Mensajes y relatos

Por EQUIPO AICTS / 4 de octubre 2020

La realidad se impone irremediablemente en un contexto al que nos hemos ido adaptando y aceptando la situación en la que nos encontramos. Si en marzo de 2020 nos llegan a decir que en octubre estaríamos llevando mascarillas, inmersos en una "segunda ola" de una pandemia que desconocíamos, y que nuestro mundo sería tan diferente, pensaríamos que es Ciencia Ficción. Pero es la realidad, que decíamos. Al comienzo de la pandemia, escribíamos en este blog el impacto de la crisis que comenzaba en cuatro grandes ámbitos. El primero, el sanitario, que en aquellos primeros meses alcanzaba unas cotas dramáticas que persisten, en diferentes y cambiantes intensidades. El segundo, el económico, del que todavía no éramos conscientes del agujero que se iba a producir y que será mitigado por la reacción de la Unión Europea en el corto plazo, pero no a medio y largo plazo. El tercero, el político, en el que no hemos avanzado nada, al contrario, vamos hacia atrás y eso que no se podía muy lejos. Y, el cuarto, el de los valores, el social, el que se decía que "saldremos mejor de lo que hemos entrado" pero nada de eso parece que vaya a producirse de esa manera. Como decíamos anteriormente, estos ámbitos están interrelacionados y no es casual que décadas de recortes, de políticas neoliberales, hayan dado como resultado un sistema sanitario menos potente de lo que creíamos. Y también un sistema económico con menos capacidad para salir de situaciones como la actual, hecho que ya estaba adelantado en una carrera hacia delante que se había producido en la última década. Todo está resultando como una ciclogénesis o una "tormenta perfecta" pero hay que analizar también los relatos y las sensaciones que están presentes en una ciudadanía que parece tomar con resignación el escenario.

Es necesario comenzar con una breve exposición de los diferentes estados que hemos vivido en estos casi siete meses. Primero, un virus lejanísimo que nos parecía poco más que un catarro, porque es lo que nos decían, y que irrumpió en nuestras vidas. Segundo, el temor por la salud, los riesgos, y el confinamiento de casi dos meses. Tercero, una "nueva normalidad" que nos fue otorgando espacios de apertura aunque ya nada sería lo mismo. Cuarto, el optimismo por los avances científicos y la posible llegada de las vacunas. Quinto, un giro que vino dado por la "segunda ola" en agosto/septiembre que pilló con la guardia baja. Sexto, una especie de resignación que se está generando. Y, todo ello, con un contexto político complejo en el que, por una parte, todas las Administraciones se enfrentaban a una realidad desconocida. Y, segundo, también con un enfrentamiento político que demuestra cómo los intereses partidistas e ideológicos se imponen frente a unas necesidades que serán mayores.

La mayor parte de la sociedad ha reaccionado de la forma solicitada y demandada, respetando las normas y siguiendo las indicaciones. Que hay excepciones, que se producen relajos e incluso que no hay un seguimiento de esas normas por algunos colecctivos, es un hecho. Mención aparte merece la situación de los jóvenes que han sido uno de los colectivos más señalados y que, en algunos casos, han actuado de forma irresponsable. Pero, también hay que indicar que ha habido muchos jóvenes que han sido responsables y que la irresponsabilidad no ha sido patrimonio de la juventud. Tampoco es de recibo ciertos mensajes que, lamentablemente, calan en una parte de la sociedad echando la culpa de los contagios a grupos como inmigrantes, temporeros, etc. No tiene un pase. Y, finalmente, el apelar a la responsabilidad individual ha servido en algunos discursos para esconder las fallas de nuestros sistemas de protección, con escenarios vinculados a la Sanidad Pública, al estado de la misma, a la contratación de rastreadores, etc.

Pero, en este post tenemos que hablar también de un cierto "pesimismo institucionalizado" socialmente, incluso más allá de lo que sería el ámbito ideológico. Si al comienzo del verano veíamos un optimismo justificado por el descenso de los casos, muy importante, y por los anuncios de vacunas, que en no pocas ocasiones fueron interesadas como se demostró posteriormente, en la actualidad nos encontramos en el lugar contrario. Otro de los aspectos que ha tenido unas consecuencias demoledoras en el ánimo de los ciudadanos es el de las promesas de prontas soluciones o llegadas a destinos que no ocurrían, como bien ha advertido Marta García Aller en varios de sus artículos. La "segunda ola", la dramática situación económica, las advertencias de los científicos de que esto va para largo, se habla de una recuperación de la situación anterior incluso en 2023, además de las dificultades logísticas de extender la vacuna y el tratamiento a toda la población, ha generado ese pesimismo que no cesa. Además, en una nueva muestra de las tendencias posmodernas en las que nos encontramos, parece que siempre estamos al "borde del abismo". En definitiva, la situación es la que tenemos y hay que vivir con ella, adaptándonos y sabiendo qué es lo que va funcionando en estos meses. Va a ser difícil y complicado el tablero que va a quedar, pero también será el tiempo de las medidas audaces, de decisiones que impliquen una mayor puesta en valor de las políticas públicas y de lo colectivo. Y no, no estamos hablando de adoptar un "pensamiento positivo" de que, "si lo deseo, pasará". No, ese es un modelo neoliberal muy propio de estas dos últimas décadas. Ya hemos visto que eso no sólo no podía funcionar, sino que no lo hace.