Año 2021: entre la esperanza y la incertidumbre

Por EQUIPO AICTS / 02 de enero 2021

No somos muy partidarios de hacer predicciones ni tampoco tenemos una bola de cristal que nos permita ver el futuro, obviamente. Y, todo ello, en un contexto marcado por la pandemia de la COVID-19 que ha trastocado nuestra realidad. Han pasado diez meses, casi un año, desde un marzo de 2020 en el que un virus ha provocado el mayor cambio de las últimas décadas. Asombrados por nuestra propia vulnerabilidad, las consecuencias se han dejado notar en todos los ámbitos, comenzando por las decenas de miles de fallecidos y fallecidas y siguiendo por todas las situaciones que se están generando. A continuación, dejamos una serie de aspectos que serán determinantes en este próximo 2021, que creemos que tampoco se diferenciará mucho de la mayor parte del 2020 que hemos vivido. No es ser pesimista sino ser realista y conscientes de lo que nos toca vivir. 

1. La Ciencia, el virus y las vacunas

Terminamos el 2020 con las noticias de las vacunas que comenzaban a llegar. De esta forma, la Ciencia había conseguido un avance sin precedentes fruto de la investigación pero no únicamente de este año sino desde hace mucho tiempo. La Ciencia es fundamental y determinante en nuestras sociedades y por ese motivo debe insistirse en la inversión en la misma. Sabemos, y se advierte continuamente de la reducción de los recursos en investigación científica, y la pandemia de la COVID-19 ha demostrado su innegable valor. Pero no solo en ese ámbito sino en el conjunto de la actividad cientítica, incluidas por supuesto las Ciencias Sociales. Por lo tanto, habrá que tener en consideración también que en 2021 habrá más avances pero que los mismos no serán inmediatos sino que costará tiempo. 

Pero, el virus no se ha ido ni se irá tan fácilmente, al contrario. Es un hecho constatado que hasta que no se haya conseguido una inmunidad prácticamente global, las medidas se tendrán que mantener. No se puede bajar la guardia ni pensar que el camino ya está recorrido. Queda muchísimo tiempo para ello y debemos ser conscientes, no caer en ciertas premisas y optimismos que no se cumplen. Además, se ha demostrado que el virus siempre está al acecho y que, cuando se relajan las precauciones, se produce un aumento de los contagios. Igualmente, la COVID-19 es un ser vivo que va mutando, va transformándose y adaptándose, y ya se alerta del peligro de las nuevas variaciones y cepas que van apareciendo y ante las que habrá que estar atentos, ser prudentes y dar respuesta.

2. La Salud y los cuidados

El impacto de la COVID-19 en las personas mayores ha sido una grandísima tragedia. Los primeros meses fueron terribles en ese sentido con decenas de miles de fallecidos, muchos de ellos en residencias. Hay que tener en consideración este factor para ser conscientes de la necesidad de los cuidados, especialmente de las personas más vulnerables ante el virus. Hay aspectos que no son negociables y uno de ellos es el que nos compete. Es una cuestión que va más allá de la solidaridad intergeneracional sino que habla de nuestro valor como sociedades y comunidades.

También fue el momento de descubrir las carencias de nuestros servicios públicos, comenzando por la Sanidad y los Servicios Sociales. Años de recortes y ajustes del Estado de Bienestar, de decisiones en contra de los intereses del conjunto, de políticas de corte neoliberal que priorizan las visiones mercantilistas y el individualismo, como valor supremo de nuestra época, nos han colocado en un escenario en el que las tensiones sobre los servicios públicos se han acrecentado. De esta forma, y en gran medida por el trabajo de sus profesionales, no han colapsado y han realizado una labor titánica. No estaría de más recordar que no hay que depender de este hecho sino volver a modelos de sociedad en los que la prioridad sea la cohesión social y eso solo es posible desde la corresponsabilidad. 

3. Las desigualdades y las políticas

La pandemia de la COVID-19 tiene un impacto fundamental en la desigualdad en el sentido de que la incrementa. De esta forma, las bases de las desigualdades ya marcan el camino de las consecuencias de la pandemia en todos los ámbitos. Lo es en el acceso a las vacunas (y aquí hablamos de diferencias entre países), lo es en las condiciones para hacer frente a la pandemia, lo es en el impacto económico y en el empleo, lo es...en todo. Todo esto va tener sus consecuencias en 2021, con un impacto mayor de lo vivido en 2020, lo cual tendrá consecuencias para nuestra cohesión social. En el ámbito económico, y en países como España, las consecuencias serán muy duras con aumento del desempleo y precarización de ciertos sectores que se habían convertido en centrales de nuestra economía. 

Y es aquí donde las políticas cobran una especial importancia para evitar estos procesos. Hay que ser valientes y tener una mirada a medio y largo plazo. De acuerdo que la Unión Europea reaccionó rápido pero no parece que esto vaya a ser suficiente. Y es que hay muchas personas y familias que no pueden quedarse en los márgenes de una recuperación a la que va a costar llegar. Además, está por ver qué ocurre a partir de 2022, que seguramente será un año que marque mucho más la dirección en la que vayamos que 2021. Las políticas deben regresar a modelos basados en las ya señaladas cohesión social y corresponsabilidad, abandonar las recetas neoliberales y buscar una redistribución más justa. Y no dejarnos seducir por cantos de sirena basados en procesos que pueden tener una doble cara, como la digitalización.

4. Vencedores y perdedores

Recapitulando lo anterior, hay vencedores y perdedores. Y aquí los procesos no son nuevos sino que se basan en los que ya estaban ocurriendo en los años anteriores y que se vieron acelerados por la crisis de 2008, auténtico punto de inflexión. Como hemos señalado en otros artículos de este Blog, crisis como la actual pueden suponer un cambio de tendencia o reforzar lo que estaba ocurriendo. Este es el proceso en el que estamos encaminados y por eso se debe insistir en que las políticas tienen que contar con otros rumbos y direcciones. La tierra prometida de la Globalización de carácter neoliberal está siendo lo más parecido a una serie o película distópica en los que las bases de la sociedad se van debilitando, pero no nos damos cuenta de ello porque no hay escenarios catastróficos. 

Las elites han ido ganando cada vez más posiciones mientras que las clases medias y trabajadoras iban reduciendo su margen de acción. La desigualdad se ha convertido en más estructural si cabe y la promesa de la movilidad a través del ascensor social se ha roto. Los indicadores del pasado ya no funcionan y una sociedad como la nuestra, con numerosos medios y herramientas, se ha centrado en el consumo individualista e individualizado para acumular signos de estatus. Además, estas acciones se han llevado a todos los campos, incluida la política. Hay que generar más cohesión social para evitar estos escenarios que pueden dar lugar a una crisis más profunda. 

5. La esperanza

Cuando comenzó la pandemia de la COVID-19, muchas personas señalaron que saldríamos mejores de lo que entramos, y la realidad ha demostrado que no es así. Sin embargo, no queremos cerrar este artículo sin tener una esperanza, la esperanza de que podamos como sociedades llegar a nuevos acuerdos y consensos, que tengamos la paciencia suficiente para afrontar un año 2021 que no será nada fácil, para no caer en cortoplacismos que no llevan a ninguna parte, y seguir confiando en los avances científicos, que vendrán. Pero, también hay que destacar que las fuerzas a las que nos enfrentamos son poderosas, un sistema que se ha consolidado y ha impuesto un sistema de valores que hemos comprado. Sí, no solo está en nuestras manos, pero algo podemos hacer.