Una década del comienzo de la crisis

Por EQUIPO AICTS / 10 de septiembre de 2018


Se cumple una década de la caída de Lehamn Brothers, el considerado comienzo de la crisis de 2008 que ha supuesto una transformación de nuestra sociedad. Una década después, lo que se presentó como una crisis a la que siguió recuperación macroeconómica, que no para la mayoría de los ciudadanos, ha demostrado ser una evolución más del sistema capitalista y la aceleración de procesos que venían dándose desde la década de los setenta del siglo XX. En definitiva, un cambio de modelo con graves consecuencias además de producirse a una gran celeridad.

La crisis ha dejado a la mayoría de la sociedad como damnificados de un proceso que se caracteriza por el descenso del empleo, la precarización del existente, unas transformaciones en el mundo del trabajo que afectan a la raíz del mismo, procesos desregularizadores y un descenso de los sistemas de protección representados por el Estado de Bienestar. Aunque el empleo se haya recuperado en comparación con los niveles más altos de paro durante la crisis, no cabe duda que nos encontramos ante un cambio radical en relación a las condiciones de trabajo con respecto a las décadas pasadas. En la actualidad, la precarización, la flexibilidad, el descenso de la capacidad de negociación de los trabajadores y los nuevos modelos económicos nos muestran una realidad compleja con transformaciones también en relación a la formación y la educación. La economía del contenedor y la aparición de nuevas formas de trabajo basadas en el autoempleo y conceptos como el emprendimiento, en su vertiente neoliberal, muestran un escenario de incertidumbre, precariedad y desigualdad creciente. 

Por otra parte, está claro que la economía se ha impuesto sobre la política, como ya venía haciéndolo desde décadas atrás de forma más sutil. Las desregularizaciones y el peso de un ámbito sobre el otro ha quedado demostrado en esta década y puede que no tenga mejor indicador que en el hundimiento de la ilusión europeísta, dominada por unos mercados se que han impuesto impecablemente. Pero, no cabe duda que el impacto de todos estos procesos en las políticas públicas del Estado de Bienestar, aquellas que se basan en la igualdad, la equidad, la reducción de las desigualdades, la cohesión social, etc., ha sido otro de los fenómenos que más está afectando a los ciudadanos. A pesar del mantenimiento de las estructuras del Estado de Bienestar, se han perdido derechos sociales que no se recuperarán. Y esto afecta al conjunto de la sociedad pero, como en el conjunto del periodo, a los grupos sociales más desfavorecidos y que ya, antes de la crisis, estaban en peores condiciones de partida.

El escenario es complejo, como decíamos, y la situación precisa de una transformación sin precedentes. Aunque han surgido movilizaciones y movimientos sociales que han demandado una solución, no han logrado sus objetivos. Igualmente, las tendencias políticas en Occidente están viendo aflorar partidos políticos y movimientos populistas y xenófobos que nos recuerdan situaciones de un pasado que se creía superado. Son formaciones que han encontrado su hueco en el descontento y desconfianza de una parte de la sociedad que se ha visto barrida por la crisis o que ha visto empeorar sus condiciones de vida. La respuesta no tiene que ser sólo al escenario que ha generado esta transformación de la sociedad que estamos viviendo sino también a estos movimientos que, en parte, están capitalizando el descontento aunque tampoco tengan una solución al mismo. Está en juego la cohesión social y un modelo como el Estado de Bienestar que ha sido copiado en otras partes del mundo y se ha convertido en un objetivo para muchas sociedades. La cuestión es si estamos a tiempo de subvertir esta situación.