De "riders" y la evolución de la economía y del mercado de trabajo

Por EQUIPO AICTS / 22 de septiembre de 2019


Hasta hace unos pocos años, muy pocos, las calles de nuestras ciudades no contaban con la presencia de personas en bici que, cargando con una voluminosa mochila verde, hacían repartos a domicilio sorteando el tráfico y poniendo en juego su vida. Primero fueron las grandes ciudades, allí comenzaban a crecer las bicicletas de reparto de comida a domicilio a través de compañías como Glovo, Deliveroo, etc. Pero, en los últimos meses, ya son todas las ciudades medias en las que la presencia de los llamados "riders" es una realidad y una constante. Ya forman parte del paisaje como antes lo hicieron los repartidores de pizzas. Pero hay muchos cambios.

Como todo lo que rodea a las transformaciones que estamos viviendo en la última década, los cambios vienen de forma acelerada, incluso por momentos de forma repentina, pero las bases están sentadas. La "uberización" del mercado de trabajo es un hecho que se vincula con la "economía del contenedor", el peso de las TICs (no siendo estas responsables, obviamente) y la aceleración de una serie de valores individualistas y consumistas. Estas plataformas implican unos trabajadores y trabajadoras que tienen que ser autónomos y que cuentan con una elevada desprotección de sus derechos laborales, además de tener que poner sus medios (vehículos por ejemplo, hecho que ya se observa en otros sectores como los transportistas). El caso de los "riders" todavía incide más allá en este proceso ya que supone la satisfacción no ya tanto de una necesidad sino de un deseo en un momento puntual.

Obviamente, los defensores de este modelo suelen remarcar sus supuestas bondades como la flexibilidad en todos los sentidos, o la complementariedad de ingresos a través de estos servicios. Uno no tiene que ser conductor de Uber a tiempo completo, por ejemplo. Y, en el caso de los "riders", se traslada el mensaje de que es una opción para jóvenes y estudiantes de sacarse un ingreso extra. Aunque, cuando ya llega el momento de la estupefacción total es cuando se califica a estos trabajadores y trabajadoras como emprendedores, dentro del lenguaje del momento. Pero, en realidad estamos ante nuevos modelos de precarización que encubre a trabajadores y trabajadoras por cuenta ajena como autónomos. Recientemente, un informe de UGT alertaba del ahorro de decenas de millones de euros en salarios a través de estas plataformas. Igualmente, compleja es la relación desde el punto de vista de la legislación laboral, los derechos y la vinculación con la plataforma "empleadora", siendo señalada por algunas fuentes como una repetición de lo ocurrido en la década de los noventa con los repartidores de comida, pero intensificado.

Detrás de estos análisis y debates están unas personas que asumen unas condiciones laborales indignas, el señalado informe de UGT El trabajo en las plataformas digitales de reparto indica que "tienen una media de ingresos al mes que suponen tan solo el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), una media de gastos de 450 euros y una media de horas semanales que superan las 40", y que necesitan estos empleos para sobrevivir. La situación de sus derechos laborales y sus condiciones, los riesgos que asumen, etc., han generado ya situaciones como fallecimientos por atropellos, accidentes, etc., así como la situación generada en la reciente "Gota Fría" en el Levante español donde, bajo una torrencial lluvia, repartidores cumplían con las demandas de un consumidor carente de empatía. Y, de fondo, y vinculado a las plataformas, el peso del seguimiento, la medición, los datos, y los algoritmos...Todo ello opera de nuevo en la desigualdad social, la reproduce, y la profundiza al contar con una menor protección laboral. 

Y es que esas infames imágenes son ilustrativas de los cambios de valores que hemos venido señalando. Somos responsables también de estos procesos, no podemos mirar hacia otro lado. Existe una demanda que provoca que los "riders", así como el resto de las plataformas, existan. Que una persona sea capaz de llamar a "rider" para que, en plena alerta por lluvias torrenciales que están causando muertos, un repartidor en bicicleta le lleve un bocadillo, un plato, lo que sea, dice mucho del tipo de sociedad que somos. Ya lo decía una de las protagonistas de la distópica (pero menos) serie Years and Years, cuando permitimos que desapareciesen las cajeras de los supermercados con la automatización, algo comenzamos a romper en nuestras sociedades. El cortometraje ¡Hola, buenas noches! de Pau Rodilla, estrenado en 2018, ilustra muy bien esta situación. No sabemos si estamos a tiempo de subvertir esta situación.