El trabajo y sus cambios

Por EQUIPO AICTS / 20 de junio de 2022

Nunca dejamos de hablar del trabajo y de las circunstancias que lo rodean debido, obviamente, a la posición central que ocupa en nuestras sociedades y en nuestras vidas. Los debates sobre la cuestión son recurrentes y relevantes, y seguirán siéndolo, especialmente en relación a todos los cambios que vienen acaeciendo y que están haciendo hincapié en precarizaciones y vulnerabilidades o en cómo se transforman unas condiciones que dan lugar a esos escenarios de inestabilidad. Seguramente, las generaciones de más edad nos hayamos socializado en un concepto del trabajo muy vinculado a los términos de Sennett, al que volveremos, de carrera y biografía. Esas trayectorias que estaban definidas y marcadas por unos pasos claros. Formación, empleo con una cierta estabilidad y jubilación. Los trabajos temporales, los cambios frecuentes, etc., no eran para muchas personas lo habitual sino periodos excepcionales. Lo mismo ocurría con el desempleo y con la economía informal, aunque no es menos cierto que en España estos escenarios han sido más estructurales, afectando especialmente a colectivos vulnerables y reproduciéndose las desigualdades y la estructura social. Además, y no menos importante, el empleo es que permite el acceso a ciertos Derechos Sociales. Igualmente, este modelo de sociedad se germinó con un Estado de Bienestar poderoso que entró en crisis en la década de los setenta con la llegada de las corrientes neoliberales. Y un escenario en el que no era menor la importancia de los procesos de negociación colectiva, con un papel determinante de los sindicatos.

En los últimos veinte años, este modelo ha cambiado y, como hemos señalado, las tendencias son diferentes. Ya no es posible una carrera en muchos casos. Ese concepto del "trabajo para toda la vida" ha desaparecido prácticamente, salvo que se entre como trabajor público, y la inestabilidad es la regla. La crisis de 2008 contribuyó decisivamente a cambiar las condiciones laborales de buena parte de la población. Antes, ya el papel de los sindicatos había descendido alarmantemente, la negociación colectiva perdía valor, y las nuevas formas de empleo iban apareciendo. Con las "economías del contenedor" y las plataformas tecnológicas, se daba paso a nuevos modelos de empleo, de autoempleo y de servicio a demanda. La "uberización" se fue institucionalizando y nuestro paisaje laboral mutó. Además, la siempre presente amenaza de la automatización, y los cambios acaciedos en todos los sectores vinculados a la misma, también sigue siendo un elemento de inestabilidad. Junto a todo ello, hemos asistido a una serie de discursos, lanzados desde diferentes ámbitos, especialmente económicos, que han incidido en el emprendimiento y en ciertos aspectos relacionados con el uso del tiempo, de la realización, etc. Sin embargo, en no pocos casos hay muchas trampas detrás de estos discursos. Igualmente, la presión por la productividad y los resultados, cada vez más medidos, el temor a perder el empleo, etc., ha dado lugar a un incremento de las cargas de trabajo, sin olvidar que ha habido también ajustes y despidos que han reducido plantillas. En definitiva, nos encontramos con un mercado de trabajo cada vez más polarizado en el que una cada vez menor cantidad de empleos de calidad están disponibles y, el resto, van entrando en diferentes grados de precarización, más presente en unos sectores o ámbitos que otros. Además, esos empleos de calidad estarán disponibles para determinados grupos sociales, aquellos que cuenten con los diferentes capitales (económicos, sociales, culturales y relacionales) para acceder a los mismos. Lo estamos viendo en muchos ámbitos y el universitario es uno de ellos.

En este contexto, cabe señalar el movimiento que se ha denominado como "la gran dimisión", que ha comenzado en Estados Unidos y que hace referencia a trabajadores que no están dispuestos a aguantar determinadas condiciones laborales que están minando su salud y vida personal. Es interesante analizar estos procesos aunque también conviene delimitarlos. Por un lado, porque pueden hacer referencia a determinados sectores, cualificados, en la que existen personas que se pueden permitir esa "dimisión" o "renuncia". Es decir, en una sociedad como la nuestra, en la que el trabajo es central, ¿cuántas personas pueden dar este paso? En segundo lugar, también se ha vinculado en el caso español con la situación de la hostelería, un sector que tiene un déficit de empleados y que, en España, es determinante por el valor del turismo y del propio sector hostelero. Pero la situación de la hostelería ya era precaria antes de la pandemia, hecho que también ha sido determinante para la aceleración de esta tendencia. Un sector que se había deterioriado también en sus condiciones de trabajo y que precisa de una puesta en valor y de reconocimiento, tanto de sus condiciones como socialmente. 

Para finalizar, dos entrevistas interesantes aparecidas en El País recientemente. En una de ellas, Richard Sennett, al que regresamos, analiza el escenario actual y cómo la economía se ha impuesto a la política. El autor del imprescindible La corrosión del carácter, un clásico, incide en esos puntos que deberían ser claves para la cohesión social. Estamos en un tiempo complejísimo y las tendencias no son precisamente positivas. En otra entrevista, Guy Standing, que conceptualizó esa transformación del mundo del trabajo en esa nueva clase social que llamó el "precariado", insiste en que estos procesos se han acentuado y postula como propuesta la renta básica. Unas apreciaciones sumamente interesantes que están en el centro del debate.