Todo va rápido

Por EQUIPO AICTS / 8 de agosto de 2022

Estamos en agosto y seguro que hay personas que leen este blog que piensan que estamos sumidos en el pesimismo. Ya en julio hacíamos referencia al otoño que nos están anunciando. Ciertamente, estamos pesimistas ante la situación en la que nos encontramos. Como señalábamos en entradas anteriores, se ha indicado que en este verano se está aprovechando, por parte de la ciudadanía, para una especie de "disfrute" debido a los dos años de pandemia y a las consecuencias de los dos años y medio casi de pandemia. Que el otoño será muy complicado debido a las condiciones energéticas derivadas de la guerra de Ucrania y de los cambios en los tableros geopolíticos. El aumento de los precios, la inflación, la escasez de ciertas materias primas y el incremento de los tipos de interés por parte del Banco de Europa son indicadores de un futuro inmediato no muy positivo. Al contrario. Y, a todo ello, hay que sumar las consecuencias del cambio climático, más acelerado de lo que se indicaba hace unos pocos años.

Obviamente, estas son consecuencias en parte de la deriva de un sistema como el nuestro, basado en la aceleración del capitalismo neoliberal a través de los caminos que se decidieron para la globalización. Si la segunda mitad del siglo XX en Occidente contó con el modelo de Estado de Bienestar, lo que llevamos del siglo XXI ha ido en otra dirección. Y, en estos momentos, parece que nos encontramos ante una especie de "tormenta perfecta" que dará lugar a un desequilibrio y a unas desigualdades cada vez mayores. Las consecuencias para las distintas cohesiones, comenzando por la social y la territorial, así como para la legitimidad del sistema. Este último hecho también está claramente visibilizado en el aumento de las opciones políticas de corte populista, especialmente de extrema derecha. 

La crisis sistémica de 2008, que se va quedando atrás como una especie de pesadilla pero menor en comparación con la que viene, presentó numerosas contradicciones de nuestro mundo. El peso de la economía financiera frente a la real, la precarización, el descenso de las políticas públicas, la precarización de condiciones laborales... Fue un shock, muy importante, y las medidas que se tomaron para afrontarlo se lanzaron sobre las clases trabajadoras. Luego, llegó una época de recuperación macroeconómica pero aquellas cifras no se veían reflejadas en buena parte de una ciudadanía que se anclaba en la precariedad. Con la pandemia del covid-19, la incertidumbre se ampliaba pero, en parte, las medidas de los organismos nacionales y supranacionales para abordar las consecuencias de la pandemia consistieron en no repetir medidas ortodoxas recientes. De esta forma, parecía que habíamos aprendido la lección de lo ocurrido en 2008. Pero, la pandemia de covid-19 y sus consecuencias también fueron intensificando la precariedad y la pobreza

Cuando la pandemia se fue mitigando debido a los efectos de las vacunas, parecía que podría entrarse en una nueva etapa de mayor optimismo, con una visión política que recuperase parte de los principios que constituyeron unas sociedades más cohesionadas. Pero llegó la guerra de Ucrania, como exponente de crisis más amplias y concatenadas. De esta forma, nuestro escenario es negativo pero es el momento de dar pasos adelante y estos no pueden basarse en recetas que, como hemos visto en las dos últimas décadas, no dan resultado sino que inciden en la desigualdad. Es necesario recuperar sectores económicos, tanto el primario y el secundario, que permita una mayor autonomía territorial. También por mejorar las condiciones materiales de los trabajadores y trabajadoras, un paso decisivo y determinante. Y, obviamente, por una estrategia y una planificación, por tener un plan que implique esa cohesión que hemos venido señalando. Esperemos que no sea tarde.