Como lágrimas en la lluvia...o sobre la Encuesta de las Finanzas de las Familias

Por EQUIPO AICTS / 29 de enero de 2017


Hace unos días se presentaron los resultados de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF) que realiza el Banco de España, correspondiente al año 2014. Desde un punto de vista metodológico, cuenta con una muestra de 6.120 hogares y se han realizado cinco ediciones con una periodicidad de cada tres años, entrevistándose a familias que han colaborado en las anteriores lo que permite ver la evolución de sus rentas disponibles. Los resultados de esta encuesta han confirmado una realidad de sobra conocida: el empobrecimiento de buena parte de la sociedad, el crecimiento de la desigualdad y la enorme dificultad de los jóvenes para conformar un proyecto de vida. Insistimos en el punto de que son datos de sobra conocidos, que llevamos varios años viendo y analizando diferentes estudios, informes, investigaciones, etc., que nos muestran una realidad frente al espejo, pero que, desgraciadamente, ya nos hemos acostumbrado a ellos. A la vez, las transformaciones estructurales de nuestras sociedades, aceleradas desde 2008, han generado un escenario en el que parece que la única opción es asumir la situación. Un indicador muy evidente de este proceso y de la generación de un cierto pensamiento es el mercado laboral y su precarización. Pero sobre estas cuestiones hablaremos al final de estas líneas, vayamos primero con los resultados de la encuesta.

Y es que los medios de comunicación se han hecho eco de los mismos como en pocas ocasiones en los dos últimos años. Hubo un tiempo, especialmente de 2010 a 2013, en los que los datos sobre el empobrecimiento de la población ocupaban muchas más portadas y noticias, hasta que ya dejaron de ser una novedad o de provocar extrañeza. La encuesta nos muestra que la renta mediana de los hogares descendió en 2014 un 9,7% con respecto a los datos de 2011. Todos los grupos la han sufrido, excepto los hogares mayores de 64 años que mejoran su posición relativa, destacando la reducción de los más jóvenes con un 22,5, es decir, estos hogares perdieron más de una quinta parte de su renta disponible. La EFF también refleja cómo la riqueza neta de los hogares, un indicador basado en la suma de los activos reales más lo financieros a la que se restan las deudas, descendió un 22,1%, siendo más acusada la caída, no podía ser de otra manera, en los hogares más jóvenes y en los que tienen menor nivel de riqueza, que han sido los más afectados por la crisis.

Como decíamos anteriormente, unos datos que realmente no nos descubren nada nuevo, sólo la constatación una vez más de un escenario de empobrecimiento de la mayoría de la sociedad. La situación de los jóvenes se manifiesta todavía más compleja si cabe. No es la primera vez que analizamos este hecho, y tampoco que el ser joven en España nunca ha sido fácil, debido a características estructurales de nuestro país vinculadas al acceso al mercado de trabajo y a las condiciones en que se accede. Con la crisis, las mismas se han precarizado todavía mucho más condenando a los jóvenes, independientemente de su nivel de cualificación, o bien a acceder a empleos muy precarios y temporales, o bien a alargar su formación (si es posible, porque en gran medida dependerá de la renta familiar disponible), entrando en un amargo proceso de procrastinación. Las posibilidades de realizar un proyecto de vida, que en nuestra sociedad se centra en la emancipación, se han reducido y, en el caso de ser querido, formar una familia se vuelve casi una misión imposible.

La EFF también nos muestra la difícil situación de los hogares más jóvenes. Estos han tenido que asumir más cargas financieras, centradas en la adquisición de una vivienda, a la par que la precarización de su trabajo o directamente su pérdida generaban una situación angustiosa. El apoyo familiar ha sido determinante para paliar o salvar directamente la misma, pero es que los trabajadores jóvenes también han contado con menos opciones ante ese escenario, ya que su acceso al mercado laboral no se había realizado en buenas condiciones. En todo caso, estos indicadores también reflejan cómo se están poniendo las bases para las futuras desigualdades. 

En resumen, nuevos datos e indicadores sobre la situación económica de la población que se suman a la larga lista de los existentes. Necesarios para llamar la atención, una vez más, sobre el escenario que se ha generado y la transformación de la sociedad que se está llevando a cabo, y que es de carácter estructural. El problema es que, cuando aparezcan nuevos datos e indicadores, nos volverán a llamar la atención pero, mientras tanto, esas condiciones estructurales siguen su camino y nadie apunta soluciones, aunque los datos macroeconómicos siguen creciendo pero ya vemos a costa de quién, y la redistribución de la riqueza se convierte en una quimera.