Las cuestiones territoriales

Por EQUIPO AICTS / 12 de enero de 2025

En el Blog de AICTS, y en consonancia con líneas de investigación y de trabajo de integrantes de nuestra entidad, se ha prestado especial atención en los últimos años a los desequilibrios territoriales. Este proceso ha ido pasando por diferentes fases y parece que hemos entrado en otra nueva. En el caso español, que tiene sus especificidades en relación a lo que pasa en otros países, el tema territorial se centró en la despoblación del medio rural durante un buen tiempo. Los desequilibrios regionales se consideraban desde una perspectiva estructural y, además, los mismos no eran tan elevados como en el pasado gracias a la evolución de nuestro país, a la construcción de un Estado de Bienestar y de un Estado de las Autonomías. Estos dos modelos no pueden verse de forma separada y, a pesar de las imperfecciones del segundo, no es menos cierto que ha sido exitoso en buena medida. Las brechas territoriales, entre zonas más industrializadas y zonas que se habían quedado relegadas en ese sentido, o que no habían contado directamente con una industrialización; entre el norte y el sur, que hemos abordado en otras ocasiones; o entre las grandes ciudades y otros núcleos, se daban por supuestos y mitigados. En el siglo XXI, ya en su segunda década, la despoblación del medio rural, un territorio también heterogéneo, se posicionó en la agenda pública. Aunque la despoblación del medio rural venía produciéndose desde la segunda mitad del siglo XIX, aunque tras la Guerra Civil española se aceleró, y a pesar de que había actores y agentes que hacían hincapié en la situación del medio rural, con ausencia de ciertos servicios durante mucho tiempo, parece que la mayor parte de la sociedad, y de las instituciones políticas, descubrió el escenario del medio rural en ese momento. Se produjo un movimiento de reivindicación y demanda, un relato en el que el medio rural combinaba la puesta en valor y la idealización con el victimismo, y se generaron incluso partidos y agrupaciones políticas en determinadas zonas. Pero, el tablero había cambiado tanto en todos los aspectos, que el debate parecía llegar tarde, aunque no es menos cierto que esa puesta en valor y la consideración de estas zonas y de las personas que habitan en las mismas, o que aspiran a hacerlo, ha sido positiva. Otra cuestión distinta es cómo revertir el proceso.

A continuación, y teniendo en cuenta factores estructurales y globales, el debate de la despoblación se transformó en el de los desequilibrios territoriales. Si hemos señalado que Estado de Bienestar y Estado de las Autonomías, entre otros procesos, permitieron una evolución de los territorios, en su conjunto, la realidad se nos mostró diferente hace una década, aunque la situación se venía germinando desde antes. Desindustrializaciones, especializaciones en sectores no cualificados, salida de jóvenes hacia las grandes ciudades, etc., fueron dando lugar a unas nuevas brechas, que también ocurrían en todos los países occidentales. Una de las causas estaba en lo que se denominó los "perdedores de la Globalización". Las grandes urbes metropolitanas seguirían siendo el lugar en el que ocurrían las cosas, los lugares que concentraban las principales actividades productivas y económicas. En definitiva, el lugar en el que estar. Se había dicho que, con Internet, se podría trabajar en cualquier lugar. Se había constatado como muchas ciudades y territorios habían dado importantes saltos hacia adelante. Pero, la realidad les había llegado a un escenario parecido al de hace unas décadas, salvando las distancias. No, no se trataba de una "segunda despoblación", como indicaban algunos autores, pero sí que implicaba un aumento de las desigualdades. El debate, se llevó a ese escenario y, de nuevo, las instituciones políticas lo reflejaron. Sin embargo, como el caso del medio rural, revertir este proceso es otra cuestión diferente.

Y llegamos a 2025. Y la realidad es muy diferente. No en el sentido de que estos dos procesos están presentes, la situación del medio rural y los desequilibrios territoriales, sino en la toma de conciencia de que el presente, y el futuro, sigue siendo de las grandes metrópolis. Mientras que el medio rural sigue estando en una posición compleja, con una población que se mantiene o reduce, con un envejecimiento de la misma, y con experiencias de éxito, obviamente, considerando factores clave como la movilidad, el papel de la mujer, etc.; mientras que las regiones en situación de vulnerabilidad siguen con los mismos problemas, no hay generación de empleo en actividades del sector Secundario y, en no pocos casos, se ha dado una apuesta clara por sectores como el Turismo; es evidente que el protagonismo de las grandes metrópolis se acelera y se ha consolidado. En el caso de España, esa gran metrópoli es Madrid, cuyo modelo de crecimiento está institucionalizado. De esta forma, el futuro del debate territorial, al menos a corto plazo, parece haber entrado en una nueva dimensión que nos lleva a ser pesimistas en relación a la reducción de los desequilibrios. Obviamente, las capitales de los territorios, a nivel nacional, regional, provincial, tienen unas responsabilidades con sus territorios en el sentido de articular y vertebrar a los mismos. Y, seguramente, ahí está uno de los puntos centrales del debate y de las actuaciones políticas. Veremos. 







































































 

 

 


 



 

 
















Sigue siendo la clase social

Por EQUIPO AICTS / 5 de enero de 2025

Durante casi las últimas tres décadas, el debate sobre las desigualdades ha adquirido nuevas dimensiones, buena parte de las mismas necesarias. Sin embargo, no es menos cierto que, tras un periodo de tiempo en el las transformaciones de la estructura social han cambiado la configuración de nuestras sociedades, la clase social había perdido presencia como variable para explicar el escenario de las mismas. Y, la misma, nunca ha dejado de estar presente, al contrario, ya que sigue siendo determinante y, en no pocas ocasiones, lo hace de forma indirecta y sutil. Lamentablemente, también parece que nos hemos acostumbrado a una desigualdad estructural y que, nuestras acciones y medidas políticas, no se dirigen a cambiar estas situaciones. Además, con un modelo productivo que precariza y genera todavía más desigualdades, con la ruptura de las promesas de movilidad social, con la asunción de un "lumpen proletariado" destinado a trabajos no cualificados en el sector Servicios, con condiciones socioeconómicas precarias, y la entrada en ese proceso de otros colectivos, la situación no viene pintando nada bien.

Recordamos en este blog en muchas ocasiones, de forma directa o indirecta, el papel que ha tenido en nuestras sociedades la construcción de un Estado de Bienestar y su evolución. Obviamente, todo ello sin dejar de tener en cuenta las contradicciones, limitaciones o errores del mismo. Pero, el Estado de Bienestar, como modelo basado en la cohesión social y la corresponsabilidad, consiguió en parte mejorar la igualdad y la equidad. Bien es cierto que no se llegó a todo el mundo de la misma manera, aunque el beneficio del modelo alcanzó a toda la ciudadanía, y que hubo una parte de la población, sigue existiendo, que continuaron en condiciones de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social. Condiciones estructurales fueron determinantes para esta situación, así como las limitaciones de un modelo que nunca han dejado de estar presentes. Pero, no cabe duda que el Estado de Bienestar construyó sociedades y estructuras sociales más igualitarias, aunque la clase social nunca dejó de estar presente como variable generadora de desigualdad. 

Dentro de la evolución de esa estructura social, sin duda la presencia de la clase media y su evolución ha sido uno de los factores más importantes para explicar el escenario que se ha generado. La clase media es una categoría denostada en no pocas ocasiones, siendo acusada de conservadurismo, por ejemplo, o de haber evolucionado en una dirección diferente a la defensa de los principios y valores que constituyeron el Estado de Bienestar. En un contexto como el que nos encontramos, y que está fundamentado en un sistema de valores donde primaría el consumismo y el individualismo, los valores vinculados al Estado de Bienestar están en clara desventaja, y sí que puede esgrimirse que parte de la clase media ha podido olvidar sus orígenes y los factores que le permitieron llegar hasta aquí. También es cierto que, en este contexto actual, con los cambios geoestratégicos y políticos, así como con el hundimiento de la socialdemocracia, la situación de la clase media se complejiza, como se pudo observar a partir de la crisis de 2008. La clase media, por lo tanto, no habría funcionado como un colectivo con una conciencia de clase, aunque no es menos cierto que es complejo contar con la misma en una categoría tan heterogéna y con tantas diferencias internas. Además, en la actualidad, la clase social, o mejor dicho el estatus, aunque estaríamos complejizando el debate, está vinculado al consumo y a sus rituales. 

Como señalábamos anteriormente, la clase social dejó de ser una categoría tan presente para abordar las desigualdades, aunque siempre estuvo ahí. Hay numerosos ejemplos y, para muestra, el siguiente. Hace unos días, El País se hacía eco de un estudio titulado Aislamiento social y malestar emocional en la población joven en España: el valor de las relaciones personales y de las interacciones cara a caraBasado en entrevistas a jóvenes de 18 a 29 años y llevado a cabo por investigadores e investigadorsa de la Universidad Autónoma de Barcelona, el mismo reflejaba cómo se producían diferencias en la situación emocional y el aislamiento de este colectivo y que, una de las variables que determinaba las mismas era el origen socioeconómico. De esta forma, y también apoyado en otros trabajos, el artículo incidía en que eran los y las jóvenes pertenecientes a familias con mayor nivel socieconómico las que contaban con mayores redes de contactos y que podían dedicar más tiempo a interacciones cara a cara. De nuevo, la clase social es determinante, y este es un ejemplo muy concreto pero, en un contexto como el actual, nos muestra cómo sigue siendo fundamental y decisiva. Y, como no, el tiempo se convierte en un valor fundamental. Tiempo para hacer unas cosas u otras, tiempo también para contar con más relaciones interpersonales. Pero, una vez más, la dirección que llevamos va en el camino contrario y, de esta forma, el peso de la variable socioeconómica será cada vez mayor, en muchos casos sin darnos cuenta. 







































































 

 

 


 



 

 
















El estado de la Sanidad

Por EQUIPO AICTS / 30 de diciembre de 2024

La Sanidad es uno de los pilares del Estado de Bienestar y de los Derechos Sociales. Su evolución y su escenario es uno de los aspectos que mejor define el grado de calidad de vida de una sociedad. En este sentido, la evolución de la atención sanitaria y su universalización, aunque sería matizable en distintos aspectos, pero se puede decir que está conseguida en algunos países, incluido el nuestro, ha sido una lucha desde hace más de un siglo. Pero, sin embargo, y dentro de la crisis del Estado de Bienestar, la Sanidad también ha contado con situaciones complejas, y que parece que se van a intensificar. Insistimos en que no nos encontramos ante una situación, por seguir dentro del entorno occidental, como la de Estados Unidos, en la que el acceso a una atención sanitaria de calidad es a través de seguros privados. Pero, como decíamos, las situaciones son complejas, siendo un ejemplo de estos procesos la evolución que ha tenido la Sanidad en el Reino Unido, en el pasado un paradigma de modelo sanitario con el Servicio Nacional de Salud (National Health Service en inglés), que ha ido siendo desmantelado desde las privatizaciones de los años ochenta del siglo XX con Margaret Thatcher. 

El caso español, como el desarrollo de su Estado de Bienestar, implica un retraso en comparación con otros países de su entorno al desarrollo de un sistema sanitario universal, o cuasi. Será en los años ochenta del siglo XX también cuando se produzca un salto cuantitativo y cualitativo de la Sanidad española. La construcción de un sistema sanitario de calidad, que tendrá otro de sus puntos de inflexión con la descentralización de las competencias sanitarias en las Comunidades Autónomas, se convertirá en uno de los principales orgullos del Estado de Bienestar español. Durante unas décadas, la evolución de la Sanidad española fue muy positiva y se consiguieron grandes avances, aunque se daban carencias como por ejemplo en listas de espera para operaciones. También había situaciones de privatización de la Sanidad, que implicaba que se prestasen servicios públicos a través de entidades privadas, mediante derivaciones a las mismas. La crisis de 2008 supuso un duro golpe a la Sanidad pública española, con recortes y ajustes, así como aumento de copagos farmacéuticos, retirada de la atención sanitaria a colectivos como inmigrantes en situación irregular, etc. Años posteriores, se fueron recuperando inversiones pero, la pandemia del Covid-19 supuso un duro golpe al sistema sanitario. El esfuerzo del personal, de sus trabajadores y trabajadoras, fue determinante para superar la pandemia, pero algo se rompió con la pandemia. Desde entonces, la crisis del sistema sanitario se ha intensificado y hay indicadores que muestran la situación.

El País publicó hace unas semanas una noticia sobre la Atención Primaria, precisamente una de las piedras angulares del sistema, por no decir la más relevante, por lo que implica de prevención. El extenso reportaje, con datos de 2.500 Centros de Salud, mostraba cómo la situación del periodo de espera para ser atendido era muy heterogénea, con situaciones diferentes en función de las Comunidades Autónomas. Había casos muy duros, con más de quince días de espera para ser atendidos. En su conjunto, más de la mitad de los centros sanitarios daban citas para más de 48 horas después de ser pedida la consulta. A este hecho se une la secular situación de las listas de espera para consultas especializadas. Otro indicador es que, en la actualidad, casi once millones de personas en España cuenta con un seguro privado y también en la Sanidad privada se dan retrasos. Desde la pandemia, igualmente, parece haberse instalado un lugar común entre la ciudadanía acerca de que la atención sanitaria pública ha empeorado de forma considerable.

Inventir en Sanidad es fundamental para garantizar el bienestar y la calidad de vida de nuestras sociedades, así como incidir en los aspectos preventivos a través de la Atención Primaria y de la reducción de los tiempos de listas de espera para las consultas especializadas. No cabe duda de que seguimos teniendo una Sanidad pública de garantías, pero también es cierto que se ha ido dando una situación de deterioro de la misma. También hay que sumar las dificultades para completar las plantillas de médicos, así como en determinadas especialidades, y que existen diferencias territoriales, no solo las señaladas en el reportaje referido de El País. Las políticas públicas deben reforzar la atención sanitaria para garantizar la igualdad y la equidad entre los ciudadanos y ciudadanas. Sin embargo, el escenario no está tan claro y las señales de alarma son evidentes. 






































































 

 

 


 



 

 
















Modelos productivos y crecimiento económico

Por EQUIPO AICTS / 23 de diciembre de 2024

Esta historia ya la conocemos. No es la primera vez que ocurre. Ni será la última. Hablamos de cuando nuestros indicadores macroeconómicos son positivos, incluso muy positivos, pero no se trasladan a la realidad de la mayor parte de la ciudadanía. Ya ocurrió con la recuperación de la crisis sistémica de 2008, un indicador sin duda alguna del paradigma en el que nos estábamos instalando. Está pasando de nuevo. España es un país que está creciendo por encima del 3% de su PIB. También ha descendido el desempleo. El escenario es muy positivo, recordando de dónde veníamos, del impacto de la pandemia del Covid-19. Fondos de recuperación europeos y dinamización de los sectores productivos, o especialmente de uno de ellos como es el turismo, han dado lugar a estos indicadores tan positivos. Si observamos el turismo, nuestras ciudades y nuestros territorios, no cabe la menor duda de que estamos en un muy buen momento. Pero, todo esto no deja de ser de nuevo un pan para hoy, ya veríamos que tipo de pan, y hambre para mañana. 

Josep Martí Blanch, en El Confidencial, exponía de forma mucho más brillante la situación. En su artículo "España rica, España pobre", Martí Blanch refleja esa disonancia que ya hemos vivido. Lo hace a través de un informe de la Comisión Europea y el Consejo de Europa que analiza periódicamente el escenario del empleo. Partiendo Martí Blanch de los datos positivos macroeconómicos, analiza la realidad de buena parte de la ciudadanía. Una sociedad en la que ha crecido la población en riesgo de pobreza y exclusión social, así como la vulnerabilidad de niños y adolescentes, así como se muestra la dificultad de nuestro modelo productivo para redistribuir la riqueza que se va generando. Obviamente, estas visiones no encajan con los discursos triunfalistas que nos suelen rodear. Martí Blanch acierta de nuevo al enfocar la causa en un modelo productivo que se basa en sectores con baja cualificación, salarios y condiciones laborales. 

El turismo, o el modelo de turismo que nos hemos creado, responde a esa realidad y no se trata de demonizar al turismo. Al contrario, el turismo es un sector fundamental y puede ser un motor de desarrollo, como ha ocurrido y se produce, pero dentro de los principios de la sostenibilidad, en todas sus dimensiones como son la medioambiental, la económica y la social. Sin embargo, en el caso español, no aprendemos del pasado. El modelo de "sol y playa" que se institucionalizó desde la década de los sesenta del siglo XX acabó con la mayor parte, casi todo, el litoral del Mediterráneo. No hace falta incidir más en esta cuestión. Posteriormente, en la década de los noventa de la misma centuria, nuevos tipos de turismo comenzaron a desarrollarse, especialmente en ámbitos como el turismo de montaña, de naturaleza y el turismo rural. También el gastronómico y otros destinos que, hasta ese momento, no eran susceptibles de serlo. El turismo, por lo tanto, se universalizó y toda localidad o territorio buscaba diferenciarse para convertirse en un destino atractivo. Este hecho tuvo sus consecuencias positivas, como por ejemplo a nivel del empleo para determinados colectivos, por ejemplo mujeres en el medio rural. Pero, también se lanzaban las alarmas vinculadas a la sostenibilidad de los modelos turísticos. 

Desde entonces, la situación ha ido acelerándose, sin olvidar las llamadas a la sostenibilidad y la existencia de numerosísimas buenas prácticas. Pero, en general, el camino seguido es el contrario. Lo vemos en apenas cinco años, con la transformación de los centros de muchas ciudades, y con la elección de un modelo que parecer ser una huida hacia adelante, en consonancia con el momento en el que nos encontramos. La imagen es que hay mucho movimiento, gente desplazándose de un lugar a otro, surgen negocios y actividades. También ha cambiado el sistema de alojamientos, con los pisos turísticos y su impacto en la vivienda, cuestión que ya hemos tratado en otros artículos. De esta forma, el modelo no responde a una sociedad cohesionada sino a una sociedad más desigual. Nos hemos acostumbrado tanto a decir que hay que cambiar el modelo productivo, a analizar la división internacional del trabajo, etc., que ya lo escuchamos como el que oye llover. 







































































 

 

 


 



 

 
















Sobre el Estado de Bienestar

Por EQUIPO AICTS / 16 de diciembre de 2024

Escribir sobre el Estado de Bienestar en los tiempos que corren implicar afrontar numerosos retos. El modelo de nuestras sociedades, basado en dicho paradigma y en la cohesión social y la corresponsabilidad, a través de los impuesto, ha sido una de las épocas en las que se ha conseguido un mayor bienestar y un descenso de las desigualdades. Este modelo, institucionalizado en el mundo occidental, y que tiene diferentes versiones, tuvo su época más importante en los denominados "30 gloriosos", tras la Segunda Guerra Mundial y que llega hasta la crisis del petróleo de 1973. En el caso de España, la incorporación al Estado de Bienestar se desarrolla en mayor medida posteriormente, a partir de la llegada de la democracia en 1978. Pero, en el resto del ámbito occidental, el Estado del Bienestar comenzaba a estar en crisis y en un cierto retroceso, debido a la llegada de políticas neoliberales y de nuevas visiones sobre la gestión de lo público, incorporando medidas basadas de la empresa privada cuando, sin negar la rendición de cuentas, las políticas públicas del Estado de Bienestar no deben basarse en la rentabilidad. Es decir, hablamos de inversiones públicas, no gastos, que tienen que incidir en los Derechos Sociales y en mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y ciudadanas. Gracias a este modelo, que también tiene sus límites y contradicciones, obviamente, muchas sociedades viven, o han vivido, en sociedades más equitativas. Sin embargo, las dos últimas décadas y media, y con la crisis sistémica de 2008 como punto de inflexión, han dado lugar a un proceso de transformación del Estado de Bienestar, cuyas bases de deterioro ya estaban en la década de los noventa del siglo XX. En este sentido, la Globalización, la evolución del capitalismo neoliberal, los cambios del mercado de trabajo y de los propios conceptos de empleo y trabajo, la irrupción y el uso de las TIC, etc., han sido claves en este proceso de cambio. El Estado de Bienestar sigue existiendo pero, en su conjunto, adelgazado y con graves riesgos para su presente y futuro.

Hace unas semanas, Alejandro Cencerrado publicó en El País "Estado de malestar: ¿puede el modelo nórdico sacar del hoyo en el que nos hemos metido?". Es un artículo muy interesante en el que, de manera general, se incide en aquellos aspectos del Estado de Bienestar español que están siendo cuestionados por la ciudadanía, en relación a cuestiones como el acceso a las ayudas o la inmigración. Cencerrado aborda las posibles soluciones a la situación tomando como consideración los modelos nórdicos e incidiendo en que se precisan unas reformas de las instituciones y una mayor inversión, para que el sistema sea más eficiente. Sin duda alguna, estas cuestiones deben ser abordadas, especialmente en el caso de aquellos aspectos que hacen referencia a los retos de nuestras sociedades como son los derivados del envejecimiento de la población, la baja natalidad o la cuestión de la inmigración. Sin embargo, no parece que estas cuestiones estén siendo afrontadas, ni mucho menos y, como en otras ocasiones, vivimos en un día a día y sin planificación.

Por otro lado, otra de las cuestiones, también planteado en el artículo de Cencerrado, es el valor que las sociedades otorgan al Estado de Bienestar. Ha faltado mucha pedagogía sobre la importancia del Estado del Bienestar y de las políticas públicas basadas en la igualdad y la equidad. Se ha dado valor al mismo, es cierto que en el sistema educativo hay asignaturas que abordan estos aspectos, pero algo ha fallado. Y algo ha fallado en el momento en el que, para muchas personas, el ser corresponsables y solidarios no es una opción. El avance de los valores neoliberales, la presencia de visiones que inciden en que "cada uno, que se busque la vida", es una realidad. Este es uno de los aspectos clave, volver a poner en valor el Estado de Bienestar, que se mantiene asistido y que sigue siendo relevante en nuestras vidas, pero que está en un escenario de crisis sistémica. 








































































 

 

 


 



 

 
















La situación de la universidad española

Por EQUIPO AICTS / 09 de diciembre de 2024

El estado de la universidad española está siendo objeto de debate en las últimas semanas. Uno de los principales motivos es el escenario de las universidades públicas madrileñas, las cuales se encuentran en un estado de importante debilidad debido a las políticas autonómicas en relación a la financiación. El ejemplo más evidente sería el estado de la Universidad Complutense de Madrid, reflejado en un artículo de El País del 8 de diciembre, "La Complutense: una universidad en los huesos", firmado por Elisa Silió. El mismo medio y la misma periodista publicaba el 1 de diciembre el explícito "La universidad española, en modo supervivencia". En este caso, no se centraba en un caso específico, las universidades madrileñas, sino que se abordaba el conjunto del sistema universitario español, en el que también hay importantes diferencias. Hay que recordar que, las competencias universitarias son de las Comunidades Autónomas y que, su financiación depende en gran medida de ellas, así como cuestiones como los precios de las tasas, las inversiones en infraestructuras e instalaciones, etc. El segundo artículo al que hacemos referencia, mostraba una serie de indicadores entre los que destacaban que mientras que, por ejemplo, La Rioja destinaba más de 9.000 euros por estudiante en el curso 2022/23, en el caso de Madrid descendía a poco más de 5.000. Además, los datos recabados, procedentes de diferentes estudios como por ejemplo las estadísticas del Ministerio de Universidades o la Fundación Conocimiento y Desarrollo, tambien mostraban diferencias internas entre universidades en función del tipo de estudios. 

Desde el Blog de AICTS, siempre hemos apostado por la defensa de un sistema universitario como el español que ha sido uno de los grandes logros de nuestro Estado de Bienestar y de la expansión de la educación superior a cada vez más grupos de población, especialmente los provenientes de clases trabajadoras en gran medida por sistemas de becas y ayudas y, especialmente, por la expansión de la oferta académica y la ampliación del número de universidades, hecho que ocurrió en las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX, fundamentalmente. Es un sistema que ha permitido la ampliación de la cualificación de la sociedad española, además de generar estructuras de conocimiento e investigación que también prestan sus servicios a sus territorios y al conjunto del país. Además, podemos señalar, sin ningún género de dudas, que el sistema universitario español es una de las principales herramientas de articulación del país, a través de las interrelaciones y sinergias que se generan entre ellas. 

Estos procesos no implican que también exista la necesidad, como en todo, de realizar autocrítica y observar algunas cuestiones en las que el sistema universitario tiene que mejorar, que siempre es así. En este sentido, podríamos señalar que la universidad tendría que incidir más en su interrelación con la sociedad, no estar tan aislada en no pocas ocasiones en ciertas "burbujas de cristal" que nos llevan a pensar en ocasiones que somos entes autónomos de la sociedad, y que hay que afrontar determinados retos y transformaciones más amplias como la digitalización o la internacionalización. Además, hay escenarios que van en contra de las funciones sociales de las universidades españolas como son el incremento de la burocratización o las propias exigencias del sistema, en el ámbito de la carrera académica, que implica que buena parte del personal, por no decir todo, sufra una importante presión para conseguir y estabilizar sus plazas, además de sus carreras una vez consolidada su posición. Estos escenarios también están generando un exceso de individualismo y de competencia en el mundo universitario. Junto a ello, las transformaciones del mundo del trabajo, el incremento de universidades privadas online o también los propios cambios que se producen en el estudiantado. Además, numerosas voces inciden en cuestiones como la sobrecualificación de los trabajadores y trabajadoras, en el exceso de universidades y estudios, etc. Estos argumentos debilitan y deslegitiman al sistema universitario, pero son argumentos falsos que no tienen en cuenta las funciones sociales de la Universidad y, además, a través de visiones mercantilistas, no consideran que lo que falla es una estructura productiva que no es capaz de aprovechar esa formación. 

Este escenario todavía se complejiza muchísimo más si las apuestas de las Administraciones Públicas por la universidades se debilitan. Y, las mismas, pasan evidentemente por la financiación, que además es determinante para mejorar la posición de estas universidades en relación a los retos de presente y de futuro, internos y externos. Insistimos en que hay cuestiones y cambios que la Universidad española debe afrontar, pero no es menos cierto que el sistema universitario español se está enfrentando a numerosos retos y desafíos y que si, en vez de que las Administraciones Públicas no sean conscientes del valor de las universidaes, como formación y como investigación y generación del conocimiento, se debilita el mismo, y se deslegitima, las consecuencias para nuestra sociedad serán terribles. 









































































 

 

 


 



 

 
















Vivienda en el medio rural

Por EQUIPO AICTS / 02 de diciembre de 2024

La cuestión de la vivienda en el medio rural es uno de los puntos críticos en la lucha contra la despoblación y la dinamización de parte de estas zonas. Durante la última década y media, hemos asistido al desarrollo de numerosos planes y estrategias en relación a la cuestión de medio rural y su despoblación, desde todos los ámbitos y todas las direcciones. En primer lugar, Europa, que es marco de diseño y desarrollo de las políticas sobre el medio rural, con algunas cuestiones tan destacadas como los fondos LEADER que, desde hace décadas, son uno de los pilares de las políticas de desarrollo rural. También con la controvertida Política Agraria Común (PAC), donde también se integran ahora mismo estos fondos. Igualmente, la puesta en marcha de programas como la "Visión a Largo Plazo de las Zonas Rurales", incide en líneas que están vinculadas a la digitalización, la sostenibilidad y la resiliencia, teniendo en cuenta un marco que se centra en la combinación de las ruralidades más tradicionales, las que se asocian al sector primario, con las nuevas ruralidades. En el ámbito estatal, la Red Rural Nacional integra parte de estos procesos, especialmente la ejecución de los fondos LEADER a través de los Grupos de Acción Local, y surgen también medidas específicas por ejemplo a través de la Secretaría de Estado de Reto Demográfico. Las Comunidades Autónomas han desarrollado sus planes y estrategias, las cuales van cambiando y adaptándose a las necesidades de cada momento, aunque no deja de ser cierto que, en no pocas ocasiones, o en la mayor parte de las mismas, ni se les deja tiempo para implementarse, para su seguimiento y evaluación. Y, finalmente, comarcas y municipios también llevan a cabo sus acciones contra la despoblación. Y, en todos ellos, aparece la vivienda. 

Ha pasado el tiempo en el que, desde el mundo urbano, se veía el acceso a la vivienda en los pueblos como algo "fácil". La existencia de casas que habían quedado abandonadas, o cerradas, por el éxodo rural o porque sus propietarios no querían o podían mantenerlas, era una realidad. Había una elevada diversidad de situaciones, en relación a su estado. Pero, la percepción generalizada, es que era sencillo adquirir una vivienda en un medio rural al que poca gente quería ir. Incluso, en no pocos casos, también se incidía en la rehabilitación. El caso es que, en muchas ocasiones, no era tan fácil. Los precios no eran tan baratos y también se producían dificultades por cuestiones de herencias. Pero, eran otros tiempos. Sin embargo, la evolución de la vivienda en el medio rural, siendo un punto crítico para las políticas contra la despoblación como decíamos al inicio del post, no tiene que envidiar a lo que ocurre con la vivienda en general. En este punto, hay que recordar el relato que se generó en la pandemia en relación a que, debido a la misma, muchas personas irían al medio rural a vivir, debido a que serían entornos más seguros y con menos riesgos de contagios. El relato, que no se correspondía con la realidad en el sentido de que, en primer lugar, no contaba con la variable de la voluntad de ir a vivir, también contaba con la debilidad de que no tenía en cuenta las dificultades de llevar a cabo dicho proceso en el sentido de poder contar con una vivienda en el medio rural. Y es que, desde antes de la pandemia, lo complicado de comprar o alquilar una vivienda en el medio rural estaba ya diagnosticado. Cualquier estudio, plan, estrategia, etc., que abordase la despoblación del medio rural y las medidas para atajarla, tenía muy claro que la vivienda era un punto crítico. Si no se contaba con una vivienda propia, o en herencia, era difícilisimo acceder a la misma. Además, tampoco había un mercado del alquiler muy desarrollado y la vivienda pública en el medio rural brillaba por su ausencia.

Un lustro después, el escenario se ha complicado más todavía, dentro también del proceso que se está produciendo con la vivienda en general. El País alertaba en un reciente artículo de la falta de stock de vivienda en el medio rural, del encarecimiento de los precios y de las dificultades para alquilar. Nada sorprenderte, en definitiva, y que nos muestra de nuevo una situación en relación a la vivienda que dificulta los proyectos vitales de las personas que quieren llevarlos a cabo en determinados lugares, o en cualquiera. Como decíamos, si no se cuenta con una vivienda en el medio rural, o que proceda de generaciones anteriores, no hay muchas posibilidades. El medio rural precisa también de cambios estructurales en estas cuestiones, teniendo en cuenta las dificultades que implican las políticas contra la despoblación, pero no parece que se vayan a dar. No se ha avanzado en la vivienda pública, ni en propiedad ni en alquiler, ni se han promovido acciones que permitan un parque de vivienda que también facilite que haya personas que puedan probar ir a vivir en el medio rural. En definitiva, medidas que vuelven a ser parches y que, como decíamos, tienen enormes dificultades, pero es necesario abordar soluciones más innovadoras. 










































































 

 

 


 



 

 
















Desplazamientos al trabajo

Por EQUIPO AICTS / 25 de noviembre de 2024

Seguimos en el Blog de AICTS reflexionando sobre cuestiones vinculadas al trabajo. Son numerosas las entradas que estamos dedicando a esta cuestión en los últimos años. Es un periodo en el que, el concepto del trabajo, ha cambiado en muchos aspectos, también en la relación que establecemos con el mundo del trabajo. Recientemente, un interesante libro de Sarah Jaffe, Trabajar: un amor no correspondido, ha sido publicado en español por Capitán Swing. Es uno de los libros que están en nuestra lista de lecturas y análisis y que tendrá su lugar en las "Lecturas recomendadas" de AICTS. Estos días, se han publicado numerosas entrevistas con Jaffe, como la de Héctor García Barnés en El Confidencial, en las que Jaffe expone algunas de sus ideas clave y responde a varias cuestiones de García Barnés, que presenta también algunas paradojas en las mismas. Como decíamos anteriormente, el mundo del trabajo y su significado ha cambiado radicalmente en las dos últimas décadas, fruto de las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales de nuestras sociedades. El posicionamiento de Jaffe es muy atractivo, indice en aquellos cambios que han dado lugar a que el trabajo se haya convertido en no pocos casos en un factor estresante debido al aumento de la competitividad y la productividad. Ciertamente, es un hecho que se observa en cualquier ámbito, especilmente acelerado desde el final de la pandemia. Sin embargo, en otras ocasiones, e insistimos en que todavía tenemos que leernos el libro completo, también paracen cuestiones muy centradas en sectores cualificados, en los que se puso de manifiesto hace un tiempo la denominada "Gran Renuncia". De este proceso también hablamos hace un tiempo, en otras entradas, señalando que no todo el mundo está en la misma situación para poder dejar su empleo. Y es que, mientras se demuestre lo contrario, contar con un trabajo es esencial y, sin embargo, en no pocas ocasiones tener un empleo no sirve para cubrir las necesidades básicas o salir del riesgo de pobreza y exclusión social. 

La presente entrada se centra en una cuestión a la que raramente se presta atención como son los desplazamientos que las personas tienen que hacer para ir a trabajar. De tan cotidiano que es, de tan del día a día, se da por supuesto. En ocasiones, se menciona esta situación cuando se habla de los desplazamientos en las grandes ciudades para ir a trabajar, de personas que tienen que coger diferentes transportes públicos, metro y/o autobús, para llegar a sus lugares de trabajo porque o bien están fuera de las mismas (polígonos industriales, por ejemplo, aunque este hecho se da por supuesto por la localización de las actividades) o en los centros urbanos y, en ellos, vivir ya se ha convertido en un imposible para la mayoría de las personas. Como decíamos, es una cuestión que se ha planteado en relación a los precios de la vivienda y los procesos de gentrificación y turisficación de las grandes ciudades, pero no solo de ellas. Son numerosos colectivos los afectados, desde personas que trabajan en sectores de hostelería, restauración y comercio, entre otros, a empleos cualificados, sin olvidar los desplazamientos entre ciudades y localidades, hecho que también se da en cuestiones como el medio rural. El País publicó recientemente un artículo sobre este proceso, "Los viajes diarios de más de una hora agotan y enfadan a miles de trabajadores: 'Es desesperante'", firmado por Emilio Sánchez Hidalgo. El mismo aborda esta situación, con ejemplos ilustrativos y el impacto de los desplazamientos en los trabajadores y trabajadoras tanto a nivel de tiempo "perdido", emocional y de no retribuido. 

Como decíamos anteriormente, la movilidad y los desplazamientos para ir a los lugares de trabajo se ha producido siempre. Sin embargo, en los tiempos actuales, en los que la celeridad es una constante, así como las ofertas y el emplazamiento de determinados empleos, nos encontramos en una situación en la que es preciso analizar estos procesos con mayor detenimiento. Los costes, en todos los sentidos, son elevados, y el impacto en los trabajadores y trabajadoras es cada vez mayor. Con unos centros de las ciudades donde es imposible vivir, muchas personas tardan horas en ir y volver del trabajo a sus domicilios. Es un proceso en el que la desigualdad también es una evidencia, no estando todas los trabajadores y trabajadoras en la misma situación. Para muchos y muchas de ellas, las alternativas son muy limitadas. En definitiva, el mundo del trabajo, que sigue siendo determinante en nuestras sociedades, guste o no guste, tienen numerosas derivadas y aspectos que condicionan la realidad de numerosas personas. La accesibilidad al puesto de trabajo es una de ellas y, en el contexto actual, las cosas solo parece que pueden ir a peor. 






































































 

 

 


 



 

 
















La visión sobre los jóvenes

Por EQUIPO AICTS / 18 de noviembre de 2024

En las últimas semanas, integrantes de AICTS participamos en diferentes actividades organizadas por la Cátedra Monarquía Parlamentaria de la Universidad de Burgos, que dirige Juan José Laborda. En primer lugar, se impartió un seminario sobre la situación de los jóvenes a estudiantes de Ciencias Políticas. En segundo lugar, tuvo lugar la conferencia "Jóvenes: proyectos vitales, retos y desafíos" en el ciclo de conferencias Los jóvenes en la actual sociedad de la incertidumbre. Agradeciendo la oportunidad de las dos actividades, las mismas sirvieron para analizar la situación de la juventud en España, así como sus perspectivas de futuro, enfocadas a sus proyectos vitales, así como las acciones y medidas que se toman para abordar su situación. En primer lugar, hay que agrader a la Cátedra Monarquía Parlamentaria la invitación a estas actividades. Las dos intervinciones se centraron, inicialmente, en considerar la heterogeneidad del colectivo de los jóvenes, personas de 15 a 29 años, aunque no cabe duda de la juventud se amplía a los 35 y 40 años en cuestiones como el acceso a la vivienda, por las ayudas, y en el caso de los jóvenes agricultores y ganaderos por el descenso del relevo generacional. Igualmente, también se partió del hecho de que, en general, en España la juventud siempre había estado en una situación de desventaja, aunque no tanto como para estas generaciones, como consecuencia de las transformaciones sociales, económicas y políticas de la última década y media. Además, las respuestas institucionales no funcionan debido a que, debido a la situación de la estructura productiva y del mercado de trabajo, las posiciones que ocupan los jóvenes suelen ser más precarias. Este hecho, junto a los retrasos en el acceso a la vivienda y a la emancipación, así como una mayor presión formativa en un contexto más competitivo, en el que contar con un Grado universitario ya no es diferente, sitúan a los jóvenes, en su conjunto, en una posición más vulnerable y con proyectos de vida que se van retrasando cuando no proscastinando. Es un proceso que no tiene visos de detenerse y, además, nos devuelve a otras épocas con un elevado peso del origen socioeconómico y de los diferentes capitales familiares acumulados, desde el económico al cultural y social, siguiendo las teorías de Bourdieu y compañía, para las oportunidades que puedan desarrollarse. Es decir, regresamos de nuevo a lo que comentábamos hace unas líneas, al hecho de que el colectivo de jóvenes es heterogéneo y que, en definitiva, hay personas que por su posición en la estructura social lo van a tener más sencillo. La ruptura de la movilidad social y el que estas generaciones jóvenes tengan más dificultades para desarrollar sus proyectos de vida, implica también un fallo del sistema, un impacto en su legitimidad y en la cohesión social. Este es un elemento, sin duda alguna, clave al analizar el escenario en el que nos desenvolvemos.

Sobre los jóvenes también se dan numerosas generalizaciones y prejuicios. Estereotipos, algunos de los cuales pueden responder a realidades, pero nunca generalizables. Se achaca a los jóvenes su falta de compromiso, a que no cuentan con algunos de los valores que confluyeron en nuestra visión de la sociedad y en los que, otras generaciones, nos socializamos. Ciertamente, en relación a algunos aspectos como el trabajo, hay diferencias, pero no creemos que sean achacables a los jóvenes. Por un lado, algunos son positivos, nuestras generaciones desarrollamos con el trabajo una relación curiosa, otros autores dirían que más tóxica. Pero, por otra parte, no es menos cierto que, en función del escenario en el que nos encontramos, muchos jóvenes, y no tan jóvenes, apuesta por el "carpe diem" y el vivir el día a día. Además, esta situación se ha acelerado en estos últimos años con un individualismo y consumismo creciente. También se achaca a los jóvenes que no se movilizan, que no son reivindicativos, ante la situación en la que se encuentran. Esta visión suele estar sustentada en la comparación con un pasado que no se sostiene. Las generaciones que fuimos jóvenes en los noventa y dosmil tampoco nos caracterizamos por una elevadísima movilización y reivindicación. Especialmente las primeras, tuvieron unas condiciones más favorables, sin negar que no fuimos precisamente un país para jóvenes. Estos jóvenes, buena parte de los mismos aunque no todos, ni mucho, con las necesidades básicas cubiertas (alimentación, vivienda, estudios), tampoco encuentran motivación en unas reivindicaciones que, lamentablemente, no suelen dar resultado. 

Finalmente, y esto es fundamental, también tienen su visión y sus expectativas. En no pocas ocasiones, además de caer en los prejuicios y estereotipos señalados, contamos con una mirada muy paternalista y simplificadora que no ayuda, para nada. Son jóvenes que, como nos comentaban en la Universidad de Burgos algunos de ellos en el debate que mantuvimos, tenían una percepción de que había pocas oportunidades y que, en definitiva, los esfuerzos que se realizaban por estudiar no iban a tener resultados. Una visión que nos tiene que llevar a la reflexión como sociedad y como sistema político porque, de lo contrario, lo que hemos señalado anteriormente: la cohesión social y la legitimidad se resienten. La juventud es un colectivo heterogéneo, con diversidad de situaciones y escenarios que vienen marcados, en buena medida, por su origen socioeconómico y su posición en la estructura social, aunque no solamente. La solución pasa por la mejora de las oportunidades laborales, las posibilidades de emancipación y que las promesas que se hacen a la juventud no caigan en saco roto, así como que las políticas sobre juventud no se conviertan en parches. 








































































 

 

 


 



 

 
















Con trabajo y no llego a fin de mes

Por EQUIPO AICTS / 11 de noviembre de 2024

El título de la presente entrada del Blog de AICTS es una de las frases que se repiten más frecuentemente en nuestra sociedad, y creciendo. Es un escenario que, hasta la crisis de 2008 y sus consecuencias devastadoras, de cambio de sistema, no se conocía en países como España. O era una cuestión que no estaba localizada y que se situaba en colectivos en situación de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social, muchas veces vinculados a la economía sumergida e informal. O también se podría aplicar a otros grupos, por ejemplo, los jóvenes, pero estos vivían en casa de sus padres ya que no podían emanciparse. En definitiva, nuestra sociedad funcionaba bajo el prisma de que, contar con un empleo, garantizaba una estabilidad. Pero, el otros lugares no era así. El ejemplo más evidente era, y sigue siéndolo, Estados Unidos, donde el contar con dos o tres trabajos era una realidad. Los "working poor" sorprendían a sociedades como las europeas, con un Estado de Bienestar más robusto, mientras que en Estados Unidos, numerosas personas no cubrían sus necesidades con su trabajo e, incluso, era necesario trabajar en varios sitios. Artículos y reportajes, libros, películas y series de televisión mostraban esa realidad que mostraban en toda su crudeza la desigualdad tan amplia de la sociedad norteamericana, un país de enormes contrastes. Incluso, cuando visitabas el mismo, o tenías la oportunidad de trabajar en algunas entidades de Estados Unidos, por ejemplo universidades, como parte del equipo de AICTS, esa situación la conocías de primera mano con personas que, por ejemplo, y es un caso real, trabajaban de administrativos en departamentos universitarios y, además, tenían que ir a un concesionario de coches varias tardes a la semana. No es un caso inventado, insistimos, es real.

Europa no vivía este escenario, como decíamos, o no se recogía de esta forma. En el caso de España, teníamos la experiencia ya señalada de la economía informal, que afectaba a colectivos en situación de riesgo y exclusión social especialmente, pero no solo. Sin embargo, los parámetros de análisis de estos escenarios no se ajustaban a los "working poor". Pero, Europa también iría entrando en esas dinámicas, por ejemplo con los "miijobs" en Alemania en el cambio de siglo XX al XXI, que afectaban también a colectivos como las personas mayores y jubiladas. Cuando la crisis de 2008 hizo su aparición y llegó a su máxima expresión, los trabajadores pobres llegaron para quedarse y la realidad de hizo explícita. Desde entonces, el encadenamiento de crisis y los procesos en los que nos hemos visto inmersos, especialmente los cambios geoestratégicos y de paradigma, están dando lugar a un escenario creciente. El aumento del coste de la vida, en todos sus sentidos, así como el encarecimiento de las hipotecas y del precio del dinero durante unos años, junto con la precarización del empleo y de sus condiciones, han ido condicionando una realidad que es muy visible.

De esta forma, recientemente Ethic publicó un artículo firmado por Franc Cortada bajo el título "La pobreza laboral en España: un problema persistente". En el mismo, cuyo título ya es definitorio, se recogían indicadores y datos que mostraban cómo este fenómeno se había convertido en estructural. Así, un 13,7% de las personas empleadas en España no alcanzarían con su salario una vida digna, tres millones de personas y, en caso de contar con ella, se extendería a sus familias. El otro indicador destacado es que, en la actualidad en España, una de cada tres personas en situación de pobreza y/o exclusión social, contaría con un empleo. Y, finalmente, serían en regiones como Andalucía, Castilla - La Mancha y Extremadura donde este escenario sería más visible. Sin olvidar que, dentro de los colectivos implicados, también aparece de forma destacada el de los inmigrantes. 

Como bien señala el artículo de Cortada, el escenario es persistente y estructural y la situación no va a ir a mejor. Como hemos ido observando a lo largo de estos últimos años, las condiciones estructurales de nuestras sociedades, los modelos productivos y el incremento de los precios y del coste de la vida, han generado unos escenarios en los que el empleo no es una garantía no entrar en la pobreza y exclusión social. Se puede incidir en que la situación es más compleja en el caso de los empleos no cualificados, en sectores como el turismo, la hostelería, restauración y comercio, por ejemplo, pero se extiende a muchos más, incluso a los cualificados. En definitiva, un escenario que golpea directamente a derechos y a la cohesión social.








































































 

 

 


 



 

 
















Cambio climático

Por EQUIPO AICTS / 04 de noviembre de 2024

No es el primer artículo que el equipo de AICTS dedica al cambio climático y sus consecuencias sobre todos los ámbitos, especialmente los que tienen más que ver con las cuestiones que aborda AICTS, por ejemplo las desigualdades sociales, la vulnerabilidad y la exclusión social, o la salud. Precisamente, uno de los artículos que teníamos pendiente en el Blog de AICTS era sobre esta cuestión última, a raíz de la noticia aparecida en El País con el título "El impacto del cambio climático en la salud llega a niveles récord pero los gobiernos siguen financiando la energía fósil", firmado por Manuel Planelles. En el mismo, se abordaba el resultado de un informe en el que se profundizaba en las consecuencias del cambio climático en la salud, con indicadores tan relevantes como el aumento de la mortalidad por olas de calor que, en el caso de personas mayores de 65 años había crecido un 167% en comparación con la década de los noventa del siglo XX; se ha producido un incremento de las horas de sueño perdidas por el calor; o el avance de enfermedades infecciosas. Lamentablemente, en comparación, las energías fósiles siguen siendo fomentadas y financiadas desde los diferentes gobiernos y no se ha conseguido avanzar todo lo que sería necesario en las energías verdes y no contaminantes. El escenario, por lo tanto, es muy negativo y la tendencia parece no tener fin. El aumento de las consecuencias negativas del cambio climático va a ser todavía más evidente en los grupos sociales y colectivos más vulnerables, como por ejemplo las personas mayores señaladas, entre otros.

Todo esto, no es una novedad, al contrario. Las consecuencias del cambio climático son cada vez más evidentes y se producen fenómenos metereológicos extremos con mayor frecuencia. Hemos vivido en los últimos años un aumento de las temperaturas y olas de calor que, por ejemplo, en 2022, nos llevaron a un verano que se extendió de mayo a septiembre, superándose los 40 grados en numerosos días. Hemos vivido situaciones de sequía por falta de lluvias en momentos determinados. Aunque no es que llueva menos, sino que lo hace de forma diferente, con tormentas que descargan grandes cantidades de agua. Las DANAs se han convertido en cotidianas en nuestras vidas, así como las ya mencionadas olas de calor. 

Y, en este contexto, no podemos dejar de mirar hacia la Comunidad Valenciana y a las consecuencias de la terrible DANA que ha asolado parte de su territorio, fundamentalmente en el entorno de la ciudad de Valencia, además de haber tenido consecuencias en zonas colindantes como Teruel, Albacete o el este de Andalucía. En el momento de escribir estas líneas, las cifras de fallecidos se sitúa en 202, así como se desconoce el número de desaparecidos. Las imágenes dantescas de la terrible tormenta del pasado martes, 29 de octubre, muestran la devastación provocada por un fenómeno meterológico de estas características que se ve acrecentada por el cambio climático. Su intensidad y virulencia es un reflejo de esas transformaciones en el clima. Vidas perdidas, municipios arrasados, proyectos vitales truncados, incertidumbre y vulnerabilida, son las consecuencias de una catástrofe que, debido a nuestra posición y visión del mundo, nos parece imposible que se pueda dar en nuestras casas. Son imágenes que nos remiten a otros lugares. Ignacio Varela, en El Confidencial, reflexionaba sobre la responsabilidad de este proceso en un artículo titulado "La DANA, el cambio climático y la culpa de una generación", en el que incidía en el presentismo de unas generaciones que, lamentablemente, no estamos tomando las medidas para afrontar esta situación, pensando en que esto no nos va a tocar y que, las generaciones siguientes, serán las que tengan que luchar contra ello. Pero, el cambio climático se ha acelerado y es hora de tomarse más en serio numerosas cuestiones que, hasta la fecha, no se están haciendo. Algunas de ellas, el propio Varela y numerosos artículos inciden en la cuestión, es preparar las infraestructuras para estos escenarios, mejorar la prevención y evitar actuaciones que generen una mayor vulnerabilidad ante las consecuencias del cambio climático. Sin duda alguna, estas DANAs, anteriormente gotas frías, temporales, etc., son frecuentes en esos territorios, pero debería haberse evitado un modelo productivo y económico que ha destrozado el litoral mediterráneo español. 

Estamos viendo un despliegue de la solidaridad, como ha ocurrido en otras muchas ocasiones, para ayudar a los afectados por esta tragedia. También se están poniendo en marcha los recursos de las Administraciones Públicas para dar respuesta a la situación. Lamentablemente, precisamos de Estados de Bienestar con mayor fortaleza, aunque no es menos cierto que una tragedia como la que estamos viviendo puede desbordar a cualquier modelo. España vive en un estado de shock ante lo ocurrido en Valencia estos días. Queda mucho, muchísimo, por hacer y será el momento de tomar medidas para intentar recuperar una normalidad que ya no volverá a ser la misma en estas localidades y vidas.