cubrir las necesidades básicas o el llegar a final de mes con dificultades siempre ha generado incertidumbre, inquietud, angustia... No hay que irse muy lejos, en numerosas novelas de todas las épocas ya estaba. El Confidencial publicaba hace unos meses los resultados de un estudio publicado en la revista Nature Human Behaviour que incidían en el círculo vicioso de pobreza y problemas de salud mental. De nuevo, una obviedad, pero no está de más destacarla. En el mismo artículo, también se incidía en otro de los indicadores de nuestro tiempo como es el hecho de que contar con un empleo no implica que salgas de la situación de pobreza y exclusión social. Trabajadores y trabajadoras pobres que también van a contar con problemas de salud mental.
Por su parte, El País se hacía eco del estudio Equilibristas. Las acrobacias de la juventud para sostener su salud mental en una sociedad desigual, llevado a cabo por el Consejo de la Juventud de España a través de fuentes secundarias. El título del estudio es ya relevante en sí mismo en incide en los escenarios de precariedad en los que vive buena parte de la juventud española. Es otra de las cuestiones recurrentes, y tratada también en numerosos artículos en el Blog de AICTS. Las dificultades para la emancipación, la precariedad e inestabilidad laboral, las dificultades para establecer proyectos de vida, el precio ascendente de viviendas en propiedad y alquiler, junto con la situación de las expectativas, están dando lugar también a verdaderos problemas de salud mental entre los jóvenes españoles. Algunos indicadores del estudio reseñado van en esa dirección, como por ejemplo que un 60% de los jóvenes que cuentan con dificultades económicas severas desarrollen problemas de salud mental. El artículo de El País, firmado por Ana Torres Menárguez, complementa los datos e indicadores presentados con experencias personales de jóvenes que tienen dificultades para acceder a la vivienda y el empleo, que no pueden emanciparse o que, habiéndolo hecho, deben regresar a casa de sus progenitores.
En definitiva, una correlación que es una realidad que, en no pocas ocasiones, no se ha querido ver. Como en la mayor parte de las situaciones, condiciones estructurales y condiciones económicas y sociales son determinantes. No podemos entrar en modelos y sistemas de valores que se dedican únicamente a culpabilizar a las personas y colectivos de sus trayectorias. No quiere decir que no haya un componente personal en numerosos casos, obviamente, pero el impacto de esas condiciones es un hecho. En el caso de la salud mental, muy claramente y, como decíamos, no es algo nuevo. Ocurre que, en muchas ocasiones, parece que mucha gente se sorprende o, lo que es incluso peor, que se ha realizado un gran descubrimiento. Pues no, es algo que siempre ha estado ahí.
La salud mental ha ocupado un espacio en medios de comunicación y agendas públicas con el que, hasta hace relativamente poco tiempo, apenas contaba. Veníamos de épocas en las que las depresiones, ansiedades, ir consultas de Psicología y Psiquiatría, etc., eran un tabú que se escondía socialmente. Se identificaban estas situaciones como un síntoma de debilidad, de no haber sabido afrontar las circunstancias de la vida, siendo también una cuestión relativa ya que, aunque en no pocos casos, hay causas objetivas, también es cierto que depende de cómo cada uno y cada una aborde un hecho o un suceso. Afortunadamente, como decíamos, se han dado cambios en este sentido y la salud mental ocupa un lugar relevante en la agenda pública. También hay una correlación con el tiempo que nos ha tocado vivir, que se ha mostrado como pernicioso para la salud mental debido a las incertidumbres, visibilidades públicas a través de las Redes Sociales, etc. Obivamente, no es que las épocas anteriores no contasen con elevados grados de presión e incertidumbre. Al contrario, vaya si había incertidumbres e inestabilidades, elevados riesgos, etc. Pero, como decíamos anteriormente, esta época, con sus características, y especialmente en ciertos colectivos, cuenta con sus consecuencias en ese sentido.
Y una de las cuestiones claves que se está vislumbrando en relación a la salud mental, el contar con depresión y ansiedad, es la correlación con situaciones de pobreza, de vulnerabilidad social, etc. No es nuevo, nos podrán decir, y así es. El hecho de no poder cubrir las necesidades básicas o el llegar a final de mes con dificultades siempre ha generado incertidumbre, inquietud, angustia... No hay que irse muy lejos, en numerosas novelas de todas las épocas ya estaba. El Confidencial publicaba hace unos meses los resultados de un estudio publicado en la revista Nature Human Behaviour que incidían en el círculo vicioso de pobreza y problemas de salud mental. De nuevo, una obviedad, pero no está de más destacarla. En el mismo artículo, también se incidía en otro de los indicadores de nuestro tiempo como es el hecho de que contar con un empleo no implica que salgas de la situación de pobreza y exclusión social. Trabajadores y trabajadoras pobres que también van a contar con problemas de salud mental.
Por su parte, El País se hacía eco del estudio Equilibristas. Las acrobacias de la juventud para sostener su salud mental en una sociedad desigual, llevado a cabo por el Consejo de la Juventud de España a través de fuentes secundarias. El título del estudio es ya relevante en sí mismo en incide en los escenarios de precariedad en los que vive buena parte de la juventud española. Es otra de las cuestiones recurrentes, y tratada también en numerosos artículos en el Blog de AICTS. Las dificultades para la emancipación, la precariedad e inestabilidad laboral, las dificultades para establecer proyectos de vida, el precio ascendente de viviendas en propiedad y alquiler, junto con la situación de las expectativas, están dando lugar también a verdaderos problemas de salud mental entre los jóvenes españoles. Algunos indicadores del estudio reseñado van en esa dirección, como por ejemplo que un 60% de los jóvenes que cuentan con dificultades económicas severas desarrollen problemas de salud mental. El artículo de El País, firmado por Ana Torres Menárguez, complementa los datos e indicadores presentados con experencias personales de jóvenes que tienen dificultades para acceder a la vivienda y el empleo, que no pueden emanciparse o que, habiéndolo hecho, deben regresar a casa de sus progenitores.
En definitiva, una correlación que es una realidad que, en no pocas ocasiones, no se ha querido ver. Como en la mayor parte de las situaciones, condiciones estructurales y condiciones económicas y sociales son determinantes. No podemos entrar en modelos y sistemas de valores que se dedican únicamente a culpabilizar a las personas y colectivos de sus trayectorias. No quiere decir que no haya un componente personal en numerosos casos, obviamente, pero el impacto de esas condiciones es un hecho. En el caso de la salud mental, muy claramente y, como decíamos, no es algo nuevo. Ocurre que, en muchas ocasiones, parece que mucha gente se sorprende o, lo que es incluso peor, que se ha realizado un gran descubrimiento. Pues no, es algo que siempre ha estado ahí.