La juventud ante un nuevo desafío (o el mismo)

Por EQUIPO AICTS / 16 de noviembre 2020

Tenemos que seguir insistiendo en todo lo relacionado con nuestra juventud, uno de los colectivos que se verán más afectados por el impacto de las consecuencias de la pandemia COVID-19. En el Blog de AICTS hemos venido haciendo referencia a esta situación, enlazándolo con el escenario que ya se venía observando secularmente. No conviene olvidarlo. Y es que los jóvenes han sido un colectivo que, tradicionalmente, han estado en una situación de vulnerabilidad en relación a su inserción sociolaboral. Los indicadores son muy evidentes, y se han ido intensificando. Alto desempleo juvenil; dificultades para alcanzar un empleo de su formación y, cuando se consigue, se tardan años; empleos precarios, tanto salarialmente como en sus condiciones; retraso en la emancipación; dificultades para establecer un proyecto de vida; retraso en la edad del primer hijo; etc. Y toda esta situación se hace mucho más complicada en aquellos colectivos en situación de riesgo de exclusión social, parte de sus integrantes no acaban los estudios de Secundaria, se ven abocados a la economía informal, etc.

Estos escenarios, como decíamos, no son nuevos, al contrario. Ya se venían estableciendo desde las dos últimas décadas, habiéndose intensificado con la crisis de 2008. Si a comienzos de 2000, como hemos señalado en otras ocasiones, el problema de los jóvenes era el "mileurismo", una década después se hacía referencia a la "generación mejor formada", a una "generación perdida", o a cómo muchos de ellos y ellas tenían que dejar nuestro país en busca de mejores oportunidades. Pero, esto también tenía un efecto negativo por el mensaje que se trasladaba a los que se quedaban. En definitiva, los jóvenes fueron uno de los colectivos cuya situación empeoró más rápidamente con la crisis de 2008 y sus funestas consecuencias. Además, vieron cómo se encarecían sus estudios universitarios, las transferencias sociales descendían, las promesas de la movilidad social se rompían y se instalaban en un contexto más voluble. Por otra parte, categorizaciones como "ni-ni" hicieron un flaco favor a los jóvenes que se vieron todos y todas metidos en el "mismo saco". Como en otras ocasiones, los jóvenes eran culpabilizados de una situación que tenía mucho de estructural.

Las políticas públicas tampoco acertaban con una solución para los jóvenes, la cual pasa por su mejor inserción laboral. Pero, el modelo productivo español no está pensado para los jóvenes. En este contexto, llegó la consabida pandemia de la COVID-19 que supuso un golpe de nuevo en este colectivo. Los jóvenes se vieron con una nueva crisis, está más global y compleja, que tendrá consecuencias muy evidentes. Desde un punto de vista de la cohesión social, puede ser un punto de inflexión ya que este colectivo está en una situación de vulnerabilidad ante un mercado de trabajo más complejo e inestable. Las voces de alarma ya llevan sonando mucho tiempo, desde numerosos ámbitos se señala que debe darse una solución a los jóvenes, y más en este contexto de pandemia.

Sin embargo, los meses de pandemia han supuesto poner el foco en la juventud en otras direcciones, lo cual también ha generado un efecto contrario. Se ha producido una culpabilización al conjunto de la juventud sobre la expansión de segunda ola, por sus actividades de ocio y de sociabilidad. Es un hecho que ha habido jóvenes que lo han hecho mal, como jóvenes que lo han hecho bien. Y como se han producido comportamientos en el conjunto de la sociedad que han incidido en la expansión de esa segunda ola, pero no exclusivamente de los jóvenes. Por otra parte, también se ha infantilizado en no pocas ocasiones a los jóvenes, no habiendo contado con su voz, sus experiencias y sus sentimientos ante la situación, pero también siendo conscientes de que es un escenario que nos está afectando a todos y todas. Sin embargo, las consecuencias de la pandemia serán muy graves en sus proyectos de vida y en sus expectativas, que ya estaban muy tocadas en el pasado. De esta forma, son necesarios cambios estructurales, de una vez por todas, porque nos estamos jugando el futuro de nuestras sociedades. Y ese futuro pasa por los jóvenes.