La salud mental en tiempos de COVID-19

Por EQUIPO AICTS / 12 de diciembre 2020

La pandemia de COVID-19 marca casi todo, es un hecho. Pero, como ocurre en cualquier contexto, hay escenarios que quedan en un segundo plano. No es menos cierto que, desde marzo, se ha escrito, analizado y hablado de todos los aspectos de nuestra sociedad y cómo se están transformando, y cómo quedarán. Uno de ellos es el impacto psicológico de la pandemia COVID-19 y las consecuencias tanto de la misma, desde un punto de vista sanitario, como de las medidas que se están llevando a cabo para afrontarla, desde el confinamiento hasta la reducción de los contactos sociales. Sin duda alguna, es un elemento central y determinante ya que es un hecho que sus consecuencias también se verán a medio y largo plazo. Además, no afecta de la misma forma a todo el mundo y, por otro lado, los medios de atención a la salud mental en España son limitados. De esta forma, nos encontramos con otro reto importante ya que, no cabe duda, que las demandas en ese sentido aumentarán. 

Desde el punto de vista psicológico, la COVID-19 está afectando a todos los ámbitos. Primero, aquellas personas que sufren la enfermedad y sus consecuencias, aunque aquí habría una amplia variedad de escenarios, pero está documentado el impacto que tiene en los pacientes que han estado en la UCI, por ejemplo. Igualmente, no podemos dejar de señalar la situación de los familiares de las personas afectadas y, especialmente, de las fallecidas, muchísimas de las cuales no han podido despedirse de sus seres queridos o han vivido el duelo en unas condiciones durísimas. Pero, por otra parte, hay que recordar también todo lo que se relaciona con el ya señalado confinamiento de marzo a mayo, cómo afecta a los individuos y cómo depende, en parte, de las condiciones del mismo, así como esas medidas necesarias de restricción del contacto social, que implica una menor sociabilidad, elemento central de sociedades como las nuestras.

Pero, la salud mental también debe estar presente a la hora de afrontar las consecuencias de la pandemia COVID-19 en la variable laboral y económica. Es decir, nos encontramos ante un escenario de pérdida de puestos de trabajo, de precarización y, especialmente, de incertidumbre ante el futuro. Y esto ocurre ante un hecho imprevisible. Muchas personas y familias ven como tanto sus condiciones de vida como sus proyectos no solo se tambalean sino que se detienen o se trucan. La mayor parte del resto de la sociedad, observa el aumento del riesgo y afronta un futuro con unas perspectivas complejas. Es decir, cómo gestinar esa incertidumbre, ese escenario que se ha institucionalizado, también es central.

Obviamente, hay diferencias entre los colectivos. Se ha insistido mucho en estos meses del impacto emocional de las medidas para afrontar la COVID-19 en las personas mayores. Tanto en residencias como en sus domicilios, este colectivo ha tenido que reducir drásticamente sus contactos con sus seres queridos ya que es el grupo de mayor riesgo. De esta forma, se ha producido un impacto en su salud mental y emocional ya que ese aspecto relacional es clave para su bienestar. También se ha incidido en a situación de los jóvenes, uno de los colectivos también señalado en estos meses como hemos comentado en otras entradas del Blog, incluso empleando el impacto emocional como una forma de explicación a determinados comportamientos. En todo caso, lo que sí que puede tener unas consecuencias es esa incertidumbre a la que se enfrentan unas generaciones que, antes de la COVID-19, ya lo tenían complicado.

En definitiva, unas consecuencias en el ámbito de la salud mental que, seguramente, están por ver en toda su dimensión, pero que precisarán de más recursos y medios para afrontarlas. Sí, desde la Psicología se habla de la capacidad de adaptación del ser humano a determinadas situaciones, que se da, y se emplea el concepto de resiliencia, pero no cabe duda que ni todo el mundo tiene la misma capacidad de adaptación, las mismas herramientas y medios, así como la capacidad de ser resiliente.