Pobreza energética

Por EQUIPO AICTS / 17 de enero de 2022

No es la primera ocasión en la que en el Blog de AICTS centramos la mirada en la pobreza energética. Es decir, esas condiciones de vida en las ciudadanos y familias se encuentran en situación de vulnerabilidad y no pueden abordar necesidades básicas vinculadas al acceso a la energía y la electricidad, entre otros servicios básicos, determinantes especialmente en los momentos en los que se produce un descenso de las temperaturas en inviernos y parte del otoño. Aunque no es un fenómeno nuevo ni reciente, hasta la crisis sistémica de 2008 y sus consecuencias en las condiciones de vida, no se había prestado especial hincapié desde las agencias institucionales y medios de comunicación a esta cuestión. Lo cual no quiere decir que no se produjesen esas situaciones, al contrario, se daban pero no tenían visibilidad. La crisis de 2008 y el descenso de las condiciones de vida de parte de la población hicieron que también se pusiese el foco sobre este hecho. De esta forma, familias y personas que no podían pagar la luz, que racionalizaban el encendido de una estufa o un radiador, imágenes de personas que dormían con mantas y abrigos, etc. Una pobreza energética que tenía también sus grados y que afectaba, una vez más, en mayor medida a los colectivos más vulnerables. Además, la incidencia también era más profunda en los niños y jóvenes, vinculándose a las condiciones de habitabilidad que se relacionaban con las condiciones para aprovechar los estudios, entre otros factores.

Cuando estas noticias comenzaron a ser frecuentes, las reivindicaciones sociales se tornaron también en políticas, tomándose medidas en relación a estas cuestiones para evitar el impacto de la denominada "pobreza energética". Desde hace una década, cada invierno surgen de nuevo las noticias vinculadas a esta situación, relacionándose en años como el actual con el incremento del precio de la luz. El que sea una noticia recurrente e institucionalizada vuelve a mostrarnos que es un problema que está lejos de solucionarse. De esta forma, un reciente artículo de El Confidencial alertaba que se producían más fallecidos por olas de frío que por olas de calor, hecho este último al que también haremos referencia al final del presente artículo. En el mismo se vinculada la situación, lógicamente, con el nivel de renta y los barrios de residencia. En el mismo diario online, se recogía la demanda de asociaciones de consumidores acerca de que el bono social, previsto para estos escenarios, no llegaba a todas las familias que lo necesitaba, indicándose que se estimaba que un 45% de las familias con dificultades para calentarse no recibe estas ayudas, que sí que eran percibidas por otros colectivos que no estaban en situación tan vulnerable. En resumen, las condiciones de acceso a este bono social también penalizaban a colectivos como las parejas jóvenes sin hijos, por ejemplo, que cuenten con bajos salarios. 

Lo que muestran estas noticias es que nos encontramos ante un problema que no parece tener solución, o que no se da con la tecla para afrontarlo. Son millones de familias las que se encuentran en estas situaciones, y es factible que puedan aumentar si se precarizan las condiciones de trabajo o aumentan los precios de la energía, como está ocurriendo. Son situaciones de emergencia social que necesitan de una intervención más directa. Además, el impacto de la pobreza energética también tendrá consecuencias en las condiciones de vida y de salud, lo cual incidirá en la posibilidad de contraer más enfermedades, en la esperanza de vida, etc. Nos encontramos, por lo tanto, con situaciones que no se quedan en ese impacto inmediato que estamos señalando, sino que van más allá.

Como hemos señalado, esta es una cuestión que seguirá presente pero no puede quedarse en la noticia de turno al comienzo del invierno o de las olas de frío. Al contrario, es un hecho mucho más estructural. Y, además, también dentro de la pobreza energética, no hay que olvidar el impacto de las olas de calor señaladas, consecuencia del cambio climático. Estas también serán más frecuentes y, de nuevo, la forma de afrontarlas estará marcada en parte por la posibilidad, por ejemplo, de contar con aire acondicionado o de no tener que estar regulando el uso de los ventiladores.