Hablemos de Ciencia

Por EQUIPO AICTS / 3 de mayo 2021

La Ciencia española tiene una situación de déficit que podríamos definir como secular. Esta cuestión ya la hemos planteado en alguna ocasión en este Blog. En el último año y pico de pandemia de la covid-19, las fortalezas y debilidades de la Ciencia española han quedado reflejadas. Las fortalezas han venido marcadas no tanto por factores estructurales sino por las motivaciones y la implicación de los profesionales. Las debilidades, enumerables desde la carencia de medios hasta la precariedad de los propios investigadores, especialmente los que se encuentran en formación. Hace unas semanas, el digital Nueva Tribuna recogía la noticia de que España había invertido un 1,25% de su Producto Interior Bruto en Ciencia mientras que la media de la Unión Europea era del 2,13%, siendo superados por primera vez por países como Grecia, Portugal y Polonia. 

Este escenario no es fruto de la casualidad ni del momento actual, sino que tiene unas bases estructurales que tienen que ver con el valor otorgado a la Ciencia en España tradicionalmente. No tenemos que irnos al "¡que inventen ellos!" de Miguel de Unamuno, una expresión sin duda desafortunada de uno de los grandes intelectuales de nuestra Historia. Pero, un país al que le costó entrar en la Revolución Industrial, que arrastró atrasos seculares y que sufrió una Dictadura de casi cuatro décadas, pues tenía pocas herramientas para salir adelante en el plano científico. De esta forma, el páramo científico era comparable al deportivo, considerándose ciertos deportistas que salían en aquellos años y décadas como una explosión de genio que no contaba con las bases estructurales y con las condiciones contextuales para hacerlo. Pues con la Ciencia pasaba lo mismo.

Lo que ocurre es que no podemos echar la culpa permanentemente al pasado, aunque siempre debemos considerar su impacto, porque hemos tenido tiempo y medios para revertir la situación, o al menos para acercarnos más a otros países de nuestro entorno, esos en los que nos miramos y a los que nos queremos parecer. A España le costó mucho pasar de un país que no contaba con las estructuras de un país moderno a otro en las que las mismas ya estuviesen presentes y se fuesen asentando. En las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX, el Estado de Bienestar fue una realidad, con sus características y sus puntos fuertes y débiles, pero cambió la cara de España. Se abrieron numerosas universidades y se aumentó el nivel de cualificación de la población. La Ciencia también avanzó pero no tan rápido como otros ámbitos. En el siglo XXI, las dinámicas fueron otras, primero con esa "bubuja económica", luego la crisis de 2008, su recuperación de aquellas maneras y la pandemia de la covid-19. En los momentos de fortalezas y crecimientos económicos, no se avanzó en materia científica y de investigación tanto como se podría haber hecho. Con las crisis, los recortes económicos hicieron también estragos en la investigación. Se había pasado del I+D al I+D+i pero quedaba mucho por hacer. 

Cuando la pandemia de la covid-19 llegó y se puso en valor a la Ciencia, en todos sus ámbitos y dimensiones, quedaron al descubierto más todavía esas debilidades. Hay que poner en valor el trabajo ingente realizado y que se está haciendo, pero debe darse una vuelta a la situación de la Ciencia que tiene que contar con mayor visibilidad e importancia en un sistema productivo que necesita una transformación, así como socialmente. Mayores inversiones, evitar la precariedad y la alta temporalidad de los científicos, generación de carreras universitarias estables que permita incrementar su número y su importancia cualitativa, son cuestiones que están encima de la mesa. Tenemos que seguir reivindicando el papel de la Ciencia y que consiga tener un mayor peso. Y estamos hablando de políticas públicas.