Las brechas de uso y acceso de la digitalización: el caso de las personas mayores

Por EQUIPO AICTS / 6 de febrero de 2022

No es la primera ocasión en la que en el Blog de AICTS hacemos referencia a las brechas digitales. Sin duda alguna, la pandemia covid-19 fue un momento clave y determinante en este proceso, comenzando por el cierre de los centros educativos. En esos momentos, se produjo la constatación de que las brechas de uso eran amplísimas y que las de acceso, que en parte se creían superadas porque "todo el mundo" tenía acceso a dispositivos electrónicos, seguían existiendo. Se ha analizado esta situación durante los dos últimos años y se ha constatado como el mundo digital también produce esas desigualdades y brechas. Como decíamos, conviene diferenciar ese acceso, la universalización a los dispositivos electrónicos también es desigual, y existen colectivos que todavía quedan fuera del mismo, de la del uso. Es en este segundo punto en el que se dan situaciones que van a ahondar las desigualdades ya que no todo el mundo, aunque tenga un acceso similar, está en las mismas condiciones de utilizar las TIC. 

A lo largo de los últimos años, y acelerado de nuevo por el impacto de la pandemia covid-19, la digitalización se ha convertido en uno de los principales objetivos de planes, estrategias, etc., de los gobiernos, con independencia de su ámbito de actuación y color político. No cabe duda que es un proceso en el que nos encontramos y que las TIC nos han traído enormes ventajas y cambios positivos. Avanzar en la digitalización, como proponen estos planes y estrategias, especialmente los de reconstrucción de las consecuencias del impacto de la covid-19, es un hecho. Pero, sin embargo, no debemos caer también en el simplismo y no ser conscientes ni evaluar que esta digitalización también puede tener efectos no deseados. Lo que tiene que llevar a medidas que eviten esas brechas.

Lamentablemente, y el caso de la Educación es un ejemplo, que no el único, la digitalización puede dejar a colectivos detrás. O, mejor dicho, la forma de afrontar la digitalización. Con la pandemia covid-19 se ha acelerado dicho escenario, como hemos indicado y las plataformas digitales se han convertido en "grandes vencedoras" en este escenario. Dentro de los colectivos que se pueden quedar atrás en esta digitalización están las personas mayores. Dejando de lado cuestiones como dicotomías institucionalizadas, por ejemplo "nativos digitales vs. inmigrantes digitales", las cuales siempre hay que poner relativizar, las personas mayores están sufriendo algunos impactos directos de esa digitalización y cómo afecta a su vida, incluso a acciones cotidianas.

Puede que comprar por Internet o ver una plataforma de contenidos sea una opción, que uno pueda elegir o no, y que tenga sus ventajas o no. Pero, de lo que no cabe duda es que hay servicios que las personas mayores precisan de forma presencial. En las últimas semanas se ha visibilizado una situación que llevamos años viviendo y es la reducción de la atención al público en las entidades bancarias, las cuales han ido avanzando en la digitalización hasta el punto de que numerosos usuarios trabajan con la banca electrónica, con sus ventajas que también las tiene, o directamente en el cajero automático. Esa acción de ir a un cajero donde te atiende un trabajador de la sucursal bancaria parece ir quedando en una imagen del pasado. De hecho, si uno observa la evolución del sector bancario podrá constatar la reducción del mismo, el hecho de que no pocas oficinas se dedican a gestiones financieras y no tienen caja y, en las que tienen, se fijan horarios de días y horas. Esto, como decíamos, para una parte de la población no supone un impacto porque manejan la banca electrónica aunque, si tienen que hacer una gestión bancaria puede que no les valga con ir a las oficinas.

Pero, en el caso de las personas mayores y otros colectivos que no cuentan o bien con el uso o con el acceso, supone un gran problema. Si la imagen de los bancos, y de las antiguas cajas de ahorro, eran filas ante los mostradores, en los últimos años han aparecido otras en las que personas mayores esperan a la hora de apertura, en ocasiones desde algunas horas y a temperaturas invernales, a la apertura de los bancos. Como decíamos, estas semanas se ha visibilizado esta situación y se ha llamado a las administraciones a intervenir. Se señala, igualmente, que este escenario también está marcado por un desequilibrio territorial ya que hay zonas en las que las oficinas bancarias se van cerrando en mayor medida, hecho que se intensifica en un medio rural que ya no cuenta en numerosísimas localidades no con una oficina sino con un cajero automático, aunque se presta un servicio a través de furgonetas en días y horarios concretos. Sin embargo, este escenario es la punta del iceberg de unas brechas y desigualdades que están cada vez más presentes. Podemos llevarlo a las gestiones que se realizan con las Administraciones Públicas, numerosas de ellas ya a través de portales electrónicos y con firmas digitales, hecho que daría para otros artículos. En definitiva, una digitalización que avanza a toda velocidad, unas TIC que ofrecen numerosas oportunidades pero que también pueden generar brechas y desigualdades, y hay que afrontarlas, evitarlas y, cuando se producen, atajarlas.