Estado de Bienestar, políticas públicas y crisis del Covid-19

Por EQUIPO AICTS / 29 de marzo de 2020


Una de las cuestiones que está poniendo en evidencia la crisis del Covid-19 es la necesidad de políticas públicas basadas en la cohesión social y la corresponsabilidad, los principios que marcan la filosofía del Estado de Bienestar. No cabe duda que habrá tiempo de evaluar el impacto de los recortes y ajustes en los principales capítulos de las políticas públicas, intensificados a partir de la crisis de 2008, pero que ya habían comenzando antes, cuando comenzaron a imponerse visiones económicas de carácter neoliberal. Pero es un hecho que la crisis del Covid-19 ha encontrado unos sistemas públicos adelgazados en algunos países como España. Es cierto que no hay comparación con lo que ocurre en otros países del mundo, en los que sistemas como el español pueden considerarse un lujo. En este artículo vamos a reflexionar sobre la importancia del Estado de Bienestar y las políticas públicas asociadas al mismo, y el impacto del Covid-19.

No corresponde a estos párrafos trazar la historia un modelo que tuvo en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial su expansión en las democracias europeas occidentales, y sus derivadas en países como Estados Unidos, Canadá y Australia, cada uno con sus características, destacando una mayor presencia del mercado en el primer caso. La crisis del petróleo de 1973, el ascenso de doctrinas neoliberales al calor de los gobiernos de Thatcher (Reino Unido) y Reagan (Estados Unidos), y transformaciones geopolíticas fueron socavando los pilares del Estado de Bienestar, más potentes en los países nórdicos. En España, como en tantas ocasiones, la llegada del Estado de Bienestar fue más tardía pero muy acelerada. Hubo que esperar hasta la década de los ochenta, ya en plena Democracia, cuando se pudo constituir un sistema de políticas públicas vinculadas a los Derechos Sociales, lo cual tiene una conexión directa con el concepto de ciudadanía. Sanidad, Educación y Servicios Sociales, junto con las pensiones, eran las bases de un modelo basado en la corresponsabilidad a través del sistema de impuestos. En el caso de España, fueron los Servicios Sociales los que se quedaron en un segundo plano, un hecho no corregido en las décadas siguientes, ni siquiera en las de crecimiento económico de la primera década del siglo XXI.

Sin embargo, las políticas neoliberales de reducción de inversión pública, visiones que priorizaban el papel de la esfera privada bajo la argumentación de una mayor eficacia, y el hecho de apostar por la reducción de impuestos como una medida de política económica, determinó una creciente reducción de las inversiones en políticas públicas. Fueron ritmos y fenómenos diferentes, también motivados por el valor otorgado por cada sociedad a esos servicios públicos. Pero, no podía dejarse de lado el papel de las transferencias sociales en el progreso de amplias capas de la sociedad, en el hecho de que, sin las mismas, no hubiesen podido acceder a determinados servicios. La Educación y la Sanidad fueron el ejemplo más evidente de este proceso. La crisis de 2008 trastocó profundamente este escenario, especialmente en los países del sur de Europa, modelos de Estado de Bienestar más familistas, en los que las partidas del gasto público social se vieron reducidas y las transferencias sociales recortadas, en un contexto de aumento del desempleo y precarización de la vida. Las recuperaciones económicas de los últimos años han permitido una mejora de la inversión pública, pero las brechas de la crisis sistémica de 2008 se han institucionalizado.

Y en estas ha llegado una crisis todavía más amplia, la del Covid-19, cuyo impacto no podemos calcular todavía. Los sistemas sanitarios se han encontrado debilitados con algunas carencias derivadas de años de recortes y ajustes. Es un hecho. En el caso de España, con un sistema descentralizado, hay diferentes situaciones en su Sanidad pública. Ejemplos como Madrid, donde se ha producido un avance sin precedentes de la privatización de la sanidad, o Cataluña, con unos recortes amplísimos, son paradigmas del lugar al que no tienen que ir las políticas públicas. Sistemas sanitarios en gran medida que dan más de lo que pueden gracias a sus profesionales, en todos los sentidos. Unos sistemas sanitarios que muestran su fortaleza a pesar de esos recortes. Y otro ámbito en el que se puede observar el papel del Estado de Bienestar es el de los Servicios Sociales, con toda la cuestión de la atención a las personas mayores, dependencia y el papel que desempeñarán para atender a los colectivos más desfavorecidos. Aquí, como hemos comentado, al Estado de Bienestar español todavía le quedaba un amplio camino por recorrer. En el caso de la Educación, de la que hablaremos en otro artículo, será fundamental que no se generen más brechas educativas y desigualdades, aunque toda la cuestión de la atención telemática ya las está causando. 

En definitiva, un momento clave para poner en valor el papel de los servicios y políticas públicas, del Estado de Bienestar y de su conexión con los Derechos Sociales y, en definitiva, con el concepto de ciudadanía. Unos servicios que están sufriendo un fuerte impacto en estas semanas y que la ciudadanía está reconociendo.