La cronificación de las diferencias territoriales

Por EQUIPO AICTS / 14 de noviembre de 2022

A la hora de analizar las desigualdades, son numerosas las variables que se tienen en consideración. Desde la clase social al sexo, pasando por el nivel de renta, el origen social, la edad... un largo etcétera. Además, suelen cruzarse unas y otras, estando interrelacionadas en no pocas ocasiones. Una de las más relevantes es, sin duda alguna, la que hace referencia a las diferencias territoriales, que opera en diferentes niveles y que, en el interior de las zonas, regiones, países, etc., se cuenta también con dichas desigualdades. Nuestros tiempos posiblemente nos hayan hecho ser más conscientes de las diferencias territoriales y de las desigualdades existentes entre ellos por dos motivos claros: el primero, porque venimos de un periodo anterior en el que se desarrollaron numerosas zonas; y el segundo, el más importante, porque en nuestros tiempos la variable territorial desempeña un papel central. En AICTS hemos hecho hincapié en estas cuestiones, incluso a través de obras como La España en la que nunca pasa nada, que en 2021 publicó Sergio Andrés Cabello en FOCA de AKAL.

Hace unos días, El País lanzó la noticia del aumento de la brecha entre las regiones del norte y del sur de España. No es una novedad ya que estas diferencias suelen darse en todos los países y la división norte-sur es secular. Sin embargo, la cuestión es cómo se ha ido incrementando esa brecha. En el caso de España, como en otros países, el norte se había desarrollado a lo largo de la Historia a través de la concentración de determinados capitales económicos, sociales, políticos y culturales, hecho que daba lugar a un "efecto Mateo" ya que se reproducía el escenario. La industrialización de País Vasco y zonas de Cataluña provocó que esa distancia aumentase y, además, la inmigración de numerosas personas de las regiones del sur de España al norte y a otras grandes ciudades, en el caso español a Madrid, fundamentalmente. Sin embargo, la evolución de España, en el marco de la democracia, del Estado Autonómico y de la construcción de un Estado de Bienestar, provocó que esas regiones contansen con niveles de desarrollo que si bien no las iban a igualar con las del norte, sí que iban a permitir un desarrollo que antes no habían tenido. Lamentablemente, las brechas de la desigualdad son muy estructurales. Este es el primer factor que hemos comentado, el que hace hincapié en la mitigación, que no desaparición ni mucho menos, de esas diferencias.

En España, la variable territorial a nivel de las desigualdades estaba presente en el sentido regional, incluso con diferentes mecanismos de cohesión y corresponsabilidad entre los territorios, argumentos que fueron esgrimidos en contra de los mismos por partidos políticos y movimientos separatistas, o que cuestionaban su existencia. Además, y no menos importante, en España la variable territorial se centró en el eje rural - urbano. Sería ya bien entrado el siglo XXI cuando la despoblación entró en la agenda política, mediática y social aunque con ciertos matices. Y es que la misma se centró en aspectos más culturales y de valores que en cuestiones de Derechos y ciudadanía. Y, cuando estos se han presentado, en el sentido de déficit de acceso a los servicios públicos, han sido eclipsados por los primeros. Era un hecho indiscutible que la despoblación del medio rural había dejado un escenario muy negativo para no pocas zonas del interior peninsular, especialmente las situadas en ubicaciones de montaña y con difícil accesibilidad. 

Sin embargo, los tiempos en los que nos encontramos presentan una nueva visión de la variable territorial que hace hincapié en una nueva dimensión. Y es que la Globalización ha intensificado el papel de las grandes ciudades, las metrópolis globales de las que están siendo sus protagonistas. En este sentido, ya no es el medio rural sino regiones enteras, con sus ciudades, las que están situándose en una posición de desigualdad. Es lo que está ocurriendo con lo que podríamos denominar "regiones intermedias" o "regiones periféricas", las cuales han ido quedando en un segundo plano, incluso en un tercero, dentro de las dinámicas productivas pero también de las culturales y simbólicas. De esta forma, y volviendo a España, serán zonas de nuevo del interior peninsular como Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, parte de Andalucía pero también regiones que en otras ocasiones fueron consideradas, o lo siguen siendo, como más ricas (Asturias, Cantabria, La Rioja, zonas de Aragón), así como Galicia, las que están dentro de estas dinámicas, aunque con diferencias también entre ellas. Es decir, nos encontramos ante un nuevo peso de la variable territorial en las desigualdades.

Son tiempos nuevos y complejos, tiempos en los que las dinámicas van más rápido que en el pasado y en los que la incertidumbre se convierte en un aspecto central. Sin embargo, no está de más recordar el papel de las Administraciones Públicas en las políticas de igualdad y de equidad, las cuales deben contar con el reconocimiento del papel del territorio. Hoy, son numerosas regiones las que están en una posición de desigualdad y las diferencias regionales se incrementan, como hemos visto anteriormente. Si no se tiene en cuenta esta situación, serán la cohesión social y la cohesión territorial las que sufran las consecuencias. Y ya lo estamos viendo.