Desigualdad y atención sanitaria

Por EQUIPO AICTS / 26 de septiembre de 2022

Recientemente, la Cadena SER publicó la noticia de las desigualdades sanitarias en función de la zona de residencia, tanto a nivel municipal como autonómico. Este hecho manifestó cómo influye el lugar de residencia a la hora de recibir atención sanitaria en todos los ámbitos, desde el de la primaria a la especializada, además de las listas de espera para operaciones. Los datos muestran una desigualdad manifiesta que también se vincula al estado y evolución de nuestros sistemas sanitarios. A pocos meses del tercer aniversario del inicio de la pandemia COVID-19, cabe recordar cómo ese momento fue un punto de inflexión para los mismos. Por un lado, porque su capacidad para afrontar la situación fue encomiable, en un escenario de emergencia e incertidumbre, aunque también se basó esa respuesta en un personal sanitario y auxiliar, y aquí hay que incluir a todo el personal, sanitario y no sanitario, que se fajó en un contexto tan complejo, y que sufrió las consecuencias en fallecimientos, contagios, depresiones, estrés, etc. Pero, por otro lado, también fue un momento en el que se vieron las costuras de ese sistema sanitario, en el caso español tan acostumbrados como estábamos a pensar que éramos la envidia de los vecinos europeos, pero no. Los años de recortes también pasaron factura, así como las políticas de privatizaciones, y la pandemia COVID-19 los manifestón. Finalmente, un estudio reciente de The Lancet también ha mostrado los fallos y errores que se cometieron por parte de los gobiernos y organismos en la propia gestión de la pandemia, hecho que perjudicó principalmente a los colectivos vulnerables. Obviamente, habrá personas que puedan señalar que, a posteriori, es fácil señalar estos errores, pero no es menos cierto que es preciso conocer en qué se acertó y en qué se falló, especialmente, para escenarios futuros. 

Como hemos señalado en otras ocasiones en relación a determinados derechos, los denominados sociales, estos fueron un avance determinante ya que permitían que se cubriesen necesidades vitales. La evolución de estos derechos se vio marcada también por la construcción de sociedades cohesionadas y corresponsables, fundamentalmente a través del modelo del Estado de Bienestar. Fueron hitos, sin duda alguna. Y este acceso a la sanidad permitió también la prevención, un aspecto fundamental. En caso contrario, podemos mirar qué ocurre en sociedades como la de Estados Unidos y la cuestión sanitaria. Sin embargo, tampoco la sanidad se ha visto exenta de las tendencias privatizadoras y de desigualdades que están vinculadas a los niveles de renta. Y, como muestra la noticia de la SER, al lugar de residencia.

Estas desigualdades relacionadas con la residencia no tienen cabida en sociedades basadas en principios de igualdad y de equidad, o no tendrían que tenerlo. En el caso español, un país descentralizado con las competencias sanitarias asumidas por las Comunidades Autónomas, tendrían que producirse mecanismos que redujesen esas desigualdades. Creemos que la descentralización es positiva y que permite un servicio más cercano al ciudadano, con un conocimiento más amplio de los entornos y sus necesidades. Igualmente, también implica que en cada territorio, en este caso Comunidad Autónoma, puedan implementarse unos programas y políticas que están determinadas por la ideología del partido en cada uno de los gobiernos, que determinarán los presupuestos que se destinan a cada partida. Estos aspectos están ahí, no cabe duda, pero no tendrían que generar unas desigualdades tan amplias. Como tampoco si nos encontramos residiendo en barrios ricos o en barrios pobres. Al contrario, es precisamente en base a la equidad en los segundos en los que debe hacerse un mayor esfuerzo.

Lamentablemente, la realidad es otra y, seguramente como en tantos otros aspectos, la pandemia del COVID-19 no haya servido para mejorar. Puede que, en este caso, incluso al contrario. Sí, recordamos cómo salíamos a los balcones hace dos años y medio como reconocimiento a nuestro personal del sistema sanitario, pero ¿cuánto ha mejorado el mismo? ¿Se han solucionado las disfunciones que estaban presentes y que, en ocasiones, quedaron al descubierto por la pandemia? ¿Cómo se pueden seguir reproduciendo estas desigualdades en el acceso a los servicios sanitarios en función de los lugares de residencia? En fin, queda camino de nuevo por recorrer.