Abordando las desigualdades

Por EQUIPO AICTS / 20 de diciembre de 2021

No cabe duda que uno de los campos de estudio más importantes, puede que de los más centrales, en el conjunto de las Ciencias Sociales sea el de las desigualdades. No toca en este punto realizar un recorrido por el concepto y por las perspectivas teóricas que lo han tratado y que lo siguen haciendo. La lucha por la igualdad y la equidad han definido buena parte de movimientos políticos y sociales, sin olvidar los diferentes sustratos argumentales que abarcan todos los ámbitos. La construcción de modelos de sociedad basados en el Estado de Bienestar, en la cohesión social y en la corresponsabilidad ha sido un hito que ha marcado buena parte del siglo XX hasta la actualidad. Sociedades en las que, siendo conscientes de la desigualdad estructural, se han alcanzado niveles de bienestar inimaginables en periodos anteriores. Sociedades en las que se han alcanzado derechos sociales, en la línea de las teorizaciones de Marshall y otros autores. Sin embargo, este escenario, como hemos señalado en otras ocasiones, está cambiando.

Con un recorrido claro, con esos cambios generados con el ascenso del neoliberalismo en la década de los setenta del siglo XX y su consolidación en las siguientes, el modelo en una crisis continuada. Es cierto que las sociedades occidentales gozan todavía niveles de bienestar a las que la mayor parte del resto del mundo aspira, y es fundamental continuar trabajando para que esa desigualdad global también se reduzca. Sin embargo, las corrientes que marcan la evolución del capitalismo en las últimas décadas no parecen frenar. Además, suele ocurrir que no son pocas las visiones que indican que no deberíamos quejarnos del mundo en el que vivimos, insistimos que en el ámbito occidental, ya que se han logrado numerosos avances y se han conseguido logros significativos en esta materia, además de que unas sociedades más desiguales eran una constante para las generaciones anteriores. Cierto, pero debemos tener en consideración los vientos que corren, y no son positivos.

Hace unas semanas, el economista francés Thomas Piketty, que se ha convertido en uno de los grandes teóricos sobre la desigualdad y que ha alcanzado un elevado reconocimiento público con sus voluminosas obras, advertía en una entrevista en El País que el escenario actual era como el previo a la Revolución Francesa. Suponemos que no serán pocas las personas que habrán arqueado las cejas y se habrán sorprendido por la comparación, incluso teniendo en consideración la enorme transformación del contexto. Sin embargo, Piketty analiza el fenómeno desde un punto de vista cierto. Este no es otro que el papel que están teniendo las elites en nuestras sociedades, relacionándolo con el de la nobleza francesa en el momento indicado por el economista, cuando este grupo social privilegiado se negó a pagar impuestos, siendo este hecho un factor determinante en el levantamiento del pueblo francés. No cabe duda que, en la actualidad, uno de los cambios más sobresalientes que se ha producido es el relacionado con las elites y cómo se ha producido una desconexión con sus sociedades. Este argumento ha sido ampliamente trabajado por autores como, por ejemplo, el periodista Esteban Hernández, jefe de Opinión de El Confidencial, que ha publicado libros sobre la cuestión. Obviamente, la cuestión también se complejiza porque las elites no son homogéneas pero, dentro de la era del caplitalismo neoliberal globalizado, este grupo ha tomado un camino hacia delante que tiene un enorme riesgo para la cohesión social. Seguro que tampoco faltan los argumentos que indican que estamos ante una sociedad dormida o que, incluso, legitima estos comportamientos, los justifica, los aplaude, los imita (dentro de su orden de posibilidades), etc.

Mientras tanto, los datos e indicadores no dejan de mostrar esos vientos que no soplan bien, llevan haciéndolo mucho tiempo. La crisis de 2008, sistémica y punto de inflexión, sigue estando presente, junto con la pandemia covid-19 y sus efectos. Sí, puede que los fondos de reconstrucción y demás tengan un efecto positivo a corto y, con un poco de suerte, a medio plazo, pero las situación es muy estructural. Millones de trabajadores han visto descender su poder adquisitivo, y no parece que se vaya a quedar aquí la tendencia. La movilidad social descendente es un hecho, como también lo indican datos sobre las clases medias. El contexto del malestar crece con la transformación de nuestras estructuras productivas, con la pérdida de sectores que fueron sobre los que se construyó esa sociedad. No quiere decir que se mire con nostalgia este hecho, ni que algunas actividades y sectores no tengan que ser reconfigurados, pero es una realidad que las alternativas que se están generando a los mismos no están siendo las adecuadas. Por ejemplo, Cádiz ha protagonizado unas semanas de huelgas e incidentes que son un reflejo es de este escenario. No, no son buenos tiempos, pero las advertencias no cesan. Los planes de recuperación de la covid-19 pueden ser una oportunidad para cambiar ciertas tendencias que son estructurales, pero no está claro que se consiga. Incluso, lamentablemente, seguramente que las intensifiquen.