La incertidumbre del presente, la complejidad del futuro

Por EQUIPO AICTS / 15 de septiembre 2020

Han pasado seis meses desde que la pandemia global de la Covid-19 marcase el ritmo de nuestras vidas, tanto presentes como futuras. Un cambio sin precedentes para unas sociedades, occidentales, que se basaban en un proceso de mejora constante y en una suerte de optimismo antropológico que no se veía sustentado por no pocos indicadores tras la crisis de 2008, y anteriores. Pero, la pandemia de la Covid-19 era un acontecimiento inesperado, por más que se hubiesen producido voces de alerta durante años. Sin embargo, el virus cogió por sorpresa a todos los gobiernos del mundo y, como piezas de dominó, la crisis sanitaria generó una económica sin precedentes, así como otras consecuencias políticas, sociales y culturales a medio y largo plazo. Al comienzo de la crisis, se señalaba desde diferentes ámbitos que saldríamos mejores de lo que entramos, pero eso no será así. Sin embargo, lejos de "salir mejor de lo que entramos", las tendencias anteriores se recrudecen, como hemos venido indicando en otros posts de este blog.

Inmersos en una segunda ola de la pandemia, en un escenario complejo, en una sensación de incertidumbre y con algunos de los deberes no realizados de forma correcta, la situación se presenta como una especie de espera de la vacuna o el tratamiento que nos permita superar esta situación. Pero, la misma tardará y, mientras tanto, se produce una combinación de llamadas a la responsabilidad individual, que en buena parte se da, y de medidas de los gobiernos. De lo que no cabe ninguna duda es de la enorme brecha económica producida en todo el mundo y en la que España es uno de los países más sumidos en ella. El presente es un incertidumbre inmenso ante la vuelta al colegio, ante la vuelta a la universidad, ante la vuelta al trabajo. La Covid-19 está ahí y estaremos conviviendo con ella mucho tiempo, cualquier tiempo es mucho, peleando y cruzando los dedos para que su impacto sanitario se vea reducido a lo máximo. Sin embargo, parece que hay gente que desea que todo vaya mal, que se disparen los casos, instalados en un extremismo de todo tipo, y no nos referimos a la dimensión política.

Pero, si el presente es incertidumbre, el futuro es complejidad elevada al cubo. Los indicadores no son nada favorables. La economía se desploma, muchas actividades se han quedado tocadas, trabajadores y trabajadoras en ERTEs, etc., y el dinero de Europa que podrá mitigar este escenario pero que no salvará, señalan los expertos, el medio y largo plazo. Un Estado endeudado y con déficit disparado, y no quedaba otro remedio, ciertamente. Sin embargo, el futuro se presenta tan complicado que no hay muchos motivos para ser optimistas. Lo del 2008 queda ya muy lejos en dimensiones para lo que viene, con unas transformaciones que pueden ser muy estructurales y que, lamentablemente, no parecen corregir las tendencias de las dos últimas décadas, como hemos señalado anteriormente. ¿Podría haber sido una buena oportunidad?, podría. ¿Va a ocurrir?, no parece. En este sentido, de nuevo las generaciones más jóvenes estarán entre las más perjudicadas, ya hay incluso estudios que estiman el impacto del cierre de las escuelas durante seis meses en los salarios futuros...Pero también tenemos que poner el foco en estas generaciones, las que ahora se están formando y que tendrán que asumir responsabilidades en el futuro, marcados y marcadas por este escenario. Si las anteriores fueron "arrojadas" al individualismo nihilista del "carpe diem", con una falta de responsabilidad de las generaciones mayores, ahí sí que no nos podemos permitir cometer ese error. Un error fatal, como estamos viendo que, de repetirse, y nadie nos dice que no vaya a ser así, tendrá todavía peores consecuencias. Igual no estamos a tiempo de ciertas cosas, de cambios estructurales, aunque pelearemos por ellos, pero sí que podemos actuar en otros ámbitos.