Los resultados del informe sobre el estado de la pobreza de EAPN

Por EQUIPO AICTS / 24 de octubre de 2022

Hace unos días, la delegación española de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza (EAPN) publicó su informe 
El Estado de la Pobreza. Seguimiento de los indicadores de la Agenda 2030 UE 2015 – 2021, en lo que es su décimosegunda edición. El mismo, todo un referente para analizar el escenario de la pobreza y la exclusión social a partir de los datos del indicador AROPE (At Risk Of Poverty or social Exclusion), que toma en consideración diferentes variables para medir la pobreza y la exclusión social, no únicamente el nivel de ingresos, ha mostrado a las claras el incremento de la desigualdad y de la pobreza y exclusión social desde el comienzo de la pandemia del Covid-19, a pesar de las herramientas y del escudo social que se generó para mitigar los impactos de confinamientos, cierres y descenso de actividad productiva. Unos resultados que, con independencia de su previsibilidad, no dejan de mostrarnos cómo las bases de la estructura social cuentan con unos factores en los que las crisis inciden con mayor fuerza pero, a su vez, se refleja cómo surgen nuevos perfiles de pobreza y exclusión social.

De esta forma, la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social se situó en 2021 en España en un 27,8% de la población, casi un punto más que el 27% que en 2020. Más de trece millones de personas en España se encuentran en una situación, con una tendencia ascendente en un escenario cada vez más complejo. España ocupa la cuarta posición de los países de la Unión Europea en este indicador. Los valores de los factores y variables consideradas no dejan lugar a dudas: el 54,3% de los hogares monoparentales se encuentran en situación de riesgo de pobreza o exclusión social, siendo el dato más elevado desde el 2014, cuando se aplicó la presente metodología; un 14,3% de los hogares no puede mantener su vivienda a una temperatura adecuada; mientras tanto, un 44,9% tiene alguna clase de dificultad para llegar a final de mes, aunque han descendido los ciudadanos que cuentan con mucha dificultad para llegar a final de mes.

Uno de los resultados más destacados del nuevo informe de EAPN es el relativo a los nuevos perfiles de la pobreza. Si la crisis de 2008 fue transformando los mismos, el impacto de la pandemia y de la crisis sucesiva ha incidido en ese proceso. Como se ha visto en esta década y media, no es únicamente el desempleo y la falta o baja cualificación las que marcan la pobreza y la exclusión social sino que se ha dado un incremento de la misma entre personas con empleo y con estudios medios y superiores. Un fenómeno que antes no se daba en España pero que, desde los impactos de la crisis de 2008, se ha hecho más evidente. Y también se incide entre las diferencias regionales, marcándose claramente la línea entre las regiones del norte y las del sur. En este sentido, mientras que Navarra y País Vasco cuentan con tasas más bajas, con un 14,7% y un 16% respectivamente, Andalucía y Extremadura se situaron en el 38,7%.

Como venimos reflexionando en este blog, a través de diferentes estudios y de los trabajos que desarrollan los integrantes de AICTS, hay factores estructurales que marcan el hecho de que en nuestro país haya un porcentaje tan elevado en esta situación. El desarrollo del Estado de Bienestar y la transformación de la sociedad española en las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX no fueron completas. Lamentablemente, colectivos y grupos que venían de escenarios de vulnerabilidad, no entraron en ese proceso de movilidad y ascenso social. Clases trabajadoras, barrios marginales de las grandes ciudades, inmigración procedente del éxodo rural y las diferencias territoriales, con la brecha secular entre el norte y el sur fruto de factores interrelacionados de orden político, económico y social, han sido claves para este escenario. El siglo XXI contó con la llegada de población de origen extranjero, con una parte de la misma entrando en situaciones de exclusión social y pobreza. Como decíamos, bases estructurales que se han ido reproduciendo.

Lamentablemente, la crisis de 2008, la pandemia Covid-19 y el escenario actual favorecen no solo dicha reproducción sino unas nuevas formas de pobreza y exclusión social. Hace tiempo que ni el empleo ni el nivel de estudios garantiza que no se pueda entrar en situaciones de pobreza y exclusión social. Recordemos que fue, en buena medida, el apoyo de las familias el que contribuyó a reducir los impactos de la crisis de 2008. Junto a este escenario, nuevas desigualdades territoriales, un empleo precarizado y un aumento del coste de la vida, como se puede ver con la inflación o el ascenso de los tipos de interés. En definitiva, escenarios complejos que implica que las soluciones que se construyan, que no pueden ser ni fáciles ni cortoplacistas, sean de carácter estructural. Un camino por recorrer pero que nos tenemos que poner a hacer.